La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

martes, 14 de mayo de 2019

LOS LIBROS, por Carmen Hernández Montalbán.



Se lamenta el tiempo de que aquellos libros llamados por todos de caballería, ardieran apilados en la hoguera que los hubo de tornar en ceniza. Pues has de saber, Sancho, que los libros son como las criaturas: ninguno hay igual a otro, aun cuando fuera la misma mano la que empuñara la pluma de aquellos que por dos veces se dieran a estampa; ni la tinta es la misma, ni el pliego en que se asientan las letras repiten por igual las marcas de agua. Los libros, como tales criaturas, hablan cada uno su propio lenguaje, que no se ha de repetir, una vez son devastados.

Si como afirman, fueron los libros y lo que en ellos se contiene, los causante de todos mis desvaríos, mejor hubieran hecho en llevarlos lejos del alcance de mi mano; dejarlos en depósito en conventos y universidades o venderlos en almoneda. Quien destruye un libro arruina una memoria.
¿Cuánto saber no se malogró  en aquel incendio de la gran biblioteca de Alejandría? ¿Cuántos sabios no tendrían que nacer de nuevo para volver a parir tanto conocimiento fenecido?. ¿Cómo no lamentar aquella quema de libros en la plaza de la Bib-Rambla de la sin par ciudad de Granada?

No, Sancho, ninguna excusa vale la destrucción de un libro: ni la patria, ni la fe, ni la razón. Pues son los libros testigos del pensamiento y el trascurrir humano. Ellos nos recuerdan lo provechoso del saber cuando este fuera bueno, así como nos advierten de lo que no ha de repetirse por dañino o pernicioso. 
Has de advertir, Sancho, esto que ahora te digo, postrado y flaco de salud como me hallo, aunque sano de juicio, como nunca antes me parece haber estado.

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