Estudio de MARIA BLANCHARD, Santander.España.1881.Paris.Francia1932.
María se ha quedado dormida pintando a altas horas de la madrugada. La despierta el ruido del trueno , de una tormenta. Por este tiempo ha muerto ya su amigo Juan Gris, compañero admirado. Diego Rivera esta en México. Para situarnos cronológicamente la escena ocurriría supuestamente, durante 1930-31. La muerte de Juan Gris, la sumió en una profunda crisis espiritual. Y comienza, posiblemente, a encontrarse mal físicamente.
El atuendo cosiste en un vestido estampado en grandes cuadros amarillos y verdes, unos manguitos para evitar mancharse. Se despierta bruscamente al escuchar el estruendo del trueno y la lluvia. Habla para sí, aunque en ocasiones alza la mirada al cielo, con el que últimamente conversa.
MARIA BLANCHARD :
Ay Señor, ¿ahora me mandas todo este ruido?
(Se dirige a la ventana, comprueba que llueve copiosamente.)
Estoy tan cansada, (se masajea las manos, y mueve los dedos pues nota que se le han quedado adormecidos) los dedos no me responden. ¿A qué viene ahora este estruendo de nubes? ¡ah! ¡este dolor de espalda insoportable!
En otro tiempo, en Santander, hubiera celebrado la tormenta saliendo al balcón. Me gustaba contemplar la lluvia, escuchar el rugido del mar cantábrico. Magnifica perspectiva aérea la de aquel lugar; buen lugar para nacer y jugar, con aquellos ojos abiertos y brillantes de la infancia, aquellos ojos ávidos de conocerlo todo, se han ido apagando con el tiempo, achicándose como perladas cabezas de alfiler (se pone sus anteojos, y vuelve a trabajar la pintura. De fondo se puede escuchar el ruido de la tormenta) Penetrantes y miopes. ¡Dios mío, cada día veo peor! Aunque aquí sigo, pese a todo, como un girón de nube que se deshiciera en el mar. Azorada, marcada de por vida por aquel fortuito accidente de mi madre gestante. Aquella desgraciada caída que acabó quebrantando mi pequeña columna como se quiebra un brote tierno de hierba (alza al cielo la vista como pidiendo a Dios cuentas).
¿A quién pedir cuentas? Acaso a ti Señor, al hijo del hombre crucificado, no sería justa, hubo de ser difícil alzarse de esa cruz y esas espinas…Si puedes escucharme, perdóname, porque la que habla es aquella niña malherida antes de nacer, aquella niña con la espalda arqueada, a la que enseñaron a pintar para que más tarde pudiera verter su llanto a orillas del Sena. Y andar perdida, desapercibida entre la gente. Aquella criatura predestinada a poner en práctica el número áureo, las medidas inalterables, la geometría de la belleza.
Pájaro herido que habría de dormir en su propio abrazo.(tose)
Los que tienen fe en ti, dicen que todo lo puedes…si así es, mantén estas manos ágiles para que pueda seguir pintando, tocar las superficies para deconstruirlas´.
Ya sé, ya sé que hablo susurrando, por eso no se me entiende, por eso no escuchas mis plegarias. Deberían haberme llamado sigilosa sombra en lugar de María. Las plegarias son como abismos. Me escondo entre los hilos del lienzo, impregno los rostros con el color de la melancolía , de la soledad, de amargura.
Nunca probé el sabor de un b eso apasionado. Rojo sobre negro, negro sobre rojo .¿Quién amaría este cuerpo deforme? Por eso no quiero espejos en la casa, para evitar el bochorno de verme reflejada en ellos.
Por esta soledad busco consuelo en las iglesias, en los museos, lugares en donde tampoco estas. Y camino sola mendigando distracción, consuelo… (continua retocando la pintura, la firma) María Blanchard, ese es mi nombre Señor. La que en sus pechos de agua oculta un suspiro. Aquella que aprendió a perfilar la espuma de las olas para mejor distinguir la línea del horizonte y apreciar con nitidez dónde termina el mar y dónde comienza el cielo. Abeja reina de los parques, consuelo de los mendigos y demiurga de las flores.
Confieso que no soy más que una pintora sin demasiado talento, una pobre mujer, que hubiera cambiado toda mi obra por un poco de belleza.
La sombra del cuervo avizora, Señor,¿ acaso tú no la ves? La sombra del cuervo avizora anunciando a la mujer-pájaro (habla para sí).
Craso error, María, craso error fue confiar que alguien podría amarte. ¿Señor, por qué has permitido que me quede tan sola? Te has llevado a Gris, a Angelina y Diego Rivera, mi adorado barrigón, se fue a México; mujeriego empedernido, maldito engreído, un niño grande, que según dicen, se ha unido a una jovencita, Fryda Kahlo. Gran error el mío, pensar que lo bello habría de ser justo y bueno a la vez, porque no es justo este cuerpo en el que vivo prisionera. Siempre ha anhelado la belleza plena y únicamente la hallé en la placidez del sueño de los niños. (tose) Cuando todo esto pase, Señor, la enfermedad, la tristeza…, si vivo, voy a pintar muchas flores, voy a escuchar la música de los violinistas mendigos de Montparnasse. Y pasear por sus calles donde las luces son como luciérnagas gigantes que viajan en barco sobre las aguas del Sena. Si vivo, voy a pintar muchas flores, flores misteriosas como el ave del paraíso, mitad pájaro y mitad flor.
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