No sé por qué hay momentos
en los que todo son olas,
y la soledad hiere,
emisaria de rabia contenida.
Entonces
las palabras,
las buenas,
las que se dicen
con el alma abierta,
se pierden en el aire
y quedan vagabundas,
sin encontrar camino
para ser escuchadas.
Confundida,
perdida en este caos,
maldigo la distancia
que me deja indefensa
sin tus brazos;
con los ojos más tristes
y el recuerdo;
anhelando
esas tardes de invierno
de café y confidencias.
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