La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

jueves, 14 de marzo de 2019

DESPEDIDA, por Isabel Pérez Aranda.



¡No sabían si reír o llorar!
La situación era delicada, el sentimiento de tristeza les invadía a todos,
pero el momento no daba para más, no se podía retrasar, entraron los cuatro en una sala pequeña de escaso mobiliario, fría y desangelada, simplemente unos caballetes y la caja encima.
Todo el proceso hasta llegar aquí fue duro y angustioso, lo comentaban entre ellos, había una necesidad de desdramatizar la situación, y se acordaron de algunas de las anécdotas que el difunto protagonizo a lo largo de su vida, de su enorme sentido del humor, pues siempre estaba gastando bromas a diestro y siniestro. Hubo un momento en el que las carcajadas retumbaban en el habitáculo, gracias que estaba insonorizado, imposible que nadie les escuchara, fue el paso del dolor a la risa, no hubo desacuerdo, estaban seguros que esta era la despedida que él hubiese querido, todos se quedaron en silencio, hubo un lapsus de paz, y así, al instante sin apenas darse cuenta se apoyaron en el ataúd  para darle su último beso, fue un flash, una décima de segundo, la caja oscilo hacia los lados tal que un columpio, como si el difunto quisiera gozar de su ultima guasa, y esta ultima vez, también a su cargo, un brutal balanceo entre la caída y su inmovilización, les conmociono, Jodido J… dijo uno, pero ni muerto….comento otro, no se volcó de milagro, la puerta se abrió de golpe, al bedel casi le da un infarto, aunque supo mantener el tipo, un suspiro múltiple sonó en aquel espacio, se quedaron sin aliento.

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