La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 14 de julio de 2014

El sueño del poeta, JAVIER FRANCO

El ronroneo de una hormigonera en la esquina marcaba un ritmo constante, pausado, que se iba incrustando en las neuronas del poeta. El poeta era pobre, por eso podía permitirse el lujo de ser poeta, un poeta de verdad que asentía lo que escribía y que escribía lo que sentía, pero aquel ruido machacón que se colaba por la ventana de su cuarto, abierta por carencia de aire acondicionado, sólo hacía que inmiscuirse, destruyéndolo, en el ritmo de sus versos, su mente se volvía torpe y desasosegada y los versos quedaban escondidos en recónditos confines de su cerebro, arrinconados entre vericuetos poco concurridos de los múltiples barrancos de sus circunvoluciones… ¡Respirar! ¡Respirar! ¡Respirar! Necesitaba respirar, pero cada vez que se asomaba a la ventana el polvo y el ruido tenaces de la obra de la esquina le hacían saltar de nuevo hacia dentro… “Para el pobre, ¡qué difícil es ser poeta!”, pensó, “pero para el poeta, ¡qué difícil es no ser pobre! (ante todo, cuánto más sinceros son sus versos)”, le murmuró su conciencia interior.
Al final, el parsimonioso runrún y la canícula veraniega le hicieron adentrarse en un mundo de sopor atenazador, que nubló en brumas de inconsciencia las palabras que trataba de ir hilvanando para bordar el cuerpo de un poema. Pero dentro de la inconsciencia sí manaron los versos de los cantiles de los revoltones de su cerebro para encharcarse en soneto:


Sueña el poeta cautivo en sus versos
con sus propios versos por escribir,
con los sentimientos por exprimir
para desbordar mil y un universos.

Sueña el poeta con mundos dispersos
que jamás supieron del existir,
pesadillas por nunca descubrir
de su alma los infinitos reversos.

Sueña el poeta con que ya no sueña
porque sus sueños estarán ya escritos,
alzándose su obra al fin como dueña

de sus guardados silencios proscritos,
…y en tanto deja de soñar se empeña
de nuevo en soñar sueños infinitos.

Luego despertó, no sabía cuánto tiempo hubo transcurrido, ni tampoco supo que en algún lugar, rincón de su mente existió escondido aquel poema, aunque quedó como estrambote la sensación de quizá haber soñado lo que nunca sabría que pudo haber escrito.


1 comentario:

  1. Hola Javier, me alegro de saludarte. Te felicito por el soneto. Creo que soy consciente de las habilidades y cualidades que se requieren para componer uno "decente" como este. Y también me imagino la satisfacción que debe suponer el conseguirlo... Todo esto tal vez lo digo porque no soy poeta. Lo mismo aquellos que sí sentis esa llamada os resulta una empresa fácil... Algo así debió sentir Salieri por Mozart... Sí, sí, vale..., esto último es bromaaaa. Luis Muriel

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