La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 14 de enero de 2018

EL LABERINTO, por Antonio Peláez Torres



Entorné los ojos porque los reflejos del sol en el cristal de la brújula me hacían llorar. Dejé de mirarla. De nada me servía; salir de de allí se me antojaba imposible, la esperanza se esfumaba.
Entre las lágrimas producidas por el resol y las lágrimas del miedo no había diferencias. Batida a una velocidad de vértigo, la sangre,  me golpeaba en las sienes, y mis pensamientos devorados por la desesperación mandaban constantes mensajes de pánico a mis ojos y paralizadores órdenes a mis piernas.
El horizonte circular estaba tenso y el azul se estaba tornando grisáceo. Billones de billones de granos de arena habían construido aquel enorme laberinto de soledad. Cuando decidí separarme del grupo no sospechaba que me estaba buscando la ruina. Confié en mi moto. Pero ahora no es más que un montón de chatarra inservible en mitad de este maldito desierto. Ya agua no tengo. Ni ropa de abrigo… y aquí las noches son terriblemente frías.
      El primer helicóptero pasó tan lejos que, por más señales que hice, no podía verme. A los otros dos tan solo llegué a escucharlos…puede que con el hilo de la intuición o, tal vez, del deseo y de la locura. Me ha parecido ver un escorpión moviendo la arena y hay rastros serpenteantes por todos sitios. Pero no los temo. Solo temo a la noche. La noche es otro laberinto mucho más grande aún. Un laberinto dentro de otro laberinto y ambos dentro del más atroz: el laberinto de la duda.


      Cuando desperté en el hospital rodeado de gente, todavía permanecía el laberinto dentro de mí.

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