La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 15 de mayo de 2017

ABSOLEM (Revista electrónica), Núm. 44, 15 de mayo de 2017 "Colores".


Revista ABSOLEM, editada en Guadix (GRANADA) por la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul", 
laorugazul2013@gmail.com
ISSN: 2340-8634




SUMARIO




PORTADA (fotografía), por ELENA HERNÁNDEZ TORRES.



ARTISTA ANFITRIÓN: 





PINTURA: 





PROSA POÉTICA: 




RELATOS: 










POESÍA: 


Colores imposibles, por F. JAVIER FRANCO.

Y en Guadix lo hicieron rey, por MERCEDES GARCÍA.

Écfrasis de colores luciérnaga, por CUSTODIO TEJADA.

Cromático, por ISABEL REZMO.

Realidad, por TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO.

Colores de la vida, por MARÍA ELENA LEYVA MIRANDA.

De azul, por ISABEL PÉREZ ARANDA.

Un destello de ti, por CONSUELO JIMÉNEZ.

Haikus, por GABRIEL MERINO.

Desde el bosque, por FRANCISCO MOLINA INFANTE. 

Una mirada azul, por PEPIS BOBIS REINOSO.

Colores, por JOSÉ CASADO ARANDA.

Premura, por JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GARCÍA.

Licencias poéticas, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.

















Premura, por JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GARCÍA

Premura.


Con premura mimo  colores,
despertando el día de las flores.

Ya manipulo el verde en su raíz,
untándome los ocres  de armónicos oscuros,
 inundando de amarillos los girasoles.

En la flor que preña el cardo,
espoleo el fucsia generoso
en las malvas detenidas.

En el tempo rojo de la amapola,
sola en el mestizaje pálido del narciso.

No todo son primarios,
también hay color en el corazón
y blancos de jazmín y rosas de colores.

Naufraga mi  espátula,
me arrebata mi lienzo  pintor,
navegando mis pinceles en su infinito,
mi premura me lleva a los del campo,  
tiñéndome  en su raíz.

Ya , no le queda color al mundo.






Colores, por JOSÉ CASADO ARANDA.


Colores que son azules, amarillos y rojos;
que compuestos son verdes, morados y naranjas.

En la rueda de los muchos colores
hay amarillos frente a los morados,
los azules están opuestos a los naranjas;
y más allá los rojos, y más acá los verdes.
Rojos de sangres. Ocres de tierras.
Azules de cielos; verdes vitales.
Magenta; suaves y fuertes limones.
Blancos de cegadora luz. Oscuros negros.

Y los grises,...
        que son como de seres ausentes.

Colores que se dan vigor o se apagan;
que a veces suman o que a veces se restan
¡que ya no son iguales que eran, si se juntan!
De la misma fuente de luz juntos salieron
y al volver a verlos, parecen regresar distintos.
Sin duda puros fueron, puros nos llegan;
aunque con el tiempo ¡se ensuciaron!
Tal vez, quien los vio
        ¡los dejó contaminados!

Pero ellos nos hacen posible ver las cosas;
y los colores ¡bendición!; de la luz en la nada,
se desparraman generosos sobre la existencia.

Colores espirituales de dulces azules,
colores amarillos de materias diferentes;
y todos los variados rojos de tantas esencias.

Es la luz,
        ¡que no se ve!,...
                 si en algo no se refleja.

Y también está ¡el negro!, ¡un único negro!
aunque pueda ser de efecto mate o bien, de efecto brillo.
Es un lugar donde ni se ve, aunque en él algo existiera.

Colores, colores; ¡oh! que divino don, son.
Nos matizan, agradablemente, los siempre grises
que hay, entre las molestas y cegadoras luces puras,
y las desesperantes e impenetrables negras oscuridades.
Colores...

        ¡Pero qué maravillosos que son los colores!

Una mirada azul, PEPI BOBIS REINOSO.



Y no serás agua,
sino música al despertar.
Una voz que se desliza
por mi costado
cuando habla la ternura
que habita en tus ojos.

Y no serás fuego,
sino oxígeno para mis besos ocultos.
Flor que vive un día,
para nacer otro y caminar,
sobre una  alfombra de pétalos.

Y serás la tierra
donde mis sueños descansen,
la locura que un día desatara
aquel viento cercano a Dios.

Y yo seré
el tiempo a tu paso,
asida a tu sombra.
La miel en tu garganta
la rosa en tus pupilas,
el hada buena
de un cuento no escrito.

Y tú y yo
seremos la montaña,
árboles desnudos
sin miedo al otoño.
Sombras y luces,
arco iris y tormenta
un beso y dos bocas
manos que hablan de amor,

y una mirada siempre azul…

Haikus de los colores, por GABRIEL MERINO.



Caballos albos
brillan, que se han bañado
en la mañana.

***

Sol invernal
inundando con ámbar
gualdo el trigal.

***

Cénit de aloque:
herrumbres de azafrán
cubren el predio.

***

¿Es Mefistófeles
quien tiñe de escarlata
las siestas ocres?

***

En la hora nona
cruzan las nubes malvas
cual purpurados.

***

Anocheciendo,
se azuleja la bóveda
de yeso añil.

***

El rayo glauco
no lo ve todo el mundo:
de ahí su encanto.

***


Siena. Color
del olor de un café
a medianoche.

***



Fulge: la noche
-plata y plomo- marengo
salpica estrellas.

El burro del tío Gaspar, por FRANCISCO MOLINA INFANTE.


Parecerá un chiste torpe: muy lejos de la realidad; pero fue cierto entonces en mi propia vecindad. El pobre Gaspar quería comprar en la feria un muleto, porque según se sentía era un filósofo prieto y con más firme osadía, que un tal Tales de Mileto, al que alguna noche leía después de algún que otro pensamiento. Aconteció un 13 de Agosto, de un año tan lejano, que ya ni se recordar. A la entrada de la feria del pueblo de Colmenar, se situó un buen hombre, por apellido Gaspar... Era un labriego pobre, pero con ganas de triunfar y tuvo la ida sublime de atar jamones colgando con cuerdas, de las vigas del pajar. En su mente calenturienta, no dejaba de cavilar: la forma de hacerse de cuartos, para hacer aquellas vigas temblar... Se armó de una idea firme, que matizó en real y no fue otra: que la de poner a su burro histórico, -al pelo de buen jumento-, como estampa del ferial. Se armó de grande hidalguía y hasta se llevó la silla de anea -aquella de su olivar- que con tanto sufrido empeño, se entretuvo en fabricar. Estuvo temprano en el sitio y con su ardíz de buen compadre, pintó un letrero descomunal: "CIEN DUROS APUESTO AL MOZO QUE HAGA AL BURRO REBUZNAR". A media mañana, ya perdía un capital... Estuvo ojeroso y triste, hasta las once -no más- y nuevamente, con gran valentía: se quiso recuperar de aquellas pérdidas imprevistas, que nunca pudo imaginar. Cambió el letrero entonces y no dejó de cavilar, ideándose otra forma, más difícil de alcanzar. Con un rotulador más grande, tachó lo de rebuznar y con más grueso calibre, fijó: DOCIENTOS DUROS ME APUESTO CON AQUÉL QUE HAGA REIR AL BURRO". Llegó Frasquito Sarmientos, con cara de desleal y después de pocas palabras; aceptó la apuesta tal. Se estrecharon hasta las manos, en prueba de conformidad y acercándose a la oreja del burro, muy quedo en su platicar, algo le dijo al oído, que el burro rió sin más; sorpresa se llevó el tal Gaspar viendo reír al burro -casi se echó a temblar, al ver su hacienda menguada-. Más al mismo Frasquito retó, aumentando la apuesta al doble: SI HACÍA AL BURRO LLORAR. Nuevamente se aceptaron, en apuesta tan cabal, y yéndose el tal Sarmiento a una esquina del soportal, llevo se al burro a la mira -para a nadie más soliviantar-; se desabrochó la bragueta, para dejar a ese burro admirar y, quedó tan perplejo el pobre, que se le puso a llorar.

¡Ay Gasparete pobre, iluso por creer en fáciles cuartos ganar, que fuiste por lana al torpe  y saliste trasquilado...!

Agujeros en la pared, por ALIAH BEIK

   

   Mi madre dice que tengo colores en la voz. Y no es que cante bien, no canto nunca. Pero ella escucha con todos los sentidos lo que digo, y le digo muchas cosas. Le explico todo lo que sé. Sé que el agua de lluvia es fresca y me sabe azul. Sé que el barro es húmedo y pringoso, que la hierba seca cruje y que me gustan los besos suaves sin ruidos ni apretones. Sé que el asfalto es duro y que encima de él todo es ruidoso. Sé que el cristal es suave y frío y la madera tibia y cálida. Sé que en casa, tenemos demasiados agujeros en la pared de cuadros que ya no están. Y sé que la sangre duele y duele igual si cae sobre nieve helada o sobre brasas calientes. Porque el dolor no es lo que sale afuera, y no importa dónde estés.
   Mamá dijo una vez que soy su color favorito, y que por eso descolgó todos los cuadros, porque le distraían. Sus colores le chillaban. A mí me chilla en rojo la sopa cuando me quema la lengua. Y todo lo que me asusta me chilla en negro y morado.  

Tengo colores en la mirada, eso dice mi madre. Yo siento que de los ojos me salen las palabras, igual que de la boca, las manos y los oídos. Creo que los cuadros los pintó ella, y que quería que los viera yo, pero nunca he podido ver nada. Y puedo sentir que cada agujero en la pared le hace daño a ella.

Un destello de ti, por CONSUELO JIMÉNEZ.




Atrapada en el blanco sucio de gastadas paredes,
enhebro la silueta de tu recuerdo.
Allí, justo en la sosegada sombra del verde olivo,
hermoso paraje enraizado en tus venas,
existe una doncella bendecida por la flor de la ternura,
los suspiros le besan los labios.
Cálido pecho, racimo de fieles latidos,
trenzan su melena con los cabellos del viento.
En sus ojos, todos los rubores sin escribir,
colores que la saben dama de sana fragancia.
Roja amapola, dócil amante del tiempo,
paloma de cautivas alas bajo la fronda del apego.
Cielo de fino velo, diáfano color,

mar donde las olas se pliegan y te encuentro.

De azul, por ISABEL PÉREZ ARANDA.



Sentí el azul de los azules
en lo más profundo de mi ser
y urdí vuelos azulados
sin más deseo que volverme azul.

Entendí que pensar en color
implicaba poseer sus claves,
psicológicas y simbólicas,
entendí a Millet entre rojizos,
azulados y turquesas, tan sutil
que eclipsa.

Percibí la inmensidad, el azul de Klein,
hipnótico y puro,
a Tiziano “príncipe de los colores”,
a la misma hora la luz de Manet,
la seducción de Degas,
el color-música de Cezanne,
la sugestión amarilla de Gauguin y,
la intensidad emocional de Van Gogh.


Sentí el azul en todo su espectro,
su energía, su profundidad,
fui consciente del mensaje,
fui consciente del poder,
y urdí vuelos azulados
sin más deseo que volverme azul.


En el blanco nos encontramos, por JAVIER GONZÁLEZ DELGADO.



    Era una fría mañana de invierno, los corredores se iban agolpando poco a poco buscando una buena posición de inicio. Los más rezagados se estaban despojando del chándal y todos ya sentían la ansiedad que precede al disparo de salida después de semanas entrenando en solitario. En camiseta y pantalón corto todos eran iguales, no había diferencia, ni siquiera entre hombres y mujeres, a todos les une una misma pasión por la recompensa al esfuerzo, cada cual tiene la suya propia a su medida, todas diferentes y todas iguales. Adham no pensaba en esas cosas, había llegado con tiempo, corrió un poco, hizo algunos estiramientos y pasó por el lavabo portátil. Pepe tampoco pensaba en lo que se oculta en el correr por correr, llegó después, estiró y bebió una bebida energética, siempre lo hacía en previsión de que le faltara hidratación como una vez que orinó sangre, no quería que le volviera a suceder. Adham miró su cronómetro y se dirigió a la recta de salida, allí se topó con Pepe, los dos se quedaron un instante sin saber qué decir, después llegó el abrazo fraternal y la alegría por lo inesperado del encuentro. Charlaron a contrarreloj, faltaban dos minutos para que empezara la media maratón.

    Adham miró a Pepe y éste le devolvió la mirada en el mismo instante en que se dio la salida. Adham seguía teniendo el mismo aspecto de inapetente de siempre, Pepe sin embargo había ganado en todo, en altura y en anchura, lo suficiente como parecer el hermano mayor de su mejor amigo de la infancia. Hasta el kilómetro cinco coincidieron en un mismo ritmo que les llevó hasta el avituallamiento, a partir de ese instante Pepe fue perdiendo fuelle, al contrario de Adham que se fue acercando a la cabeza. Después de primaria cada uno fue llamado por destinos diferentes, uno hizo bachillerato y fracasó en el intento de acabar una carrera debido a sus deberes en la empresa familiar, el otro hizo estudios profesionales que le sirvieron para acabar realizando un oficio distinto. En el segundo avituallamiento la distancia entre ambos era mayor, pero aunque Pepe no lo sabía Adham comenzaba a desfallecer por el sobresfuerzo de la primera mitad. Cuando acabó la carrera retomarían la conversación como si no hubieran pasado veinte años desde que se despidieron a la salida de la escuela del barrio, hablarían de cómo les había tratado la vida y de las dificultades que conllevaba tener familia propia. En eso iba pensando Pepe cuando en el tercer avituallamiento localizó con la vista a su amigo, se acercó a pocos metros en el cuarto, y antes de que cayera el último kilómetro de la media maratón se colocó a su altura. Pepe miró a Adham y éste le devolvió la mirada y sin quererlo marcaron una misma zancada que les llevó al final del recorrido sin posibilidad de discernir quién llegó antes, quién era más fuerte, quién más sabio, quién era el negro y quién era el blanco.




Colores de vida, por MARÍA ELENA LEYVA MIRANDA.


Colores de vida,
colores de amor,
colores que nacen
en tu corazón.

A veces es triste,
el color de tu vida,
lo ves todo negro,
!ninguna salida!

Pero nunca pierdas
el "verde" esperanza,
puede ser tu amiga
tu gran aliada.

Entonces verás
el azul del cielo
con sus nubes blancas,
sus atardeceres
y sus alboradas.

El anaranjado
qué luce en el mar,
cuando el sol se pone,
cuando el sol "se va".

Veras azucenas,
rosas amarillas,
la humilde violeta,
y la hierbabuena.

Vive más contenta,
vive de colores,
 regala alegría,

 regala ilusiones.