Un hombre pasea su huerto olvidado,
en la buganvilla se esconde el niño.
Sobre las copas de los tilos,
el pueblo duerme su calvario,
y el frío relente
corta;
¡cuántas veces, la misma noche!
Un galgo eléctrico de Amezcua
corre huidizo, tensa el arco y
solo va por la solitaria plaza.
Estigma de un mal presagio,
la hora precisa apunta.
La Mujer Alta acecha,
La Cañada cruza,
en el zaguán se esconde,
hacia San Miguel baja,
sale al paso,
roza tu hombro la mano grande,
las cuencas vacías miran
pétreas.
Breve abanico o témpano de hielo,
¿a quién señala?
Cierra los ojos aterrado el niño,
los abre el hombre y
La noche cerrada
engulle los sueños.
Apartado, muy lejos,
vivos recuerdos traen,
los cuentos de estantiguas,
espíritus y duendes,
que aprendió en las ventosas noches, frías
de una áspera y vieja ciudad del Sur…
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