martes, 30 de noviembre de 2021
ABSOLEM (Revista electrónica), Núm. 60, 30 de noviembre de 2021 "Silencio".
PROCESIÓN DEL SILENCIO, por F. Javier Franco Miguel.
A mis padres y mis abuelos
En
la penumbra sin horas
de
luto pasa el silencio,
se
va muriendo la vida
pegada
junto a un cuerpo,
la
vida entre la fe muere
decorando
a un madero…
No
hay nada que decir:
dobla
un tambor de silencio.
Y
en las horas alargadas
más
allá de los deseos,
la
noche de cirios vela
entre
esperanzas y miedos,
limpiando
la noche oscura
las
rendijas tras su velo…
¡Oh,
soledad, soledad
pisada
por el silencio!
El
tambor sigue doblando
en
su espalda de pellejo,
hecha
de funda de amor,
de
corazón y de tiempo.
La
calle, la fosca calle,
con
negrura de aire quieto,
ve
pasear por las nubes
un
dios de sí prisionero
evaporando
las culpas
un
tambor entre silencio.
Luciérnagas
inaladas
dibujan
luz en el viento,
en
el aire gris del paso
de
pausado movimiento.
Las
heridas de la talla
evocan
muerte en lo eterno,
mortandad
tan infinita
que
va muriendo por dentro
gota
a gota, gota a gota
con
lagrimal de veneno.
Llama
la oscuridad, llama
al
llanto perdido y viejo,
llama
al tambor redoblando
entre
notas de silencio.
Un
heraldo de redobles
anunciando
por el cielo,
anunciando
monocorde
las
tenues notas de un duelo,
anunciando
de negrura
que
Jesús hoy está muerto.
¡Silencio!,
dobla un tambor.
Son
redobles de silencio.
Guadix,
marzo de 1993, basado en el romance ‘Jueves Santo’ de
1985.
HABLANDO DE LETRAS CON ALEJANDRO PEDREGOSA.
Alejandro Pedregosa, (Granada, 1974) es novelista, poeta y profesor de escritura creativa. Entre sus novelas destacan los títulos Un extraño lugar para morir (Ediciones B, 2010), Un mal paso (Ediciones B, 2011), A pleno Sol (Temas de Hoy, 2013) y Hotel Mediterráneo (Planeta, 2015). Ha escrito también libros de poemas como Los labios celestes (Pre-textos, 2008), El tiempo de los bárbaros (Tragacanto, 2013, Pequeña biografía de la luz (Esdrújula, 2019) y Barro (Sonámbulos, 2021). En 2017 publicó el libro de relatos O (Cuadernos del Vigía). Ha obtenido, entre otros, el Premio José Saramago de novela y el Arcipreste de Hita de poesía. Colabora semanalmente en IDEAL.
Alejandro, gracias por atender
nuestra entrevista.
¿Cómo fue su aproximación al
mundo de la literatura?
Me interesó la literatura desde
muy pequeño y llegué a ella por una doble vía. En primer lugar, la escuela, yo
sentía que la asignatura de Lengua y Literatura era la que más se acercaba a mi
forma de ser. Me interesaba la vida de los escritores, lo que contaban, los
poemas que leíamos en el libro. Por otro lado, en mi casa, aunque mis padres no
eran unos grandes lectores (no tenían tiempo, el trabajo consumía casi todas
sus horas), sí tuvieron la conciencia de que los libros eran un bien que había
que atesorar, y compraron libros para que nosotros, sus hijos, los leyéramos.
Esa pequeña biblioteca familiar fue para mí un verdadero regalo de vida; la
invisible puerta de entrada a todo lo que vendría después.
Es un autor galardonado en
distintas ocasiones ¿Qué han supuesto para usted estos premios?
Los premios son estímulos para
seguir adelante. Algo que te alienta para continuar en este curioso (y a ratos
tortuoso) camino de la literatura. Más allá de eso los premios te ofrecen
cierta visibilidad momentánea. Una manera de levantar la mano en medio de la
vorágine de noticias y decirle a tu pequeño mundo: “Eh, sigo aquí, sigo
creando”. Pero aparte de eso, no hay mucho más. Los premios ayudan, pero es más
importante pensar en tu obra de un modo más amplio y general. ¿Qué quieres
hacer con tus libros, hacia dónde te diriges?
¿Dónde se siente más cómodo, en
el lenguaje poético o en la prosa? ¿Por qué?
Cómodo, cómodo no me siento en
ningún género, porque necesito de esa incomodidad, esa complejidad para
conseguir el mejor libro posible. Mis cimientos están en la poesía, eso lo
tengo claro, por ahí empecé y es en los versos donde me reencuentro con el
asombro de la palabra necesaria; esa que alumbra un espacio que no se puede
iluminar de otra manera. Las novelas me sirven para intentar comprender el
mundo, los libros de poemas para explicarme a mí.
Cuéntenos con cuál de sus libros
se lo ha pasado mejor escribiendo.
Siempre con el último, en este
caso “Barro”, un libro de poemas que acaba de salir en la editorial Sonámbulos.
Es un libro de luto por la muerte de mi padre, pero también es un libro de amor
por todo lo que me legó. Parece paradójico, pero no lo es. Escribiendo Barro he
llorado mucho, pero al mismo tiempo lo he pasado muy bien. La poesía te permite
ese tipo de imposibles, hablar con los muertos y reencontrarte con tus palabras
en sus recuerdos.
¿Cuál es su opinión acerca de las
expresiones “literatura escrita por mujeres” o “literatura queer”?
Pues la verdad es que no tengo
opinión formada al respecto. Supongo que la “literatura escrita por mujeres” y
la “literatura queer” tendrán unas características más o menos significativas
que los críticos y sociólogos de la literatura habrán sabido distinguir. De lo
único de lo que estoy seguro es de que en ambos nichos literarios habrá libros
magníficos que justifiquen esa etiqueta y otros muy mediocres que la desvirtúen.
La literatura nutricia (la que más me interesa) florece en todos sitios, más
allá del lugar que posteriormente ocupe en los anaqueles de una biblioteca.
¿Cuáles son sus autores
favoritos?
Muchos y todavía estoy seguro que
me quedan muchos más por descubrir. No sé, voy a decirte nombres a voleo, según
me van viniendo: Cervantes, Ana maría Matute, J.M Coetzee, Sor Juana Inés de la
Cruz, Antonio Machado, Eugenio de Andrade, Pero Olov Enquist, Álvaro Mutis…
¿Qué opina del mundo de la
crítica?
La crítica literaria
“profesional” ha cambiado mucho en los últimos tiempos, y se ha convertido en
un oficio casi residual. Internet ha propiciado, entre otras cosas, una
explosión de páginas y blogs donde muchos lectores, a título particular, emiten
sus opiniones sobre los libros que van leyendo. En ese sentido todo es ahora un
poco más complicado, ahora hay que saber discriminar, hacer una labor de
búsqueda para quedarte con las voces que te interesan. Antes era más sencillo,
te bastaba con leer los tres o cuatro suplementos principales y ya estabas
informado. La ampliación del fenómeno crítico ha abierto el panorama. A veces
me encuentro blogs desde donde supuesto críticos pontifican sin el más mínimo criterio,
pero también grandes lectores “anónimos” que ejercen la crítica con magníficos
fundamentos. En fin, que todo se ha vuelto más complejo.
¿Qué opina del mundo editorial?
Pues con el mundo editorial pasa
más o menos lo mismo. Las facilidades tecnológicas han propiciado una explosión
de nuevas editoriales pequeñas que buscan su hueco. Mientras, los dos grandes
bloques del sector (Planeta y Penguin) siguen a los suyo, mantienen sellos
tanto generalistas como literarios para abarcar el mayor espectro posible del
mercado. Se trata de un mundo muy complejo, donde nunca nada se puede dar por
descontado. Yo he visto libros con grandes promociones fracasar y modestas
propuestas de sellos independientes arrasar en librerías. Mi opinión es que un
autor debería preocuparse por escribir el mejor libro posible porque luego, los
caminos de la edición, son imprevisibles.
Gracias por su tiempo y su
amabilidad.
SILENCIO, por Aylen Melina Sobrecasas
Cuando te encuentro, algo se expande;
y a la vez todo se afina.
Cuando te encuentro, lo sutil abre su cauce
y todo
revitaliza.
Comienzan a
acercarse las ideas
y la esencia se
aproxima a la apariencia.
Cual si
despertase todo allí,
cada vez puedo
ir más lejos.
Todo intenta
hablarme,
mostrarse en su
aquí y ahora.
La música, la
música del acontecer
canta sus ecos
y algo me invita
a soltar,
para poder
habitarte enteramente;
para poder oírte
sin interferencias,
llamando al
respeto, el coraje y la humildad.
Mas aparecen
ansiedades
cual corceles
galopantes,
intentando
evadirme de vos.
Aparecen las
historias repetidas
de la mente y
sus circuitos incesantes,
y en un instante
te me escapas
llevándote lo
verdadero.
Pido perdón.
¡Perdón!
Respiro.
Vuelvo a
empezar.
Aquí estoy, te
abro mis poros.
Aquí estoy,
proyecto mis ojos, mis oídos.
Se siente noble
estar aquí;
Es desnudarse
estar en ti, dejar de huir;
es desnudarse en
lo sagrado
de ser Unidad
con lo que existe;
es desnudarse y
entender
que no soy más
que una gota de agua;
que soy parte, y
siempre lo fui .
ESCUCHAR EL SILENCIO, por Yuli Cruz Lezcano.
Escuchar el silencio
Por los caminos verdes del futuro,
el silencio me acompaña de tal manera
que no sé que será de él
cuando me muera.
Me falta el claxon, el sobresalto,
el pájaro sembrado en el asfalto,
el gris humo de la ciudad contaminada,
el clima de competición que degrada
todas las formas de pensamiento.
Aquí trato de matar el tiempo
y escribo versos de madrugada.
Quería buscar el silencio lejos
y ahora el silencio y sus reflejos
son una explosión de soledad fecunda
y la tristeza es una plaga que me circunda.
*****
Sandalias calladas
por el mismo camino,
los perfumes de lluvia y flores
nunca son los mismos.
Las cosas pierden
en el mapa
el punto de reunión
y mis sandalias calladas
no dejan huellas,
olvidan todo y caminan
hacia los horizontes de la herida.
Dicen que se aprende de la vida
y yo hecha de días
como un hueso lleno
de resina oscura,
naufraga de aguas impuras,
vivo en la nostalgia
que se despierta.
Con estrépito ruido de la puerta
dejo pasar una gaviota ultrajada
y en los rebaños de la encrucijada
me pierdo en un mar de plumas.
Soy yo, soy otra y ninguna,
a veces demasiado, a veces poco
y a veces de mayor tamaño,
con un pie abajo y otro en el peldaño,
subo con el tiempo
y el tiempo me habla
con la voz atrasada
de mil años.
*****
Llorar, por dentro,
hay sueños que se acaban
en el silencio.
*****
Mar de regresos
Mar devuelveme al mar
entre olas y horizontes,
sin usar los deseos del naufragio
quiero usar mi mundo interior que escucha
la isla que se apoya
en océanos manchados de distancias.
Quiero sentir la sal
con su blanco descubierto en la piel,
quiero que ardan los tatuajes dormidos,
mi corazón necesita nuevos latidos,
corrientes de desesperos que me lleven lejos
de este espejo de silencio.
Silencio que regresa objeto animado
como una ración de paz
donde se pudre la palabra.
Yo quiero sentir el mar que habla
con los faros extraviados,
con las conchas rotas,
con los deseos ahogados,
con la guerra de la mente
y con su derrota.
¡Abre tus brazos, mar!
Concédeme un trozo de horizonte
donde guardar las palabras
que me devuelvan al grito
del libro que todavía no he escrito
en este silencio de gaviota callada.
Mar, libérame de esta isla imaginada,
del humano que el silencio encierra.
Yo no soy una criatura de tierra,
soy de tormentas, soy de naufragios.
COTIDIANIDAD, por Isabel Pérez Aranda.
Silencio,
silencio es cuánto necesita
este abismo de ruidos dispersos,
esta luz que ciegan la mirada
sobre un cristal salino
que por inercia las aguas digieren.
Silencio,
silencio es cuanto necesitan
los miedos del corazón
y que no vuelvan.
Silencio,
silencio conecta el instante
y
todo lo pensado
no tiene cabida en este
ahora,
no pasa nada me digo:
ya lo haré cuando
toque.
En esa parte acotada de
lo cotidiano
se conquistan todos los
silencios,
la lectura roza la
exigua felicidad.
SILENCIO, por Josefina Martos Peregrín.
Alguien
reza en la cumbre,
pero
la cumbre está a pie de calle
o
en el segundo piso de un edificio dormido.
En
ese Renault que chirría en la curva,
a
la vuelta de la fiesta o del trabajo.
En
cualquier parte, a cualquier hora,
alguien
reza y no siempre lo sabe.
A
oscuras las voces llaman, a solas las voces buscan,
un
ángel se lame la herida, las rejas se llenan de ojos
y
el portón brusco golpea al excluido.
Silencio.
Humanidad
sorda. O Dios mudo.
EL SILENCIO, por Isabel Rezmo.
El silencio es
un libro.
El silencio teme.
Teme la guerra,
el futuro imperfecto
la ultima cosecha, el
amor clandestino
de las bodegas,
la canción deprimente;
mi perra dormida en la madrugada.
El silencio
es un libro.
El silencio teme.
Teme el goteo del agua
sobre las acequias.
Teme la soledad de la sombra
por los pinares, mientras la luna
ejerce el mando de la duermevela.
El silencio
es un libro.
El silencio teme.
Teme la codicia de la verja.
La mirada ufana del
pliego vacío.
El silencio
es un libro.
El silencio teme.
Teme suspirar de frente.
PARTE DEL SILENCIO, por María Pizarro.
Hay parte de un silencio
reclutado por las batallas perdidas
parecido al engaño.
Revendido en camas sicarias
a cambio de la locura
por los besos que fingen.
Hay un largo silencio
que no quereos oír,
como ignoramos las voces
del suicidio, la fragilidad
el desamor y la vejez:
el silencio que mata.
SILENCIO: PARAÍSO E INFIERNO, por Consuelo Jiménez
Tengo frío, la noche conoce la tenebrosa luz
que se adentra en el negro manto de la duda.
Hay un silencio sepulcral queriéndose hacer poema,
templo de palabras aferradas al letargo.
Hondo fragor que se sabe incógnita entre orillas.
Tengo frío, balbucea el lenguaje en clave de torpeza,
carraspean los muertos.
Enciendo la lámpara de la mesita,
arremete el desasosiego igual que piedra en la frente,
haciendo del silencio,
un sentir insonoro,
paraíso e infierno, donde pensarse.
Y AQUÍ ESTOY YO y POEMA INSOMNE, por Isabel Bermejo.
Y AQUÍ ESTOY YO
Me adentro en el pasillo de tus ojos
como si fuera un dolmen,
buscando en los ancestros
un trozo de ternura desvalida.
Y, en este encuentro a ciegas,
reviso el horizonte,
una voz carcomida por lo oscuro,
una línea plegada en el vacío.
Y asusta la oquedad
silenciosa y precisa de tus ojos,
que me convocan siempre a las heridas.
Yo nunca sé si el largo recorrido
me llama o me destruye.
Pero tengo brazos de árbol
en las tardes de lluvia,
cuando el amor no llama
y la palabra hiere a los papeles,
sobre la piel sin nombre
y sin tormenta.
Y me adelgazo,
gris, como el otoño,
cansada, a veces,
sola, en la desnuda
penumbra del silencio y de la sombra.
Y asusta la oquedad
silenciosa y precisa de tus ojos.
***
Del poemario «Conjuración de ausencias»
POEMA INSOMNE
Duermen las lavadoras,
los trapos, las aceras,
los niños, los lavabos,
las iglesias, los cines,
y las carnicerías,
los bares, las vitrinas,
las tiendas, los cristales,
las nubes, los carteles.
Por el ancho silencio
voy mordiendo a bocados
la larga retahíla
de las cosas dormidas.
Con mis párpados cuento
los minutos de sueño
sustraído en despojos
a los restos del día.
Quiero dormir, dormir
un sueño de elefante,
de mamut o de oso
que hiberna en su guarida,
para no computar
más horas, más esperas,
más mediáticos tronos
de espumas y saliva.
El ritmo del poema,
atroz, como la carne,
espasmódico, duro,
aberrante, contable,
tan lleno de estulticia,
tan solo y desvalido,
tan triste y harapiento...
(El amor, ese monstruo...)
Mejor, búscame ayer.
Era un tiempo posible.
***