La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

miércoles, 1 de enero de 2020

MEMORIAS DE LA CAUTIVA, por Roberto Castilla Pérez



Memorias de la Cautiva de Carmen Hernández . 
24 de abril de 2019
A pesar de que Antonio Mira de  Amescua (Guadix 1571-1644), haya pasado a la Historia de la Literatura como un autor de los que se denominan de segunda fila, ha habido más de un intento de novelar su vida, como ocurrió en 1882, cuando José Velilla y Rodríguez escribió su obra Mira de Amescua: drama en tres actos y en verso.
Ahora nos encontramos con una novela de la autora guadijeña Carmen Hernández Montalbán, Memorias de la cautiva, la cual se presenta como una obra que puede denominarse como una novela histórica, por el gran aporte documental que presenta la misma, fruto de las investigaciones de la autora en el Archivo Diocesano de Guadix, en el que ejerce su trabajo como archivera. Pero, a la vez, presenta una segunda faceta de novela realista por la presentación en las páginas de la misma del Guadix del siglo XVI y XVII, en el que vivió Mira de Amescua y que se nos hace visible en cada esquina, cada palacio, cada calle y cada uno de los personajes que pululaban la cuidad del momento. Un Guadix que aún, en la actualidad, se nos hace perfectamente reconocible en sus calles del casco antiguo y que demuestra un gran conocimiento por parte de la autora de la ciudad del XVII y de su traslación a la actual.
Una curiosidad en la presentación de cada uno de los capítulos de la novela es su inicio con un fragmento poético, que a lo largo del capítulo va tomando pleno sentido por la relación de este fragmento poético con la vida del personaje protagonista, o de los personajes cercanos al mismo y que formaron parte fundamental de su vida.
Quiero centrarme en tres aspectos que he querido denominar como los tres grandes ámbitos en los que se desenvuelve la novela y que, a la vez, son los que le dan unidad argumentativa y permiten la progresión temática de la novela. El primero de ellos es el personaje de Ana de Arce, narradora de la historia que conoce al protagonista de la obra en la edad madura y que, para reconstruir la vida del mismo, realiza un papel de detective que va desentrañando los distintos enigmas de la biografía del dramaturgo, que le van saliendo al paso cuando llega a Guadix.
El segundo gran ámbito de desarrollo del argumento de la trama es la cuidad de Guadix, la cual se presenta en la novela en toda la grandeza que tuvo desde la reconquista de los Reyes Católicos y que llegó a su máximo esplendor en la época en la que ocurren los hechos narrados. La cuidad se nos presenta como un lugar mágico, detenida en el tiempo y que se convierte en un gran cofre que esconde como una joya los datos que permiten conocer la vida del dramaturgo. Este cofre tendrá que ir siendo abierto, poco a poco, por Ana de Arce.
En tercer lugar, los personajes que aparecen en la obra y la carga de realidad histórica que los rodea, ya que en la mayoría de los casos son  personajes reales que estuvieron en el Guadix de la época y que formaron parte, en mayor o menor medida, de la vida del protagonista de la obra. Son personajes con una historia, que les hace actuar de una forma concreta en sus relaciones con los demás personajes que aparecen en la obra y que no puede ser de otra manera, lo cual demuestra también el gran conocimiento de la autora de ellos.
Por último, hay un aspecto que llama la atención dentro de la obra y que sirve, a la vez, de elemento que da cohesión a la misma y es la presencia, en distintos ámbitos, pero siempre en momentos claves del color azul y que, una vez terminada la lectura de la obra, el lector puede establecer las conexiones correspondientes.
Se trata, por tanto, de una novela histórica que consigue mantener el hilo argumental a través de una serie de mecanismos que contribuyen al principio de la verosimilitud, sin que se note en ningún momento hasta donde llega la Historia y donde comienza la ficción.

Roberto Castilla Pérez




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