Revista ABSOLEM, editada en Guadix (GRANADA) por la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul",
laorugazul2013@gmail.com
ISSN 2340-8634
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SUMARIO
Ilustración de la portada de NURIA HERNÁNDEZ (Granada)
ENLACES:
Reseñas y enlaces de MIGUEL BUSTAMANTE (Oruro - Bolivia).
Blog "Flamenco y más" de PEPE AGUDO "El agüita" (Granada).
Joven Orquesta zarabande de ANA SOLA MONTERO (Huetor Vega).Pablo Giménez a la guitarra de JUAN MIGUEL GIMÉNEZ MIRANDA (Guadix)
POEMAS:
Clave de sol (caligrama) de DORA HERÁNDEZ MONTALBÁN.
Un canto al alma de LUCÍA NIETO.
Al son de SUSANA NÁSERA (Málaga).
Desde los árboles, Tu sombra y Música para el olvido de CARMEN MEMBRILLA OLEA (Guadix).
Tú, eres música de ANTONIA PILAR VILLAESCUSA RIUS (Barcelona).
La música y su magia de ESNEYDER ÁLVAREZ (Medellín-Colombia).
La Música (poema videomusical)de CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN (Guadix), selección de imágenes por PEDRO PASTOR SÁNCHEZ (Albacete).
La Música de ALICIA MARÍA EXPÓSITO (Guadix)
COMPOSICIONES VIDEOMUSICALES:
Composiciones de RARFAEL MARRUECOS HERNÁNDEZ (Guadix).
Tuya es mi sonrisa de PABLO GIMÉNEZ (Granada).
CUENTOS:
Murmullo organizado que invadió mi casa y desde entonces hechizada de PEDRO CASAMAYOR RIVAS.
Relato lacónico de JOSE ARAGÓN (Melilla).
Es la música la que habla de F. JAVIER FRANCO.
PINTURA E ILUSTRACIONES:
La música amansa a las fieras de PAUL REY (Albi-Francia).
Instrumental Blues de MARÍA FERNÁNDEZ MONTALBAN "YEDRALINA"
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ENLACES
Reseñas y enlaces de MIGUEL BUSTAMANTE (Oruro - Bolivia)
Miguel Bustamante, músico español nacido en Oruro (Bolivia) en 1948, fue asesor
musical de Radio Clásica de Radio Nacional de España desde 1974 hasta 2007 y como
tal participó en infinidad de grabaciones y transmisiones musicales. Fue productor
musical de más de medio centenar de discos compactos del sello RTVE Música, entre los cuales se encuentran los ocho volúmenes de la serie Grandes Pianistas Españoles
aparecidos entre 2003 y 2007. Comenzó sus estudios musicales en su ciudad natal con
su abuela, la pianista mexicana María Parrondo. Fue discípulo de Manuel Carra en el
Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y amplió estudios con maestros
como Paul Badura Skoda, Eduardo del Pueyo, Rosa Sabater y Federico Mompou, entre
otros. Responsable en 1986-87 del Servicio de Educación Musical de la Comunidad de
Madrid, participó en la gestación de los Conservatorios de la Comunidad de Madrid y,
simultáneamente, creó y dirigió los Ciclos de Cursos sobre Enseñanza Profesional de la
Música.
Como compositor, sus obras se han interpretado en España, Alemania, Portugal, Italia,
Gran Bretaña, Estados Unidos de América, México y Cuba.
OBRAS
Diabolus in música, para piano (1997)
Sismo I, para piano (1976. Revisión: 1997)
Trío de cuerda nº 1, para violín, viola y violonchelo (1999)
Quasi una cadenza, original para violín solo, con versiones posteriores para viola y para
violonchelo solos (2002)
Cuarteto para flauta, violín, viola y violonchelo, ‘Scarlattiano’ (2007)
Ferraz 2008, para violín y piano (2008)
Perseveranza, para orquesta de cuerda. (1999-2008)
Interludio, para piano (2010)
OBRAS EN YOUTUBE
http://www.youtube.com/watch?v=HV0zJFNmM0k
'Diabolus in musica'
Miguel Bustamante, piano
Partitura editada por EMEC. Editorial de Música Española Contemporánea.
http://www.seemsa.com/es/contacto.html
http://tinyurl.com/bslgf9z
http://www.youtube.com/watch?v=ucQiAMe2lUs
‘Sismo I’
Miguel Bustamante, piano
http://www.youtube.com/watch?v=qwyTAWvxLKg
'Ferraz 2008'. Estreno en Madrid.
Anna Baget, violín
Aníbal Bañados, piano
XX Aniversario Conservatorio Adolfo Salazar
Auditorio Nacional, Madrid
http://www.youtube.com/watch?v=oMOTfhf0r50&feature=related
'Ferraz 2008'. Estreno en México.
Mariana Hernández, violín
Víctor Manuel Morales, pìano
Foro Internacional de Música Nueva Manuel Enríquez 2012
Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de la Artes. México D. F.
Blog "Flamenco y más" de PEPE AGUDO "El agüita" (Granada)
AGUA FLAMENCA
Blog "Flamenco y más" de PEPE AGUDO "El agüita" (Granada)
AGUA FLAMENCA
Joven Orquesta zarabande de ANA SOLA MONTERO (Huetor Vega)
Joven Orffquesta Zarabande, dirigido por Ana Sola Montero: un grupo de 25 niños y niñas con edades comprendidas entre los 8 y los 16 años. Han actuado en el Auditorio Manuel de Falla, en la Facultad de Ciencias de la Educación, en La Casa Museo de los Pisa, en numerosos colegios de Primaria de Granada y provincia; también nos grabó en el aula Canal Sur para su programa "El club de las ideas".
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Clave de sol (caligrama) de DORA HERNÁNDEZ MONTALBÁN
Clave de Sol
El sol se oculta sobre el río sonoro,
canta el ruiseñor su melodía,
arpegios de cristal sobre agua fría
o la anémona azul, la flor del día.
Tic, tic, tac. tic, tic, tac.
Tic, tic, tac. tic, tic, tac.
Tic, tic, tac. tic, tic, tac.
Tic, tic, tac. tic, tic, tac.
Lluvia de cristal.
Esta luz tan esencial
renueva los vértices de mi memoria...
tan densa
tan desesperada
y acerca tu imagen nuevamente hasta mi rostro...
tan dócil
y habitado solo por mis gestos.
Siento restos de emoción
algún sentimiento líquido
dolor
y...
cuando las notas musicales.
Música para el olvido
La Música de ALICIA MARÍA EXPÓSITO (Guadix)
Un canto al alma de LUCÍA NIETO
Entre, guitarras, mandolinas,
y clarinetes...te vi llegar...
Y sonabas en mi oído,
viajando al lugar más lejano
donde cada nota musical,
embriagaba con calor
mi ilusionado corazón...
Ay! Sino fuera por aquella
flauta travesera, con la que
caminé por las nubes.
Entre música de violines
me enamoré de ti, por primera vez.
Como ese primer beso que iluminó, de estrellas el firmamento.
Como esas horas de pasar el tiempo presenciando un reloj de arena.
Música que llena de vida las horas muertas... De emociones, sentimientos, alegría, nostalgia, melancolía, o recuerdos...
Música es poesía... Un canto al alma.
Al son de SUSANA NÁSERA
Me
danzas,
bailas,
me
debes,
tienes.
Siente
la música en tu piel.
Despertando
sentidos,
reflejando
sueños que se amordazan en la intimidad.
Se
invocan nuestras caderas
al son
de la musicalidad
reflejando
el rumbo que viene y va.
Desde los árboles, Tu sombra y Música para el olvido de CARMEN MEMBRILLA OLEA (Guadix)
Desde los árboles
La ciudad espera
El otoño cruzará las montañas
y acabará instalándose en este septiembre abstracto...
lento...
cercano...
Las tardes desaparecen para siempre.
Amenaza la lluvia
Pero tu sonrisa es,
existe,
continúa,
permanece…
y atraviesa enérgica todas las líneas de los pentagramas.
Entretanto, los violines descansan
y aquellas partituras que fueron tristes
comienzan a caer desde los árboles.
El otoño cruzará las montañas
y acabará instalándose en este septiembre abstracto...
lento...
cercano...
Las tardes desaparecen para siempre.
Amenaza la lluvia
Pero tu sonrisa es,
existe,
continúa,
permanece…
y atraviesa enérgica todas las líneas de los pentagramas.
Entretanto, los violines descansan
y aquellas partituras que fueron tristes
comienzan a caer desde los árboles.
Tu Sombra
Esta luz tan esencial
renueva los vértices de mi memoria...
tan densa
tan desesperada
y acerca tu imagen nuevamente hasta mi rostro...
tan dócil
y habitado solo por mis gestos.
Siento restos de emoción
algún sentimiento líquido
dolor
y...
cuando las notas musicales.
se mezclan con tu sombra,
siento... una paz extraña.
siento... una paz extraña.
Ya nada ensombrecerá mis párpados
ni volverá a inclinarse jamás
sobre los lados húmedos del abismo.
Ya no habrá más lágrimas
ni huracanes blancos
ni vaho en los cristales.
A partir de ahora
el tiempo seguirá cayendo inclinado
sobre mis hojas de papel...
...y en ellas seguiré escribiendo
silencios y música para el olvido.
ni volverá a inclinarse jamás
sobre los lados húmedos del abismo.
Ya no habrá más lágrimas
ni huracanes blancos
ni vaho en los cristales.
A partir de ahora
el tiempo seguirá cayendo inclinado
sobre mis hojas de papel...
...y en ellas seguiré escribiendo
silencios y música para el olvido.
Tú, eres música de ANTONIA PILAR VILLAESCUSA RIUS
Pura sinfonía me ciñe en ese instante.
Quiero amarte al compás de esa suave melodía.
La puse para ti.
Solo para ti. Sellaré tus labios con ese beso deseado
que la música facilita la ocasión.
Son bellas notas de una triste canción.
Acordes de lamentos y desamor.
Yo te amaré amor.
Al margen de ese gran desamor
que suena en ese viejo tocadiscos,
y mientras suenen esas notas
entenderás mi pasión absoluta...
mi devoción por llenarme de ti.
Ese bello rincón
de tenue luz y sombras abrazadas
ese lugar buscado y esa perfecta melodía.
Cuando el sonido acabe
volveré de nuevo a sus notas
tres minutos, son poca cosa para amarte,
y esa canción es un poema
con voz excitante...
Ritmo suave de caderas
entrelazos de cuerpos ávidos
abrazos de dos enamorados...
¿Existe algo más bello?
Una melodía encadenada
que me une a ti
como la yedra mojada....
No quiero que acabe
quiero seguir bailando a tu lado
pegada a ese abrazo interminable...
Ruego que el reloj se pare
que la vida se eternice... Es un instante frenético de efusión,
el que yo siento en ese instante…
Incluso morir en tus brazos sería
un acto de amor
que me transporta esa música incitante
con sus bellas palabras rotas de pasión.
Autora: Antonia Pilar Villaescusa Rius. (Barcelona).
Quiero amarte al compás de esa suave melodía.
La puse para ti.
Solo para ti. Sellaré tus labios con ese beso deseado
que la música facilita la ocasión.
Son bellas notas de una triste canción.
Acordes de lamentos y desamor.
Yo te amaré amor.
Al margen de ese gran desamor
que suena en ese viejo tocadiscos,
y mientras suenen esas notas
entenderás mi pasión absoluta...
mi devoción por llenarme de ti.
Ese bello rincón
de tenue luz y sombras abrazadas
ese lugar buscado y esa perfecta melodía.
Cuando el sonido acabe
volveré de nuevo a sus notas
tres minutos, son poca cosa para amarte,
y esa canción es un poema
con voz excitante...
Ritmo suave de caderas
entrelazos de cuerpos ávidos
abrazos de dos enamorados...
¿Existe algo más bello?
Una melodía encadenada
que me une a ti
como la yedra mojada....
No quiero que acabe
quiero seguir bailando a tu lado
pegada a ese abrazo interminable...
Ruego que el reloj se pare
que la vida se eternice... Es un instante frenético de efusión,
el que yo siento en ese instante…
Incluso morir en tus brazos sería
un acto de amor
que me transporta esa música incitante
con sus bellas palabras rotas de pasión.
Autora: Antonia Pilar Villaescusa Rius. (Barcelona).
La música y su magia de ESNEYDER ÁLVAREZ (Medellín-Colombia)
El
silencio me perturba,
la
soledad me agobia,
la
tristeza me abruma,
de
repente una dulce melodía nacida de una guitarra enciende mis sentidos,
el
resonar de una batería hace mover mi pie con armonía,
el
admirable sonido del piano eriza mi piel,
la alegre letra de dicha composición llena de
satisfacción y emoción mi corazón
el
silencio se va,
la
soledad se espuma,
la
tristeza se disuelve,
la
música en su magia mi vida envuelve.
La Música (poema videomusical)de CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN (Guadix), selección de imágenes por PEDRO PASTOR SÁNCHEZ (Albacete).
Solamente
tú llenas
todo
el espacio gris
de
mi silencio
y
acabas ocupando
esta
soledad quieta
secretamente
mía.
Tu
mirada de acacia
se
desliza en las cosas
y
en las cosas me escondo
para
sentir tus notas.
Soliviantas
el aire.
Estremeces
el agua.
Embrionarios
deseos,
sin
forma todavía,
turban
tu periferia.
Crecen
en tu camino
enorme
lejanías.
El ocaso terrible
de
un beso inexistente
será
nuestro secreto,
cuerpo
de brisa,
sortilegio
de piel
desconocida.
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COMPOSICIONES MUSICOVISUALES
Composiciones de RARFAEL MARRUECOS HERNÁNDEZ
Tuya es mi sonrisa de PABLO GIMÉNEZ
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CUENTOS
Murmullo organizado que invadió mi casa y desde entonces hechizada de PEDRO CASAMAYOR RIVAS.
A María Blázquez
Do-mingo y
las 12 en la Catedral; la cara bien lavada, zapatos blancos y sotana roja, el
espectáculo semanal comienza entre las cuerdas vocales de un coro de niños uniformados;
algunos con pecas saltarinas, rectos flequillos, otros abrigados por la pelusa
negra de bigotes mancebos y luego los mayores, en posesión del lujo de lo
cotidiano. Allí mi música tenía 6 años, pensaba sólo en jugar y no en la
estricta disciplina de ensayos, conciertos, misas y más ensayos. Lo bueno del
método, el acompañamiento de mi música por talantes de influyentes feligreses:
desde la dulzura de Mozart a la fuerza de Händel, de la espiritualidad de
Victoria a la profundidad de Bach, de la Santa Cecilia de Gounod a la Creación
de Haydn. Partituras escritas a mano, (no había Wifi) y sin embargo la
comunicación se desbordaba en nuestro mundo siempre a capella.
Re-pertorio
de canciones en ramilletes que cada día devoran más tu intimidad sólo en manos
de las diosas de la naturaleza y del ruido de las calles. Y es que la música
vive en el rayo de la tormenta que acalla el cortejo del ruiseñor, en las manos
de los hombres en los melonares, en la sacudida de un paseo de chicharras, en
la noche de la montaña que ya ha comido al sol, en el vuelo de los pájaros
dueños de térmicas y campanarios, en la danza acostumbrada del pecho de tu amor
dormido junto a ti. Mi música vive ahora en la cima de la montaña, en la
perfección de la amistad, ya es mayor de edad.
Mi-radas en pentagramas, directas al centro de tu
corazón para exaltar las maravillas de un mundo raro. De un mundo, mi mundo,
acompañado cada minuto por ritmos que me llevan a la posible amistad entre la
paz y la guerra, al beso callado de ortodoxos tirabuzones y pañuelos palestinos,
a tambores africanos en trance y violines en góndola, al blanco del derviche en
busca del equilibrio y el negro de curas locos de amor. Mi música me ha jurado
fidelidad eterna, goza de la madurez segura de mi lealtad.
Fa-do,
blues, jazz, gregoriano, reggae, flamenco, pop, rock, punk, góspel, celta,
heavy. Músicas antiguas, música para bodas, músicas eléctricas, música de
muecines, músicas relajantes, músicas del Mundo. Cada una de un color, con un
aroma, con un sabor, con lágrimas, con sangre, con agua bendita, que brotan de
un tambor, de un piano, de una guitarra, de una flauta, que llaman a la
oración, al orgasmo, al silencio, a la mañana, al encuentro de todas las
culturas.
Sol-fear para
salvar los obstáculos de un tiempo sin valores pero sí lleno de percusión de
palabras, colgadas en la partitura de un beso. Musicar tu vida, unas veces en
clave de sol para perderte en su laberinto de espiral, otras sentado viendo el
amanecer a los pies de una inflada corchea y su medio tiempo y otras acariciando
pianissimo tu sentimiento de pertenencia a una tierra dentro de un cuerpo
también de tierra.
La-tidos
en la rima de sus notas, que te ayudan a saltar los atascos que la vida te va
destapando. Desde la tristeza te acompaña prudente y tierna, llorando tu misma
pena. Si buscas el retiro libre del mundo te da refugio sin preguntas, ni
monedas. Cuando la felicidad te toca, ella se desborda en tu interior y ya
no paras de sonreír, te vacía de extrañas sombras. Hasta dicen que la uva
engorda, que el almendro florece, que la mazorca da más granos si a su lado la
música canta.
Si-lencio
agradecido y vital entre compás y compás, momento en que los dedos en el piano
flotan antes de tentar cada tecla, respiración profunda antes de comenzar la
tonada, lapso entre la última nota de un concierto y el primer aplauso, instante
de vacío total al amanecer, los pájaros todavía duermen, es la hora en que el
éter vence a la materia.
Eso es la Música.
Antes, muchísimo antes de que vosotros (los humanos)
hubieseis siquiera intentado ponerme un nombre, yo ya existía. No me mal
interpretéis, y perdonad mi falta de modestia; pero es así. Existí, existo, y
existiré siempre…, y para siempre. Existiré cuando no haya nada sobre la Tierra
y cuando el tiempo y el espacio no sean nada.
Pues fui el primero en aparecer y seré el último en hacerlo. Estaré ahí
cuando ya no haya nada. Nadie.
Soy lo que soy desde el principio. Hay quien pensaba que nací
en la garganta de un pájaro. Otros, los más indecisos y poetas, dijeron que lo
hice a partir de un copo de nieve al caer al suelo. Paparruchas. Yo nací, estoy
seguro, escondido en el giro alambicado de los astros. Soy parte del río que
acaricia traicioneramente la roca, desgastándola. Y era parte de la roca y de
las herramientas con las que me tallaban los hombres antes de nombrarme, aunque,
eso sí, sabiendo ya de mi existencia. Pertenezco a las gotas de lluvia justo en
el momento de ser lluvia, y pertenezco a las alas de los pájaros, y de los
reactores. He vivido fuera y dentro de los árboles; y vosotros, los humanos, me
habéis hecho surgir dándome mil formas casi siempre curvas. Y os habéis ayudado
extrayendo, y alargando, y trenzando las entrañas de los animales para pulsarme,
o hacerme vibrar, o hacerme brotar desde vuestros pensamientos. Perdonad de nuevo mi inmodestia, pero es por
mí, gracias a mí, que habéis hecho de tripas corazón.
Soy una parte de la parte, soy todo y no soy nada. Habéis
procurado darme sentido y escribirme. Cuando me reconocéis, comprendéis que no
existo. Quisierais saber de mi existencia; pero vuestros oídos de humanos no me
aprecian en forma de ondas. Sin ellas yo no podría existir, y sin mí, ellas
tampoco.
A veces me despreciáis. Pocas veces sembráis sobre mí las
alabanzas y proezas. Lo más, alguna vez,
alguien me ruega.
Poco tengo que decir,
esa es mi condición. Pues mi nombre es silencio.
Tras el cristal del escaparate, aquella Fender
Stratocaster blanca semejaba la escultura de una deidad resguardada en una
vitrina. Llevaba meses desviando cualquier ruta, cuando iba hacia el centro,
para pasar ante ella y dejarme llevar hasta el éxtasis en su contemplación,
sentía como si mis dedos se escurriesen entre sus cuerdas, formando notas,
acordes, arpegios que mágicos ascendían hasta el infinito para formar un dúo en
el Parnaso con el mismísimo Jimi Hendrix. Pero como cada día, un día más, los
sueños sueños son y regresaba a casa con las manos en los bolsillos, evitando
el molesto frío de febrero y, sobre todo, los sabañones que impidieran poder
manejar las cuerdas de mi guitarra made
in Korea que imitaba a mi diosa, aunque con un sonido chirrión y a veces
espeluznante, pero ni mis padres podían, ni tampoco era su intención, comprarme
la maravilla blanca, ni los leves emolumentos que obtenía de las pequeñas
chapuzas que realizaba o los bolos de mala muerte con mi grupo, fuera de las
horas de instituto, alcanzaban para su rescate. Porque sí, era un rescate lo
que planeaba, porque poco a poco fue convirtiéndose para mí en una diosa
encantada y encarcelada en aquella hermosa celda de cristal, ¡tan hermosa
cuando las luces se proyectaban hacia ella al atardecer!
Cada vez mis
paradas contemplativas se fueron estirando, haciéndose más y más largas, y en
ellas escuchaba cada vez con mayor nitidez el sonido que expedían sus cuerdas
articuladas por mis dedos, que, sin saber cómo, eran capaces de traspasar la
barrera de vidrio del escaparate. Nuevas melodías, nuevas canciones, nuevos
solos iban surgiendo de la nada y quedaban grabados en un REC en mi cerebro,
convertido en una mesa de mezclas de todos aquellos mágicos sonidos. Luego, mis
dedos, al volver al refugio de los bolsillos del 501, estaban cansados y
sudorosos, mostraban el rastro inequívoco del esfuerzo y el cansancio; y cuando
salían del envoltorio para palpar a Eva, la blanca y dulcísima Eva, lo que
volvían a recorrer eran las curvas de la blanca diosa, sentía que el cuerpo de
Eva era su cuerpo y me abstraía con su música, hasta que Eva se dio cuenta de
que no era con ella con quien yacía, fue consciente, y con toda la razón, de mi
infidelidad, de haberse convertido en un sucedáneo, comprendió que de quien
estaba realmente enamorado era de ella,
de aquella hembra de cuerpo blanco y curvas perfectas, de cuello largo y
esbelto, de pose de diosa y de voz muda pero repleta de musicalidad. Se fue, me
dejó, pero no me dejó sólo, me dejó con ella,
con ella para siempre, mi verdadero y único amor, tan a mano y tan inalcanzable
tras su palacio de cristal, iluminada al oscurecer con los fogonazos de un
sueño imposible pero palpable a la vez.
Ya no eran paradas,
eran horas y horas ante su venusta figura, me hablaba, nos hablábamos con
maravillosos sonidos, con ritmos que nadie más podría comprender, estábamos
hechos el uno para el otro sin duda. Y así pasaron semanas, meses, estaciones…
hasta que un atardecer de primavera desapareció. ¡Me la habían robado! De
seguro que la habían secuestrado sin su consentimiento, porque ella me quería a mí, tan sólo a mí, a
nadie más. Sólo entre ella y yo se producía ese único –nuestro– lenguaje y era
del todo imposible que me hubiese abandonado. Yo sabía que no podría sobrevivir
sin mí, como yo tampoco lo podría sin ella.
Pasaban las noches
y mi lecho permanecía despierto guardando su hueco. Ya ni estudiaba ni hablaba
con nadie, mis padres estaban preocupados, me mandaron a un psiquiatra del
seguro, que no comprendía nada y lo único que sabía hacer era rellenar recetas
para trocarlas por pildorillas que sólo sabían aturdirme, adormecerme, intentar
que dejara de pensar en lo que había perdido como si jamás hubiese existido,
pero yo sabía que ella seguía en el
mundo, que sufría por mí como yo por ella… ¡Dios sabe qué penalidades pasaría en
otras manos! ¡Cómo sufriría sintiendo el tacto impúdico de otros dedos! ¡Verse
violada una y otra vez por alguien a quien no amaba!
Una mañana arrojé
el alijo de barbitúricos por el váter y pulsé el botón de la cisterna. Debía
seguir adelante sin dejarme embaucar por gurús de despacho, había de
convertirme en paladín y lanzarme presuroso al rescate triunfal de mi dama, no
podía haber otra alternativa. Aparecí a primera hora por la tienda de
instrumentos musicales, al traspasar el umbral sonó la campanilla, eran las
campanas que albriciaban el inicio de la liberación. Apareció tras el pulido
mostrador un señor regordete y calvo, con gafitas de metal, y con la cortesía
del traidor me soltó un «buenos días, ¿qué desea?». Él sabía lo que deseaba, lo
sabía, pero esgrimía su cinismo para despistarme, era cómplice sin duda del
secuestro definitivo, él, que la había mantenido hechizada tras la urna mágica
de cristal, que no pudo impedir nuestra relación. Le agarré de las solapas y lo
mandé al otro lado del mostrador, le abofeteé y con los ojos henchidos en furia
le increpé violentamente: «¡cabrón!, ¡dime donde está!, ¿adónde la habéis
llevado?». Él me miraba aterrorizado y estupefacto, pero yo sabía que me
engañaba, ¡bien que lo sabía!, y a pesar de que repetía una y otra vez qué a
quién me refería, nunca consiguió que cayese en la trampa. Yo le espetaba una y
otra vez: «ella, ella, ella…» Y él se
mantenía firme en su aparente incomprensión.
Lo hice. No tuve más remedio que hacerlo.
Lo torturé. Le até con las cuerdas de un bajo y lo introduje en la trastienda,
tomé los platillos de una batería y comencé a producirle heridas con ellos, al
principio más leves, luego más profundas, pero seguía sin darme pistas, no me
dejó más alternativa que atravesarle el pulmón, oí los chasquidos de las
costillas, con una flauta travesera. La sangre manaba a borbollones e inundaba
todo, recorriendo desde mis manos a mis codos… y no había conseguido nada. La
desesperación atornilló cada una de las células de mi cuerpo y, justo cuando
comenzaba a escuchar un sonido como de sirena, no sé, acercándose, fue cuando
mis ojos se desviaron a la esquina más oscura de la trastienda. Allí había una
funda impoluta de guitarra, herméticamente cerrada y arrinconada, me dirigí
hasta ella, la abrí… y un fulgor de luz cegó mis ojos… Sí, era ella, ella escondida, encerrada en un
sarcófago, no cabía la menor duda de que los celos hicieron que la encerrasen
allí, en ese terrible castigo, alejada de mi vista, de mis manos, de mi
espíritu… pero ya era mía, volvía a ser mía. La abrecé, la besé, la amé. Ella
me correspondía. Ya éramos uno solo, cuando un esbirro del mal irrumpió, sí,
los poderes ocultos son terribles e inagotables. Irrumpió con un arma en la
mano. Yo tan sólo le grité: «¡no!, ¡a ella no!, ¡dispárame a mí, cabrón!». Y lo
hizo.
Ahora no sé dónde
estoy, pero estoy para siempre con ella, y Jimi y yo por fin hemos formado un
dúo. No hay nadie ni nada capaz de superar la magia de nuestro sonido. No
articulamos ningún lenguaje, este testimonio es una excepción, únicamente nos
comunicamos con notas, es la música la que habla y nosotros la escuchamos… la
escuchamos, nos escuchamos, y somos felices.
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PINTURA E ILUSTRACIONES
La música amansa a las fieras de PAUL REY (Albi-Francia)
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