La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

viernes, 16 de febrero de 2024

Presentación del poemario "Cosmogonía del caos", por Rosa Berbel.

 


Revista Ahorateleo
Editada en Guadix, Granada por Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte "La Oruga Azul"
ISSN  2952-5721

¿Qué puede hacer la poesía ante la destrucción de nuestro mundo? Diría que esta es la gran pregunta estética y política a la que nos asomamos en el siglo XXI. En el contexto de la crisis climática, ante fenómenos como la destrucción de los territorios, la pérdida de la biodiversidad o el calentamiento global, la poesía se presenta como una observadora lúcida de lo que está aconteciendo, pero también, y lo que quizá sea más importante, en un disparador para la imaginación de otros mundos posibles, más sostenibles y justos. De esta encrucijada, que nos ocupa como artistas y como ciudadanos, es de la que se hace cargo este último poemario de Carmen Hernández Montalbán. Un libro de absoluta oportunidad, que combina la aspiración política con el vuelo poético, dos virtudes que no siempre van de la mano.

La poesía ecológica, un género literario que ha cobrado relevancia en las últimas décadas, surge como respuesta a la creciente conciencia de la crisis medioambiental y la necesidad de expresar la relación entre lo humano y lo no humano. Sus orígenes se remontan a movimientos literarios del siglo XX, cuando los poetas comienzan a explorar la intersección entre la ecología y la expresión artística.

Aunque la ecopoesía surge aparejada a la progresiva consolidación del ecologismo como movimiento político articulado, lo cierto es que no viene de la nada. Hay una tradición larga en la relación entre poesía y naturaleza: la poesía ecológica germina en movimientos literarios precedentes, como el Romanticismo. Digamos que hay un momento en el que se produce la transición entre la poesía romántica y lo que hoy ya consideramos netamente como poesía ecológica, marco dentro del cual este libro parece integrarse.

Cosmología del caos se abre con una cita elocuente de Thomas Berry, significativa a propósito de lo anterior: “El mundo natural es la comunidad sagrada más grande a la que pertenecemos. Dañar esta comunidad es disminuir nuestra propia humanidad”. En ella se apuntan ya algunas palabras clave que funcionan como sostén de la poesía ecológica en general y de este libro en particular: la naturaleza, la idea de comunidad, la humanidad y lo que queda fuera de ella. El libro se estructura en tres partes, bien diferenciadas entre sí pero que contribuyen a un libro orgánico: Cogito ergo sum (Pienso, luego existo); In medio virtus (En el equilibrio está la virtud); y Alea iacta est (La suerte está echada). Tres máximas latinas que componen un tríptico en el que lo humano se pone en cuestión (¿qué nos separa del resto de las especies?), se representa el desequilibrio, y se asume, aunque con cierta rebeldía, que nuestro mundo está al borde del colapso, o directamente en el colapso mismo, por causas además bien identificables, causas materiales y sistémicas.

A lo largo de estas tres secciones, se suceden las reflexiones acerca de la creación, se intenta nombrar la realidad de otras formas, se pone en crisis el sujeto humano que habla en los poemas, y, en suma, se aborda el presente no desde la urgencia, como podría parecer, sino desde la reflexión pausada. Estamos ante una escritura depurada, pulida, que no renuncia a la belleza y a la altura intelectual a pesar de estar escrito en un marco de extrema incertidumbre y de quiebre radical de las expectativas.

Este poemario de Carmen Hernández Montalbán no solo se erige como una respuesta poética a la crisis medioambiental, sino que, como hace toda buena poesía, genera infinidad de interrogantes nuevos. Jugando con la tradición de la ecopoesía, pero al mismo tiempo proponiendo nuevos caminos, Carmen nos invita a explorar otros futuros.

 

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