La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 29 de marzo de 2021

PREMONICIÓN, por Dori Hernández Montalbán


Sevilla  22 de Diciembre de 1870. Casa de Julia Cabrera, primer amor del poeta Gustavo Adolfo Bécquer.

La mañana del 22 de Diciembre de 1870, Julia Cabrera, se había levantado inusualmente inquieta, envuelta en un misterioso halo. Había soñado con campanas doblando tristes y chicas, oyó que alguien la llamaba; el viento y la lluvia golpeaban los edificios. Un turbión de agua recia arrancaba de cuajo árboles y tejados. Escuchó el ruido de los arroyos, invadiendo las calles convertidas en ríos…

-Ayúdame Virgen Santísima del Amparo - Esto dijo para si, nada más despertar y poner los pies en el suelo. Al intentar descifrar aquel galimatías, un escalofrío le recorrió la espalda.

Julia se pasea intranquila por el salón de la casa. De repente le viene un aroma a jazmín ¿Cómo puede ser? ¡Es invierno…!

En ese instante suena la campanilla de la puerta de entrada, Julia se dispone a abrir, es Macarena, criada al servicio de la casa.

JULIA: Buenos días Macarena pasa, pasa mujer.

MACARENA Julia: Buenos días señorita. La noto un poco nerviosa…¿ Ocurre algo?. Perdone el retraso, pero no he tenido más remedio que pasarme por el barrio de San Lorenzo para dar un recado a mi tía Manuela  que, como sabe, está muy mayor…

(Julia la interrumpe y no la deja continuar)

JULIA: Está bien Macarena, no tiene importancia, vamos a sentarnos. Estaba esperándote ansiosa. (Macarena deja el mantón en el perchero. Se sientan.)

MACARENA: Usted dirá

JULIA: Esta noche, he tenido  un sueño muy extraño. Me he despertado muy nerviosa. Me ha parecido tan real…y al mismo tiempo tan sin sentido. Ahora mismo siento escalofríos.

(Macarena la interrumpe)

MACARENA: Con permiso señorita, le voy a traer algo para que se abrigue, hace mucho frio para que esté así.

(Macarena entra y vuelve a salir con algo de abrigo)

MACARENA: Póngase esto, se va a quedar helada.

JULIA: Gracias, Macarena.

MACARENA: Bien, ahora  continúe: ¿Qué es eso tan terrible que  ha soñado?

JULIA: Pues, he soñado que llovía mucho, a mares, una lluvia torrencial que anegaba calles y casas. La casa de Gustavo se caía a pedazos; ¿recuerdas que te hablé de Gustavo, mi único novio?.

MACARENA: Sí, sí lo recuerdo.

JULIA: Pues a su casa se la llevaban las aguas y el río Guadalquivir se llenó de lodo. Y después de que amainó la tormenta, los pájaros huían en bandadas. Luego comenzó a nevar.

MACARENA: Eso es que ha pasado usted frío, no se habrá arropado lo suficiente.

JULIA: Gustavo andaba perdido en una arboleda, toda cubierta de nieve y sujetaba entre las manos una golondrina herida.

MACARENA: ¡Qué cosas, una golondrina en invierno! Cosas de sueños señorita Julia.

JULIA: No, ha sido algo más que un sueño, Macarena.

MACARENA: Tonterías, señorita, supersticiones…, a ver si va a ser usted más supersticiosa que las gitanillas de Triana… que por cierto, no sabe usted la que han organizado con los números, que según ellas, iban a salir en “el gordo”, pues no han dado una. El número me lo ha apuntado el lotero y lo tengo aquí, aquí está: el 09914. No ha salido ni uno de los números que habían vaticinado.

(Macarena, claramente, intenta distraer a Julia, pero esta sigue inmersa rememorando el sueño, como hipnotizada.)

JULIA: Gustavo estaba tendido a orillas del Guadalquivir, con las ropas mojadas como si una tromba de agua lo hubiera dejado varado. Tan joven, tan elegante… tan guapo, pero con los ojos muy tristes. Con un silencio mortal, escuchaba el murmullo del agua. Y algo más, nuestras cartas… ¡Dios mío, nuestras cartas! –Julia no puede contener el llanto. – en mi sueño he visto cómo ardían nuestras  cartas, atadas con un lazo celeste, Macarena, el mismo lazo que le regalé cuando marchó a Madrid.

MACARENA: ¡Qué cosas, señorita Julia, qué cosas! ¡Jesús del Gran Poder! No se preocupe, esto no ha sido más que un mal sueño.

JULIA: Luego lo he visto como cuando jovencito, pintando junto a su hermano Valeriano, pintando la luna llena.

(Macarena, sin dar crédito)

MACARENA: Pero, Señorita ¿Usted se cartea todavía con el señor Gustavo?.

JULIA: ¡No, no, por Dios, de ninguna manera! ¿cómo podría? Esas cartas de las que le hablo eran pequeños mensajes que nos mandábamos de jóvenes. Las escondíamos en lugares que sólo él y yo conocíamos, y de este modo nos comunicábamos. Las debió atar con aquel lazo celeste y me juró que las guardaría siempre, Macarena.

(Macarena se asoma al balcón al notar que la luz disminuye considerablemente.)

MACARENA: Señorita Julia ¿cómo puede ser que ya haya oscurecido?.

JULIA: No ha oscurecido Macarena, esto es una señal, es un eclipse. Tenemos que ponernos en contacto con Estanislao, él sabrá que es lo que ocurre. Vamos, ayúdame a arreglarme Macarena.

(Macarena se dispone a peinarla y recogerle el cabello como de costumbre).

VOZ EN OF: Becquer murió en Madrid a las 10 de las mañana del 22 de diciembre de 1870. Media hora después, “los invisibles átomos” del aire de Sevilla, ese aire y ese cielo que ninguna otra ciudad del mundo pudo igualar jamás, comenzaron a apagarse. Hacia las doce menos cuarto de la mañana Sevilla oscureció totalmente su cielo –aunque sólo por unos segundos- sobre el que apareció brillante, altísima, como un último homenaje, la cruz del Sur.

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