La Oruga Azul.
viernes, 16 de febrero de 2024
AHORATELEO, revista literaria. Número 5. febrero de 2024.
Entrevista a Salvador Perpiñá, autor de "Koniec".
Háblanos un poco de ti.
Entrevista a Angélica Morales, autora de "La casa de los hilos rotos".
Háblanos un poco de ti.
Nací en Teruel pero soy oscense de
adopción. Me considero artista porque la creatividad forma parte de mí vida,
una herramienta con la que me enfrento al mundo. Desde niña he escrito y he
actuado, digamos que el arte corre por mis venas. No he tenido una infancia
feliz y supongo que lo que hago es escribir una y otra vez mis heridas, buscar
de alguna manera la luz. Soy poeta, narradora y directora teatral. Soy zurda y
disléxica, así que siempre he tenido que esforzarme el doble para entender las
cosas. Sin embargo esa peculiaridad me ha conducido a explorar otros ángulos
dentro de mi pensamiento, una manera muy peculiar de ver lo que me rodea. Me
atraen las costuras, lo invisible, los silencios que gritan. Me apasiona lo
viejo, lo que nos cruje dentro del pecho, los laberintos que se esconden en
nuestra sangre, esos recuerdos que se quedan tapiados en una ventana donde la
vida ha dejado de pasar. Me emocionan las mujeres solas, las tejedoras de
sueños, las niñas heridas.
Creo que escribo lo imperfecto, esa
belleza frágil pero que al mismo tiempo resiste.
¿Qué podemos encontrar entre las páginas de La casa de los hilos rotos?
Por encima de todo la historia de
Otti Berger, una pionera, la diseñadora textil más destacada de la Bauhaus.
Durante la novela podremos conocer su vida, sus amores, su trabajo artístico,
su paso por una de las escuelas de arte más vanguardista de Alemania antes de
la Segunda Guerra Mundial. Viajaremos por la Europa de entre guerras.
Conoceremos artistas olvidadas, la amistad entre Otika y Mercé Ribó. Hay
secretos de familia, amores imposibles y mucho arte.
En la verdad. Está escrita con el
corazón. Me he documentado mucho con respecto al contexto histórico y la
escuela de la Bauhaus está muy vivida, es decir, he intentado plasmar su
espíritu libre, vanguardista, absolutamente innovador. No había mucho material
biográfico de Otti Berger y he tenido que inventar su vida en muchos momentos,
pero eso me ha permitido conocerla mejor, he podido parirla, he recorrido todos
los caminos y penas de su vida hasta el momento de su muerte. Con la novela he
intentado hacer justicia, he sacado de las sombras la historia de una mujer
artista enterrada en la desmemoria. Así que su escritura para mí ha sido un
acto de justicia y de amor infinito. Por otra parte he ideado una compañera de viaje para Otika, Mercé
Ribó, una burguesa catalana que se convertirá en discípula y fiel amiga. La
fuerza de la novela radica en el deseo
de las protagonistas de ser fieles a ellas mismas, de buscar su camino, en el
arte y en la vida aunque ello tenga consecuencias terribles. También hay una necesidad
de sanar heridas en el caso de Mercé Ribó y su historia paralela. Es una novela
de búsqueda, de arte y de amor.
¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera
publicación hasta esta última?
Un escritor nunca llega a ser
escritor porque siempre anda escribiéndose en el camino, aprendiendo a hacer
mejor su oficio. Le lectura nos abre puestas, nos da herramientas, nos alimenta
y enriquece para que luego, como escritores, podamos crecer en cada página en
blanco. No concibo mi vida sin leer y tampoco sin escribir. Cuando empecé creía
que lo sabía todo. Luego tuve un tiempo en que desesperé porque no sabía nada.
Lo importante para mí en este mundo es darme cuenta de que no importa la meta
sino el camino. Y ese camino de la escritura debe ser placentero. Mi intención
es poco a poco ir encontrando mi impulso creativo, mi voz, y no juzgarme. Creo
que escribir es fracasar constantemente y tener el deseo de volver a escribir
para fracasar de nuevo. Aún sigo pensando que no he escrito mi mejor obra. La
poesía me enseñó a ser libre dentro del poema y dentro de una novela. Escribo
fundamentalmente para emocionarme y para emocionar a los lectores.
¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
Acabo de terminar la lectura de
“Tesis sobre una domesticación” de la escritora argentina Camila Sosa. Es el
segundo libro que leo de ella porque me apasiona su forma de escribir, es
brutal, fresca, provocadora y verdadera. Me hiere. Y eso es lo único que le
pido a un autor cuando elijo un libro, que
me que hiera, que me duela, que no me deje indiferente, que me pellizque el
alma y me den muchas ganas de escribir para superar eso tan maravilloso que he
leído.
Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Yo nunca dejo de escribir. Estoy
trabajando en mi segunda novela pero aún no puedo adelantar nada. Solo diré que
de nuevo hay mujeres heridas y de nuevo las emociones nos van a abrazar, tanto
y muy fuerte.
Entrevista a Rafaela Hames Castillo, autora de "El alma de la rosa"
Háblanos un poco de ti.
¿Qué podemos encontrar entre las
páginas de El alma de la rosa?
El alma de la rosa, se publicó en
la primavera del pasado año en la Colección Manantial de Poesía del
Ayuntamiento de Priego de Córdoba, es el último de los nueve títulos de mi
autoría que hasta ahora han visto la luz y quizás el que alberga un contenido
netamente más duro. Es un libro dedicado a muy diversos aspectos del
sufrimiento y por tanto a esas vivencias de las que todo el mundo huye. Podemos
encontrar entre sus páginas diversos perfiles humanos que viven sus
particulares derrotas. En él se cuestiona la amabilidad de la vida pasando por
la enfermedad hasta el rechazo a la muerte. Se reflexiona también sobre la
andadura del ser humano que habita en las sociedades modernas y a su vez sobre
la andadura del tiempo como transformador de la materia; también la muerte,
como condición inherente a la vida, tiene en esta obra una parcela que la
dignifica pese a la frecuencia con que se ve rehusada.
¿En qué ingrediente reside la
fuerza de este libro?
Pienso que es precisamente en la intensidad
con que se experimentan las vivencias anteriormente expresadas y a cuanto de
catártico tiene su contenido.
¿Cómo describirías tu trayectoria
de escritor desde la primera publicación hasta esta última?
Como uno de los mejores factores
que conforman mi vida. Decir que escribes pero que no aspiras a publicar es
absurdo: si alguien emprende un proceso de comunicación es porque existe la
voluntad de que éste se complete en su contrapartida, es decir, que haya un
receptor. Muchas veces somos nosotros mismos los destinatarios de ese mensaje
porque tratamos de explicarnos los misterios que encierra todo cuanto
percibimos, es por este motivo que lo considero como una de los mejores
ingredientes que me conforman, publique más o publique menos. Este recorrido me
ha brindado la oportunidad de crear lazos de amistad y de hondo afecto, de
conocer la obra magnífica de muchas y muchos autores, así como su universo
creativo, mantener conversaciones de lo más interesantes, desarrollar un
crecimiento estético, nutrir esa inquietud por el descubrimiento que nos puebla
y, ha favorecido, esto es muy
importante, que cultive y alimente mi identidad creadora porque el mundo, la
vida, sin un ápice de creatividad debe ser algo muy opaco; finalmente, añadir
que también he ido validando el espíritu crítico.
El balcón en invierno y, en
consecuencia, El huerto de Emerson, de Luis Landero.
¿Por qué lo elegiste?
Por la sugerente fascinación que
encuentro en la prosa de ambas obras donde todo, a pesar de la posible
nostalgia que pueda aparejarse a la rememoración de los tiempos pasados, cobra
una vitalidad inusitada rebosante de poesía, orden, armonía y gracia. Son dos
obras como muchas otras, verdaderamente sanadoras.
Y ahora qué, ¿algún nuevo
proyecto?
Siempre hay nuevos proyectos pues
la poesía que reside no sólo en los poemas, es sustento fundamental para que la
vida sea aún más grata: Lecturas, música, naturaleza (que jamás falten) y cuando
es posible, debido a las muchas tareas con que el día a día nos obsequia, dar
forma y cohesión a nuevos títulos sin prisa y disfrutando de la pausa.
Entrevista a Juan Manuel Gámez Baena, autor de "Ahora que lo pienso"
Háblanos un poco de ti.
El dedo en la llaga de un jardín herido, por Carmen Hernández Montalbán.
El
tema medioambiental está cobrando fuerza en la literatura actual. Los efectos
del cambio climático son ya una realidad palpable; especialmente los del
calentamiento global del planeta. Esta realidad nos lleva a una reflexión no
exenta de grandes niveles de frustración al ver cómo las políticas en materia
de medioambiente a nivel internacional no son lo suficientemente contundentes
para abordar de una vez por todas el problema. El jardín herido, la novela de Rafael Ruiz Pleguezuelos que obtuvo
el XXXIX Premio Jaén de Novela, es un ejemplo de esa inquietud por el medio
ambiente. Pero, además, sabe plantear el tema con gran creatividad y pericia.
Mónica,
la protagonista de la novela, es una mujer joven que vive en Madrid y que se
dedica al negocio de las flores junto con su socio, Javi. Lo que comienza como
una ilusión, la floristería Florarium, paulatinamente se va transformando en hastío
al considerar la naturaleza artificial e industrial de algo que paradójicamente
alude a la vida. Y es que, por cada flor cortada, se emite a la atmósfera tres
kilos de CO2, aparte del impacto que causa al medio ambiente su transporte. Su
inquietud por el asunto la lleva a acudir a reuniones de grupos ecologistas en
los que únicamente se habla del tema sin hacer nada. Su protesta en una de
estas asambleas la conduce a contactar con un grupo radical que promueve
acciones de impacto.
La
importancia de esta novela, fuera de su vertiente crítica ecologista, está en la
singularidad con la que el autor ha estructurado su obra, atendiendo a la
naturaleza evocadora de las flores y su campo semántico. Cada capítulo es como
una piedra arrojada a un estanque en el que sus ondas nos amplían el sentido, a
veces metafórico, de los títulos. En ella, Rafael nos sumerge en el lenguaje de
las flores: aquella forma de comunicación criptológica de la época victoriana
en la que los diferentes tipos de flores y sus colores tenían un mensaje
simbólico que expresaba un sentimiento, una emoción, etc.
La
metaliteratura también está presente en la obra, porque en ella se explora la
presencia de las flores en la obra de Federico García Lorca. En este capítulo
que él titula atinadamente “Flores en las fosas”, además de introducirnos en la
obra excepcional del poeta granadino, nos advierte del uso político que se ha
estado realizando con la figura del poeta, asesinado en los primeros días de la
Guerra Civil española; cuando tal vez se debería haber incidido más en la
grandeza de su talento y en la pérdida que ha supuesto su temprana muerte para
la literatura española.
Es
formidable la capacidad de Pleguezuelos para estimular el debate en esta
novela, construida de manera tan magistral e inteligente.
Con
el capítulo “Perder la flor” se analiza el sentido machista de la expresión que
ha hecho poca justicia a las mujeres a lo largo de la historia: abrazar al mundo ha significado para la
hembra, durante demasiado tiempo, caminar hacia la desgracia, dar pasos de
suicida, dice el autor.
Esta
es una novela sembrada de reflexiones para el lector que hacen del ejercicio de
la lectura una delicia y hace poner en marcha su capacidad crítica, cualidad
escasa en los tiempos que corren, abrumados como estamos por la explosión de la
información y sometidos por la manipulación de los medios de comunicación.
Presentación del poemario "Cosmogonía del caos", por Rosa Berbel.
¿Qué puede hacer la poesía ante la destrucción de nuestro
mundo? Diría que esta es la gran pregunta estética y política a la que nos
asomamos en el siglo XXI. En el contexto de la crisis climática, ante fenómenos
como la destrucción de los territorios, la pérdida de la biodiversidad o el
calentamiento global, la poesía se presenta como una observadora lúcida de lo
que está aconteciendo, pero también, y lo que quizá sea más importante, en un
disparador para la imaginación de otros mundos posibles, más sostenibles y
justos. De esta encrucijada, que nos ocupa como artistas y como ciudadanos, es
de la que se hace cargo este último poemario de Carmen Hernández Montalbán. Un
libro de absoluta oportunidad, que combina la aspiración política con el vuelo
poético, dos virtudes que no siempre van de la mano.
La poesía ecológica, un género literario que ha cobrado
relevancia en las últimas décadas, surge como respuesta a la creciente
conciencia de la crisis medioambiental y la necesidad de expresar la relación
entre lo humano y lo no humano. Sus orígenes se remontan a movimientos
literarios del siglo XX, cuando los poetas comienzan a explorar la intersección
entre la ecología y la expresión artística.
Aunque la ecopoesía surge aparejada a la progresiva
consolidación del ecologismo como movimiento político articulado, lo cierto es
que no viene de la nada. Hay una tradición larga en la relación entre poesía y
naturaleza: la poesía ecológica germina en movimientos literarios precedentes,
como el Romanticismo. Digamos que hay un momento en el que se produce la
transición entre la poesía romántica y lo que hoy ya consideramos netamente
como poesía ecológica, marco dentro del cual este libro parece integrarse.
Cosmología del caos se abre con una cita elocuente de Thomas
Berry, significativa a propósito de lo anterior: “El mundo natural es la
comunidad sagrada más grande a la que pertenecemos. Dañar esta comunidad es
disminuir nuestra propia humanidad”. En ella se apuntan ya algunas palabras
clave que funcionan como sostén de la poesía ecológica en general y de este
libro en particular: la naturaleza, la idea de comunidad, la humanidad y lo que
queda fuera de ella. El libro se estructura en tres partes, bien diferenciadas
entre sí pero que contribuyen a un libro orgánico: Cogito ergo sum (Pienso,
luego existo); In medio virtus (En el equilibrio está la virtud); y Alea
iacta est (La suerte está echada). Tres máximas latinas que componen un
tríptico en el que lo humano se pone en cuestión (¿qué nos separa del resto de
las especies?), se representa el desequilibrio, y se asume, aunque con cierta
rebeldía, que nuestro mundo está al borde del colapso, o directamente en el
colapso mismo, por causas además bien identificables, causas materiales y sistémicas.
A lo largo de estas tres secciones, se suceden las
reflexiones acerca de la creación, se intenta nombrar la realidad de otras
formas, se pone en crisis el sujeto humano que habla en los poemas, y, en suma,
se aborda el presente no desde la urgencia, como podría parecer, sino desde la reflexión
pausada. Estamos ante una escritura depurada, pulida, que no renuncia a la
belleza y a la altura intelectual a pesar de estar escrito en un marco de
extrema incertidumbre y de quiebre radical de las expectativas.
Este poemario de Carmen Hernández Montalbán no solo se
erige como una respuesta poética a la crisis medioambiental, sino que, como
hace toda buena poesía, genera infinidad de interrogantes nuevos. Jugando con
la tradición de la ecopoesía, pero al mismo tiempo proponiendo nuevos caminos, Carmen
nos invita a explorar otros futuros.