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Mi nombre es Miguel Arnas
Coronado y vivo en Cájar, Granada. Nací en Barcelona en 1949. Sin alcanzar la
categoría de anciano, me acerco. Mi afición a la literatura, porque afición es,
me viene de antiguo. Me fui a vivir a Guadix en el 80. Allí encontré tiempo
para escribir, meditar y encontrar a mi amor. En el 89 nos vinimos a vivir a la
capital. En el 2003 publiqué mi primera novela, que era la tercera escrita por
mí, Bajo la encina, en la colección
Granada Literaria del Excmo. Ayto. de esta ciudad. En el 2007 se me concedió el
premio Ciudad de Guadalajara de novela por Buscar
o no buscar, que fue publicado por Ediciones Irreverentes. En 2010 fui
premiado con el Francisco Umbral de Majadahonda por la novela La insigne chimenea, que se publicó en
editorial Everest. La editorial granadina Nazarí me ha publicado dos novelas: Ashaverus el libidinoso y Nos. La editorial granadina Artificios
publicó mi libro de poemas en prosa Piano
en pájaro, en tanto fue la editorial madrileña Adamaramada la responsable
de publicar otro poemario semejante, El
árbol. La editorial Port Royal me publicó la continuación de Ashaverus, que
titulé Ashaverus el creador. Además,
guardo en mi disco duro 13 novelas inéditas. He participado en unos cuantos
libros de cuentos de autoría común, así como he colaborado con críticas y
reseñas en algunas revistas. En 2016 ingresé como miembro de número en la
Academia de Buenas Letras de Granada, y fue en el seno de ella que publiqué la
novela Concierto triste para trío y coro.
Siempre termino este tipo de biobibliografías con la frase siguiente: confieso
que he escrito y leído como el lujurioso confiesa que fornicó.
- ¿Qué significa para usted la lectura y la
escritura?
Se escribe porque se lee. También
acostumbro asegurar que, por haber sido profesor de dibujo técnico, y por
tanto, de geometría, sé que un plano se define, entre otros conceptos, por tres
puntos. Pues bien, el plano de mi vida se define por los siguientes: la
literatura, la música y el amor. Sin ellos mi vida carecería de sentido. Leer
es discutir con las personas más inteligentes de la historia. He dicho discutir
porque al leer uno puede o no estar de acuerdo con lo que el autor asegura,
incluso puede entusiasmarle o disgustarle la forma en que lo dice. Respecto a
escribir, a veces es una forma de ahorrarse el psiquiatra con la llamada
autoficción. Otras, cuando uno se inventa mundos, es manera de vivir muchas
vidas. Mis personajes son mis amigos y también platico con ellos.
- Cite los títulos de algunos libros con los que
ha disfrutado y cuéntenos el motivo.
Siempre se evoca
el goce último, pero trataré de evitarlo. Al principio leí mucha novela. Luego me
decanté también por el ensayo. He leído abundante filosofía, tal vez porque mis
estudios no fueron humanísticos sino tecnológicos y ese defecto de formación
académica me hizo rebuscar en lo que espiritual y psicológicamente me motiva.
Disfruté con Rayuela, de Julio
Cortázar. He adorado los diarios (Radiaciones
y Pasados los setenta) de Ernst
Jünger. Juan Goytisolo, Benito Pérez Galdós, Max Aub y, desde luego, todo
Cervantes. Recomiendo mucho a un novelista español aún vivo y en activo:
Gonzalo Hidalgo Bayal. Me encantó leer a fondo al filósofo Eugenio Trías y a la
pensadora María Zambrano. En Historia me encanta la de la cultura, es decir,
aquella en la que se cuenta la forma de vida de la gente corriente y la
evolución de las artes, la ciencia y la tecnología. Mi última lectura de veras
arrebatadora a este respecto ha sido Los
europeos, de Orlando Figes. Y dejo sin mentar un ciento, pues como soy muy
enamoradizo, enumerar todos mis amores sería imposible. La cultura, decía
Nietzsche, es producto de la casualidad, o dicho de otra forma, del boca a
boca. Y yo hago mucho caso de determinados amigos o revistas literarias que me
recomiendan esto o lo otro.
- ¿Cree que los certámenes literarios son
catalizadores fiables de la buena literatura?
Como he dicho anteriormente, he
ganado dos premios literarios. Son fiables los pequeños, los que convocan
algunos Ayuntamientos o Diputaciones. En cierta ocasión hablé con una persona
que había ganado el Planeta y me confesó abiertamente que es un premio
adjudicado con anterioridad: a esta persona “le encargaron un Planeta” meses
antes de que se fallara a su favor. En ninguno de los dos que gané me conocía
nadie, y en el Francisco Umbral de Majadahonda estaban en el jurado nada más ni
nada menos que Soledad Puértolas, Fernando Sánchez Dragó y Luis Mateo Díez. Lo
malo de estos premios es que la organización paga al autor y al editor y este,
a menudo, se desentiende de obra y escritor por la simple razón de que ya han
cobrado, les compensa la edición. En el mundillo de las editoriales hay gente
honradísima y gente cuya honradez parece un trapo percudido. Y no debemos
olvidar que, también en cuestión cultural, darle a la gente lo que quiere es
puro populismo, demagogia, ese gran mal que afecta a nuestra sociedad.
- ¿Qué opina del mundo editorial en la actualidad?
Ya he apuntado algo en la
anterior respuesta. Son mejores las pequeñas que las grandes. Planeta, por
ejemplo, ha dejado de publicar libros, si no son los de su afamado premio. Ya
posee otras editoriales que se dedican a ello. La edición es un negocio. A
veces es un negocio heroico, pero no podemos creer que un editor se arruinará
por publicar a alguien desconocido. Se lee muy poco. Vender libros en España
hoy es casi tan difícil como vender calefactores en el trópico. De modo que con
cada publicación el editor se la juega. Tusquets, por ejemplo, publica libros
mediocres y vendibles para poder editar maravillas menos rentables. O
Acantilado. Normalmente, con las editoriales pequeñas el autor se compromete a
vender un mínimo de tantos ejemplares. Si no consigue venderlos, el autor
deberá comprar el resto de ese mínimo. Hablo de los editores honestos. Luego
están los que te cobran la edición más su ganancia, así, descaradamente, y
luego, tú espabila. Una edición de un desconocido en una editorial pequeña
puede alcanzar en nuestro país a los 200 o, siendo muy optimistas, los 500
ejemplares. En Francia, en las mismas circunstancias (desconocido y editor
pequeño), se alcanzan con facilidad los 10000. Y pienso que un país que no lee,
un país inculto, jamás será un país rico, y si lo es, le durará poco.
- ¿Cuál es, en su opinión, la brújula de un buen crítico
literario?
Con franqueza, no tengo ni la más
remota idea. Ya he dicho que mis estudios académicos no fueron del ámbito de
las humanidades, de modo que lo que aprendí sobre lo literario lo hice por mi
cuenta. Las críticas o reseñas que he escrito las elaboré siguiendo mi gusto,
fueron construidas con el corazón, apenas con la cabeza. No tengo método ni
brújula. Sé lo que me place y también lo que me aburre o deprime por falta de
calidad, y con eso escribo como quien habla con un amigo para convencerlo de
que lea esto o aquello.
- Cite sus libros y diga con pocas palabras qué
puede encontrar el lector en cada uno de ellos.
De mis dos libros de poemas en
prosa creo que puede sacarse belleza y pensamiento, o cuanto menos eso intenté.
Bajo la encina habla de un fracaso,
alguien que quiere cambiar el mundillo que lo rodea y no lo logra: es, más o
menos, un trío amoroso. La insigne
chimenea, es crítica social y política mezclada con sentido del humor que
raya en la ridiculización. Soledad Puértolas me dijo que se había reído mucho
con ella. Buscar o no buscar es casi
novela negra con una crítica mordaz al terrorismo y al fundamentalismo político.
Los dos Ashaverus son la crónica de
la curiosidad y el riesgo, mezclada con otra de mis obsesiones: el judaísmo y
la Cábala, a los que añado el erotismo. Nos
es la memoria de la Transición española desde la óptica de la enseñanza: narra
el proyecto de un instituto (lo que luego se institucionalizó en la reforma
educativa de 1990, la llamada LOGSE) que fracasó por culpa de las disensiones
entre el profesorado (el peor enemigo de la izquierda política es la izquierda)
y por falta de tiempo: una enseñanza como debería ser esa requeriría una
dedicación de 25 horas al día. Sé que más de uno se reirá de esto, pero estoy
convencido de que es cierto. En el Concierto
triste traté de explayarme en el detalle de un ser humano. Cuando ya la
hube escrito me percaté de que había retratado a ese hombre que María Zambrano
definió como el exiliado o el idiota (no se tome este término en el sentido de
majadero sino en el de alguien separado de la sociedad, no por decisión propia
sino ajena, el que es alienado por los demás).
Por último solo quiero agradecer
a esta revista la oportunidad de expresar mis inquietudes literarias. De lo dicho
anteriormente se deduce que si algo deseo es ser leído (las posibles y
probablemente inexistentes ganancias económicas me importan un bledo), y estas
entrevistas pueden ser plataformas para hacer que a alguien le pique la
curiosidad y me lea. Gracias.