La Oruga Azul.

La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),
jueves, 19 de junio de 2025
AHORATELEO, revista literaria. Número 12. junio de 2025.
Entrevista a José Luis Raya, autor de La turbulenta vida de Sandra Almodóvar.
Háblanos un poco de ti
Nací en Guadix en 1963 y mis recuerdos no son de un patio de Sevilla, sino de un cerro árido ubicado en la zona alta de la humilde calle San Marcos. Allí me sentí arropado y querido por abuelos, tío y primos que vivían muy cerca de la casa cueva donde nací. Como éramos una familia sin recursos, leía y releía con voracidad los escasos libros que encontraba esparcidos por cualquier rincón. Mi tío Miguel me socorría con algún libro de su, para mí, amplísima biblioteca. Ahí surgió mi pasión por la lectura y la escritura, por eso me hice profesor de Lengua y Literatura, si bien me hubiera gustado ser escritor y vivir de esta tarea. Muchos son los llamados y pocos los elegidos. Mi formación fue lenta debido a esa escasez de recursos; sin embargo, fueron los clásicos de nuestra literatura los que alumbraron mi camino. Otro día contaré la notoria arbitrariedad de las grandes editoriales para contratar a “esos elegidos”. Es una pena que haya grandísimos escritores (-as) en la sombra de este caprichoso mundo editorial.
¿Qué podemos encontrar entre las páginas de La turbulenta vida de Sandra Almodóvar?
Se trata de la biografía novelada de una artista trans que se está convirtiendo en un icono de una época dura y turbulenta, cuajada de homofobia y transfobia. Sandra Almodóvar fue encarcelada sencillamente por querer ser mujer. Su vida, atormentada y apaleada, fue ensartada también por momentos hilarantes, de lo contrario no hubiese entendido que hubiera sobrevivido tanto tiempo. Este mundo puede ser tan maravilloso como cruel.
¿En qué reside la fuerza de este libro?
En la fuerza del amor. A pesar de todo el odio que a Sandra se le transmitió con todo tipo de insultos, vejaciones y golpes, ella lo transformó en amor. Ella desprendía optimismo, vitalidad, dulzura y amor. Lo que más he admirado era la actitud que mantenía ante un mundo que la había pisoteado. Sandra nos ha dado una lección de vida.
¿Cómo describirías tu trayectoria?
Yo parto de un lema: escribe lo que a ti te gustaría leer. Y de otro mucho más importante: si se desea captar nuevos lectores y mantener los que vas consiguiendo, has de mantener un cierto equilibrio entre información, entretenimiento y reflexión. Debemos pensar que nuestro libro tiene muy serios competidores, desde las RR.SS. hasta las plataformas digitales, televisión o los videojuegos. Algunos de mis lectores me aseguran que cuando llegan a casa, después del trabajo, no enchufan el televisor, sino que continúan con la lectura. Esta es mi principal motivación. Ahora he concluido este libro que se diferencia de los anteriores en que se trata de una biografía novelada. Como ya lo hiciera Truman Capote en A sangre fría, he ido entrevistando, analizando documentos o contrastando. Lo difícil ha sido ensamblar toda la información recopilada para crear una novela adictiva y de calidad literaria. Este es el objetivo que persigo en toda mi obra. Reto conseguido.
¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
Suelo leer varios libros a la vez, últimamente no me centro en uno solo. Soy un poco promiscuo en este sentido. Suelen ser de géneros diferentes: novela, ensayo o poesía. Me gusta ir descubriendo nuevos autores y regresar a los que son mis amuletos: Murakami, Muñoz Molina o Saramago entre otros. Los escritores debemos tener estos autores fetiche que nos ayuden a progresar estilísticamente sobre todo. Por ello estoy ahora deleitándome con el libro de relatos “Vicisitudes” de Luis Mateo Díez: una verdadera joya literaria.
¿Algún nuevo proyecto?
Como algunos saben, he sido siempre un seguidor del género fantástico y de terror, así que retomaré la novela corta de terror gótico que dejé aparcada para iniciar la biografía novelada de Sandra Almodóvar, cuyo título provisional es La aldea muerta, ambientada en el norte de España durante las guerras carlistas. A continuación, he pensado iniciar una novela de testimonios y entrevistas centrada especialmente en hombres homosexuales casados con mujeres. Hablando con algunos de ellos, consideré que sus vidas son perfectamente novelables, al menos formalmente como relatos. Cada entrevistado ocupará un capítulo, será su propio personaje, dueño de su historia y podrá aparecer con su nombre real. Hay algunas historias tan tormentosas y atormentadas que merecen ser leídas o escuchadas. Otras se resolvieron de una forma increíble y otros siguen casados y muy felices, demostrando que el amor es mucho más flexible y poliédrico de lo que creemos o nos han hecho creer.
Entrevista a Ángel Olgoso, autor de Madera de Deriva.
Háblanos un
poco de ti.
Me temo que soy un tanto pudoroso
y poco dicharachero. Podría resumirme diciendo que soy un escritor por escrito
-poco dado a las actividades extras propias últimamente del gremio- que comenzó
con la poesía a los doce años y que luego escribió relatos desde los diecisiete
hasta los sesenta, unas setecientas narraciones en total. De hecho, creo que me
he dado a luz a mí mismo, literariamente, tres veces, son como tres caídas del
caballo camino de Damasco: en 1973, interno en La Salle, descubrí la luz y la caricia
de la palabra poética; en 1978, en la casa paterna de Cúllar Vega, fui
inoculado por el virus infeccioso del relato; y en 2020, en La Zubia, dije
adiós a la ficción y acogí al género híbrido (al que ya había tanteado con
anterioridad en bastantes ocasiones). Para abundar un poco en este tema tan
poco interesante, uno mismo, podría añadir que siempre he considerado a la
realidad como una ordinariez, más aún, como un veneno, y la literatura o la
creación artística como su antídoto, junto con la dulzura de los afectos
humanos; que me fascina la imaginación y la extrañeza, es decir lo excepcional;
y que adoro la belleza del lenguaje, del idioma tornasolado y bien aquilatado,
de las palabras vivas o muertas. En definitiva, me esfuerzo de buena gana en pensar
cosas en las que pienso que los demás no pensarán.
¿Qué
podemos encontrar entre las páginas de Madera
de deriva?
Podría definirlo como un ‘collage’ literario,
un prisma de universos verbales decantados y fronterizos, una obra miscelánea
-como su título indica- donde conviven crónicas viajeras, apuntes ensayísticos,
especulaciones singulares, el negativo de relatos posibles que nunca fueron
escritos, evocaciones, entradas de diccionario, apólogos, viñetas de
perplejidad sensorial y metafísica. Este volumen híbrido explora la tensión
entre el mundo exterior y un yo de vibración discreta, con menos ataduras y
liberado ya del corsé de la ficción pero con la exigencia estética de siempre.
“Madera de deriva” es una apuesta inclasificable por lo disperso y marginal,
por el brujuleo de lo íntimo, por la búsqueda de nuevas posibilidades creativas
y conceptuales. Libros del Innombrable, la exquisita y heterodoxa editorial
aragonesa que lo ha publicado, califica el libro certeramente como “textos
libres, irónicos y profundamente literarios”. Y Eloy Tizón, en la
contraportada, habla de humor melancólico, de “un modelo de cuento desabrochado
y libre en el que no escatima los juegos con la Historia y la ciencia, la cita
culta y oportuna ni la imaginación metaliteraria”.
¿En qué
ingrediente reside la fuerza de este libro?
Creo que en dos componentes. Por una parte,
en la absoluta libertad que me ha proporcionado el no estar sujeto por las
bridas y convenciones de la ficción, en el placer que me ha procurado experimentar
intelectualmente, expandir los límites narrativos, dar rienda suelta a mi gusto
por la epigrafía (el arte de las citas), dejarme llevar por cualquier registro
o textura, por cualquier especulación literaria, social o metafísica. Y, por
otra parte, en el hecho de que “Madera de deriva” vaya a contracorriente de
mucho de lo que se publica en la actualidad. Tanto es así, que quizá podría
fantasearse con una faja publicitaria del siguiente jaez. “Un libro para los
que gustan de la literatura que sabe a literatura”.
¿Cómo
describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta
última?
Ha sido una corriente continua que se inició
en la niñez por compulsión propia y que ha fluido casi sin interrupción, con
breves períodos de estiaje. Echando la vista atrás, veo coherencia y, al mismo
tiempo, evolución. Me da también la impresión de que he escrito muchísimo, una
veintena de libros. Una barbaridad teniendo en cuenta que siempre me he visto
obligado (aún hoy) a arañarle desesperadamente tiempo al trabajo alimenticio,
teniendo en cuenta que me cuesta muchísimo esfuerzo escribir (mi técnica de la
taracea lingüística es lenta y minuciosa, hay relatos que he tardado meses,
años e incluso décadas en terminar), y teniendo en cuenta por último que en lo
personal hay que arrancarme las palabras con tenazas de sacamuelas. Y si al
corpus de relatos se le une el centenar de ‘collages’ (“Nocturnario”), los tres
libros misceláneos (“Tenue armamento”, “Un unicornio fuera de su tapiz” y
“Museos imaginarios”), el poemario de haikus (“Ukigumo”) y la labor patafísica
(“Los Escarbadientes Espirales del Institutum Pataphysicum Granatensis”), me
considero moderadamente satisfecho, aunque todo ello -como es natural- no se
haya traducido en un alegre número de lectores.
¿Cuál fue
el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?
Acabo de releer por tercera vez “Juan Benet y
el aliento del espíritu sobre las
aguas”, de Eduardo Chamorro. Algo intrigante, gozoso, hipnótico, me vuelve a llamar cada cierto tiempo para que
retome de nuevo sus páginas; ignoro si
el cebo reside en el memorable protagonista, en el estilo, la estructura, la
voz del narrador o en la amalgama de todos esos elementos. Quizá se deba a que
no es sólo un riquísimo sumatorio de los veinticinco años de amistad entre Eduardo
Chamorro y Juan Benet. No es tampoco una biografía ni un trabajo crítico sobre la obra de este
último, sino una evocación que mezcla -en una deslumbrante coctelera- el
retrato jovial y paradójico de esa
figura excepcional de mente y lengua afiladas, el relato del ambiente literario
de Madrid entre los años setenta y ochenta con reflexiones
de altura sobre la poética benetiana. Un auténtico alarde.
Y ahora
qué, ¿algún nuevo proyecto?
Espero seguir publicando los seis volúmenes
de mis relatos completos, recopilados temáticamente, en la editorial Eolas. Un
proyecto de envergadura que cuenta
con prólogos de escritores españoles e hispanoamericanos de primer orden. Tras
“Bestiario” (relatos protagonizados por animales o relacionados con ellos),
“Sideral” (relatos de ciencia ficción o con cierta vibración de la misma) y ”Estigia”
(relatos sobre la muerte), vendrán "Holobionte", (relatos sobre el
prójimo y la sociedad), "Ánfora" (relatos de ambientación histórica)
y "Maelstrom" (lo fantástico y las manifestaciones culturales).
Confío también en publicar algún día
“Mirabilia”, un librito de textos entre lo poético y lo ensayístico que
intentan fijar esos elementos maravillosos, esas sensaciones que aún atesora el
mundo -o incluso el prójimo- en tiempos como estos, a primera vista tan
hórridos y destemplados.
.
Entrevista a Marina Tapia, autora de Mixtura.
Háblanos
un poco de ti.
Nací en una ciudad muy
particular, en Valparaíso, un enclave con una geografía única: puerto en
movimiento continuo, casas amontonadas subiendo por sus cuarenta y dos cerros,
decadentes caserones estilo inglés, escaleras interminables, perros callejeros
por doquier, ‘arte a cielo abierto’ y curiosos funiculares (ascensores). Creo
que el paisaje siempre marca. Era un mundo de estímulos, de colores y de
cúmulos, la mayor parte del año, grises, un espacio que tendía a la nostalgia,
donde en las radios de las micros se escuchaba música desfasada, de la ‘nueva
ola’, donde todavía existían ‘emporios’ y locales de aspecto decimonónico o
bares de ambiente marinero. Nací dentro de un pasado detenido. Y siempre estuve
rodeada de arte y de libros. Mi padre y mi madre se conocieron en la escuela de
Bellas Artes y son pintores y poetas. Nosotros, sus hijos, tuvimos la suerte de
que nos inculcaran el arte desde pequeños, y de poder desarrollarlo en
comunidad, en familia, en diversos talleres y grupos. El arte era un acto
cotidiano. Esta base es la que tengo, y sobre ella se ha ido construyendo mi
andadura poética. Gracias a mis padres y a su entorno, aprendimos a cultivar la
observación detenida de lo que veíamos, a tomar siempre apuntes en libretas que
se llevaban a todas partes, a tener una rutina de lectura, a ser críticos con
lo realizado, a disfrutar con la creación. Es extraño haber crecido en esa
burbuja de creatividad en plena dictadura. El golpe de estado había hecho
fracasar la floreciente época cultural que vivieron mis padres: la de la
canción popular con Víctor Jara y Violeta Parra a la cabeza. Yo ya nací en
dictadura. Hay un verso de mi libro “Corteza” que, de alguna manera, me define
y quizá engloba a toda una generación: “soy esa conjunción de mis dolores / el
vuelo sobre el cielo del fracaso”.
Volamos desde el dolor de lo real a través del arte. Un proyecto social
e igualitario que aplacó Pinochet… pero el canto, la música de protesta de sus
canciones jamás murió. Después, ya en los noventa, parte de nuestra familia
emigró a Madrid, y luego cada uno ha cogido su propio rumbo: Granada, París,
Berlín, Vigo… Creo que lo artístico y el hecho de cambiar de lugar (con todo el
camino de aprendizaje personal que eso conlleva) es lo más determinante y es lo
que nos define como familia y también de manera individual.
Una amplia muestra de los diez
poemarios que he publicado hasta el momento. De cada libro se recogen más de
veinte poemas. Y cuenta además con un bellísimo y muy completo prólogo de Juan
José Castro. Es una destilación de mi trabajo creativo en el área de la poesía.
He intentado que todas las temáticas que he cultivado estuvieran presentes: la
identidad femenina, el silencio y la palabra, la naturaleza, el amor y el
erotismo, la errancia y la plástica.
Esta mixtura, esta fusión de
sustancias interiores, creo que puede dar cuenta de lo que me ha importado
siempre: la búsqueda de una voz propia, el deseo de trabajar el lenguaje con
mimo, la importancia que doy a los ritmos y a la musicalidad, la necesidad del
entorno natural y salvaje para encontrar nuestro lugar en la poesía y en el
mundo, y la mirada hacia la otredad, hacia los seres humanos hecha con atención
y empatía.
¿En qué ingrediente reside la
fuerza de este libro?
Creo que a pesar de su variedad
de temáticas, todas ellas se hermanan en una voz asombrada ante lo observado,
un lirismo muy atento a los cinco sentidos, que otorga más plasticidad a los
versos. Muchas amistades escritoras dicen que mi poesía es muy sensual y,
algunas veces, con un erotismo muy marcado. Creo que este libro a pesar de
contener diez trabajos con distintas claves posee un sutil hilo conductor, que
es, según mi opinión nada objetiva: la vibración de la voz poética al
contemplar el mundo. Siento que hay algo vivaz, no estático, una búsqueda
contante. Pero lo más bonito es que los lectores me digan cuál es la fuerza de
este compendio. Son las opiniones de ellos las que importan y que, espero, me
vayan llegando tras su lectura. Ya se sabe que una vez publicado un trabajo ya
no te pertenece, los libros viven de una manera única y particular en cada
persona que los lee.
¿Cómo
describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta
última?
Es posible que haya ido ganando
más seguridad a la hora de escribir. Atreviéndome a ser más conceptual y
hermética. Con “Piedra que mengua”, no estuvo tan presente la consideración de
ser entendida, cercana. Me dejé llevar, fue un rapto. Este último tiempo, me he
atrevido con el soneto que siempre impone mucho, y he experimentado con poesía
visual, voy dejándome llevar. No hay nada que demostrar. Sólo me acuna esa
fascinación por las palabras, ese deslumbramiento de siempre. Voy escuchando a
la que dentro de mí habla. También tengo que destacar y agradecer vivir con un
gran escritor como lo es Ángel Olgoso. Él es un referente continuo para mí, su
independencia, su manera de afrontar la escritura y la lectura, con tantísima
entrega y responsabilidad, me nutren cada día. Soy una privilegiada.
¿Cuál fue el último libro que
leíste? ¿Por qué lo elegiste?
A raíz de ver un documental sobre
Ana María Matute (Imprescindibles de RTVE), caí en la cuenta que me faltaba
leer alguno de sus libros. Así que acabo de terminar “Algunos muchachos”, una
obra densa, que deja estela. Esa manera suya de mezclar la crueldad del ser
humano con la inocencia es única. Es como exponer un pecho desnudo y rozagante
junto a otro tapado. Es increíble cómo expone las fricciones de la emoción con
un pensamiento aprendido. Es como si
desembocaran, en un mismo embalse, ríos opuestos. Muestra el contraste entre
clases sociales que tan bien armonizan; como si nos dijera: todos somos hijos de
un instinto de supervivencia primitivo. Por eso los lectores nos vemos
reflejados en personajes tan diversos y contradictorios: no hay negro sobre
blanco ni blanco sobre negro, sólo mixtura humana. En su literatura nada es
grave ni categórico, aletea una risa sutil, una ironía mansa que agradecemos.
Su prosa tiene flecos. Tiene compuertas desdibujadas donde podemos entrar, si
queremos, para hacer nuestras propias interpretaciones. Este conjunto de
relatos tiene finales inesperados, nada tópicos. Simbología. Un lugar para las
preguntas.
Y
ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?
Sí, he estado terminando las
ilustraciones de un libro de poesía infantil que he escrito. Este proyecto lo
tengo hace bastante tiempo en marcha, desde Óbidos, pero he ido aumentándolo y
perfeccionándolo, también ‘probando’ mucha de sus poesías con el alumnado de
los colegios a los que voy. Mi deseo era que cada poema tuviera su ilustración.
¡Y ya por fin las tengo todas! Todo hecho a mano por supuesto, sin ayuda de
ordenadores o de IA, jejeje. Me ilusiona muchísimo ver este libro publicado,
poder regalárselo a mi sobrina Minagua (a la que está dedicado), poder
hermanarme con tantos otras poetas que admiro que hicieron un espacio a la
poesía infantil, además de la dirigida a los adultos, como mis queridas
Gabriela Mistral, Gloria Fuertes y Angela Figuera Aymerich. A veces siento que
la escritura es también amor hecho palabras, y yo siento mucho cariño por ese
niño que todos llevamos, ese inventor, ese mago, ese ‘rimador’, ese fabulador que
siempre persiste en cada uno. Quisiera que este libro lleve imaginación y risa
a quien lo lea.
El relámpago en el jazmín o la trashumancia de las almas, por Carmen Hernández Montalbán.
Antonio Enrique nos ha obsequiado a los lectores con
un libro originalísimo, tal como ya nos tiene acostumbrados. Es una reflexión
en primera persona sobre la muerte y por ende sobre la vida. Con el sugestivo
título El relámpago sobre el jazmín, nos
introduce en el misterio de la reencarnación entendida como la trasmigración
del espíritu en un nuevo cuerpo tras la muerte biológica.
El
relámpago sobre el jazmín es
la bella metáfora de la que se sirve para describir la experiencia consciente
de haber existido en otra vida. La luz, entendida como la revelación de algo de
gran trascendencia; el jazmín como el milagro frágil y efímero de la
existencia. ¿Quién no ha sentido alguna vez ese “déja vu”, esa sensación de
haber ya estado en un lugar que se visita por primera vez, de haber mantenido
la misma conversación o de haber conocido a alguien al que apenas acabamos de
conocer, la trasposición de las fichas del archivo de una memoria remota al
presente?
El autor, en su última obra, aun no se ha
desprendido de la etapa reflexiva autobiográfica en la que escribió sus
Memorias. Este es un libro marcadamente autobiográfico, pues en él podemos
adivinar en algunos de sus personajes, personas reales que forman o formaron
parte de su vida, lugares donde reside o residió, etc. El relámpago sobre el jazmín es una hibridación de diferentes
géneros: novela, biografía, ensayo y poesía. Se nos cuenta una historia en la
que el autor es el protagonista, pero además podemos conocer en ella detalles
de su vida, de sus apreciaciones, de sus creencias. En este libro perviven
ideas ya planteadas en algunas de sus obras, como es el caso de la novela La luz de la sangre en la que Antonio ya
inicia una incursión reflexiva acerca de la muerte y el más allá. El título de
esta novela ya es un símil de aquella. El lenguaje es cuidado y rico, como en
toda la producción literaria del autor, de un ritmo muy logrado, tanto que
cuando llegas al final tienes la sensación de haber estado escuchando una pieza
musical. El lenguaje poético está presente en toda la obra. Metáforas excelsas: Pero con lo que no contaba yo al borde del
abismo es con esa esfera de luz irredenta que estalla en las manos, y llaman el
alma; comparaciones extraordinarias y atinadas: El cuerpo se relaja tanto que se va distendiendo, como si tú fueras una
torre humana que se va derribando hacia dentro y los muros ceden... / Aquí se
queda el cuerpo también, como si fuera la muda de la piel de una serpiente
hecha un ovillo a tus pies. Esta obra en prosa no escapa al lirismo como
ocurre con todas sus obras, porque Antonio Enrique es en su esencia poeta, un
gran poeta.
Leer El
relámpago sobre el jazmín me ha hecho sentir ternura por la fragilidad de
todo ser viviente, asombro por el misterio de la existencia, que no es sino un
aprendizaje, una oportunidad para entender que no somos sino partículas de un
todo, estrechamente conectadas y dependientes, polvo de estrellas.
Reseña a los Cuentos de misterio en la Alpujarra, por Carmen Hernández Montalbán.
Hacía tiempo que no me sumergía en una lectura tan
amena e inquietante como la de esta colección de cuentos de Fernando de
Villena. La lectura, además de un recurso cultural y evolutivo es también un
placer. Y es que, como bien apunta Daniel Penac, “leer es uno de los pocos verbos
que no soportan el modo imperativo como amar o soñar”. La lectura tiene un
componente emocional espontáneo que nace del corazón, o no nace. Cuentos de misterio en la Alpujarra posee
esos ingredientes que atrapan al lector, también emocionalmente, pues tiene la
cualidad de hacernos empatizar con un personaje, sentir aversión por otro,
llorar, enfadarse, sentir entusiasmo, angustia, hacernos sonreír..., pero
además, tiene la capacidad de hacernos “sentir” en la acepción sensorial de la
palabra; nos hace ver mediante sus descripciones, ese paisaje agreste de la
Alpujarra, temblar de frío, percibir sus aromas; pues su prosa apela a nuestra
memoria sensorial, directamente conectada con las emociones.
Estos cuentos evocan a los clásicos, a las Narraciones inverosímiles de Pedro A. de
Alarcón; las Leyendas de Gustavo A.
Becquer; los Cuentos de terror de
Edgar A. Poe; Relatos de misterio y
suspenso de Charles Dickens o cualquier otros tradicionales que se contaban
al amor de la lumbre. Poseen las características propias del cuento de
misterio: presencia del elemento fantástico, creación de una atmósfera
opresiva, incertidumbre, tensión, verosimilitud, giros inesperados, etc. La
autenticidad de las historias la consigue Villena a través de su conocimiento
de los usos y costumbres del lugar, de expresiones de la zona, de esa previa
inmersión en el ambiente en el que suceden las historias.
Este libro es un imán que nos arrastra a conocer
estos pueblos ocultos, cuyos nombres ya desprenden vapores del inframundo: Soportujar,
Pitres, Pórtugos, Ugíjar, Torvizcón, Jorairatar, Carataunas..., impregnarnos de
esos ambientes rurales, de esos objetos sometidos a la intemperie como paredes
agrietadas y desconchadas, puertas carcomidas y bisagras oxidadas.
La mayoría de los cuentos se inspiran en mitos que
forman parte del imaginario colectivo de los pueblos: tesoros enterrados,
aojamientos, suicidios, aparecidos, brujas, crímenes no resueltos, etc. pero
con el sello distintivo del lugar en que acontecen, la Alpujarra.
Fernando de Villena se mueve como pez en el agua en
el género del cuento, sabe crear la atmósfera adecuada y agrega siempre esa
pizca de gracejo que propicia la complicidad con el lector. La lectura de este
libro es un disfrute que no te puedes perder.
Entrevista a Fran Ibáñez Gea, autor de "El páramo en estío".
Háblanos un poco de ti.
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lunes, 9 de junio de 2025
BASES DE LA CONVOCATORIA DEL V CERTAMEN DE RELATO BREVE "EL SOMBRERO DE TRES PICOS" 2025
martes, 22 de abril de 2025
AHORATELEO, revista literaria. Número 11. abril de 2025.
SUMARIO
ARTÍCULOS DE OPINIÓN:
Karma, de José Luis Raya Pérez.
Entrevista a Ángel Fábregas, autor de "Misteriosa madre"
Entrevista a Josefina Martos Peregrín, autora de "Cuentos desobedientes seguidos de Malabarismos.
Háblanos un poco de ti como escritora.
Desde la infancia mantengo la costumbre de observar a mi
alrededor, lo que sucede y lo que no sucede. No constituye un mérito especial,
mi timidez y mi deficiente adaptación al medio me han llevado desde siempre a
la introversión, al deseo de ocultación de mi persona para mirar desde
cualquier rincón. He sufrido por mi manera de ser, todavía me cuesta aceptarme;
si no hubiera sido por la literatura, y otras artes, no habría sobrevivido.
Para escribir preciso soledad, pero, a la vez, me ayuda a
vencer a la soledad, a salir de mí misma y comunicarme con el exterior, con
personas conocidas o desconocidas.
Trabajar buscando la belleza, la expresión justa, la palabra
huida, supone un privilegio que agradezco cada día, a la Vida, a ese Dios en el
que no creo, al Azar.
¿Qué podemos encontrar en este libro?
Cuentos desobedientes seguidos de Malabarismos comprende
en su primera parte, un conjunto de cuarenta y nueve narraciones de extensión
varia y carácter heterogéneo, con dos rasgos comunes: el afán de encarnar en
seres y circunstancias diferentes, y una prosa cuidada, adaptada al asunto.
En la segunda parte, “Malabarismos”, despliego un abanico de
textos muy breves nacidos de mi gusto por lo lúdico. Con el nombre de
“Aventurismos” designo a aquellos compuestos con palabras que reúnen las cinco
vocales, como el propio término “Aventurismo”. En “Rescates”, ayudándome del
diccionario de la RAE y el María Moliner, recupero palabras en peligro de
extinción, o tristemente extinguidas, para formar pequeñas historias.
¿Por qué elegiste ese título?
En primer lugar, elegí calificarlos como “Desobedientes”
porque prescindo de normas coercitivas a la hora de escribir relatos,
microrrelatos o narraciones de cualquier tipo. Miro en Internet y encuentro
innumerables decálogos: me niego a su aplicación. Las normas son útiles para el
principiante, pero no para quien, como yo, cuenta con un largo rodaje en el
campo de la narrativa.
En suma, son desobedientes porque los he escrito a mi
antojo, tomando en cuenta únicamente la eficacia expresiva, el ritmo y la
adecuación al motivo imaginado.
En cuanto a los “Aventurismos”, son puro juego, trabajo de
ingenio, pero también algo más: descubrimiento, recuperación, humor.
¿Qué aporta la literatura al mundo?
La literatura aporta verdad y ficción, testimonio y
fantasía. Y viajes en el tiempo; por ejemplo, leer el Conde Lucanor es la mejor
manera de visitar el siglo XIV.
Medios para expandir la personalidad, y para reducirla si la
tenemos demasiado crecida.
Compañía. Juego. Locura. Sensatez.
¿Si tuvieras que elegir un título para este texto, cómo lo llamarías?
Llegué sin reserva porque para eso
soy cliente habitual, pero no quisieron darme la única habitación que les
quedaba. A regañadientes me entregaron la llave y se ofrecieron a buscarme una
suite en otro hotel de la cadena, mas yo estaba muy cansado y subí sin hacerles
caso.
La decoración no era la misma de
las otras habitaciones: las paredes estaban llenas de crucifijos y los espejos
apenas reflejaban mis movimientos. Recién cuando me eché en la cama reparé en
la pintura del techo: un Cristo viejo y enfermo que me miraba sobrecogido. Me
dormí con la inexplicable sensación de sentirme amortajado.
Un clavo de frío me despertó, y
junto a la cama una mujer de niebla me dijo con infinita tristeza: «¿Por qué
has sido tan imprudente? Ahora te quedas tú». Desde entonces sigo esperando que
venga otro, para despertarlo con mis dedos de hielo y poder dormir de una vez.
Le pondría el título: Cliente fijo.
Entrevista a Olalla Castro, autora de "Mañana"
Háblanos un poco de ti
como escritora:
Aunque escribo desde que tengo uso de razón, nunca pretendí ser
escritora. Me dediqué a la música hasta los treinta y dos años, ocho de ellos
viviendo en Barcelona, y solo cuando se disolvió el grupo en el que cantaba me
planteé volver a Granada y retomar la tesis doctoral que en su momento había
abandonado. Al mismo tiempo, empecé a escribir poesía y armé mi primer libro, La
vida en los ramajes, que ganó el Premio Miguel Hernández. Eso ocurrió en
2013 y desde entonces la escritura se ha convertido en mi sostén económico y,
por tanto, en mi profesión. Me gusta decirlo porque los adalides de la pureza
estética se llevan las manos a la cabeza ante quienes nos consideramos obreras
de la literatura, trabajadoras de la cultura que, efectivamente, amamos nuestro
oficio, pero también dependemos de él para comer. Llevo doce años entregada a
los muchos trabajos que bordean lo literario (talleres, correcciones,
conferencias, artículos, prejurados, recitales…) y utilizando el dinero de los
premios que gano para seguir escribiendo.
Pero, al margen de
esto, hay una necesidad de escribir. Y una razón para hacerlo. En mi caso, principalmente escribo
para hacer del dolor algo soportable, pero, sobre todo, para colectivizarlo,
para convertirlo en algo que me conecta con las otras. Escribo para tocar con
mi dolor el dolor ajeno o, mejor, para entender que no existen un dolor propio
y otro ajeno, que nuestro grito es siempre el grito de muchas. En el momento en
que comprendes que no estás sola en el daño, ese dolor se politiza (se
convierte, por tanto, en una herramienta de transformación, revolucionaria,
capaz, efectivamente, de salvarnos). La escritura es para mí una forma de
interrogar a eso roto que somos y de denunciar las estructuras de poder de las
que esa herida colectiva surge. Me inscribe en el mundo y me hace entender que
no estoy sola en él. Me permite abrazar a las otras. En cierto modo, vuelve lo
inhóspito habitable.
Creo en la escritura como tejido sin
principio ni fin. Como decía Blanchot, estamos constantemente escribiendo el
mismo libro, un libro que siempre está por venir. Mirando mi escritura en
perspectiva, creo que hay unas preocupaciones teóricas, ideológicas y éticas
que atraviesan toda mi obra y la convierten en un único libro que no deja de
ampliarse, que crece sin voluntad de clausura.
¿Qué podemos encontrar en
este libro?
Mañana habla de dos mujeres que, en el borde del lenguaje y de la vida, buscan el modo de contar su historia. Virginia, antes profesora de Literatura en la Universidad de Barcelona, huye de su ciudad y de su propia lengua tras la muerte de su hija Moira para marcharse a China. Tras unos meses viviendo en Pekín, acaba instalándose en una cabaña cerca de los bancales de arroz de Yuanyang. De día, trabaja como jornalera y guarda escrupulosamente silencio. De noche, emprende la escritura de un diario para intentar salvarse. En ese texto aparecerán por igual el tiempo compartido con su hija Moira, su vida en China y sus reflexiones sobre el lenguaje, el dolor, la literatura, con las que Virginia trata de entender su propia herida. En paralelo, Sùyīn vive en la aldea en la que ha nacido y trabaja en los bancales de arroz a los que ha llegado esa extranjera silenciosa de la que nadie sabe nada. Está casada con un hombre al que odia y trata de sobrevivir a la violencia de su marido aferrándose a la caligrafía, la amistad y la figura fantasmática de la recién llegada. Cuando las voces y los cuerpos de ambas mujeres se mezclen comenzarán un proceso de reconstrucción, y el amor, como una chispa pequeña, prenderá en ellas, transformándolas.
Bordeando los límites entre la poesía, el ensayo y la narrativa, esta novela es, sobre todo, una indagación en el dolor y en la pérdida, en lo torcido del ser, en la insuficiencia o la impotencia del lenguaje para afrontarlos, en la búsqueda de lenguajes distintos (los del cuerpo, los del deseo, los del amor) donde sean posibles el encuentro, la reconciliación, la redención: esa astilla de paz a la que aspiramos todas.
¿Por qué elegiste ese título?
La clave de ese
título está en el propio texto. Mañana (míngtiān en chino) es la
palabra que usan las protagonistas para despedirse. Ellas evitan decirse adiós
cada vez que se separan y conciben esa palabra como una promesa de futuro,
depositan en ella su fe en el reencuentro. Así lo explica Sùyīn en el texto:
«Nos decimos míngtiān porque en el adiós siempre hay una muerte pequeña,
un duelo diminuto que no queremos hacer. Intentamos mantener lejos ese cadáver,
pues ya hemos llorado suficiente».
¿Qué aporta la literatura al mundo?
Pues depende de qué literatura. Lo literario es una institución de saber/poder más y no puede entenderse ingenuamente como un todo indistinto ni abordarse desde un pretendido idealismo humanista que a menudo da a luz una mirada acrítica y acomodaticia con respecto al mundo que habitamos. Siempre que alguien hace una loa a la literatura aferrándose a los valores ilustrados (poniéndola incluso por encima de la vida, tal y como ha pasado, por ejemplo, con quienes defendían la publicación de El odio estas semanas), le recuerdo que Mi lucha de Hitler es también literatura, como lo son La Biblia o los tratados médicos que durante siglos justificaron con pretendidos argumentos científicos la inferioridad de las mujeres o defendieron la animalidad de las personas racializadas.
El concepto de
literatura, como nos enseñó Juan Carlos Rodríguez, es un concepto blanco,
patriarcal y burgués que surgió en la Modernidad y que demasiadas veces ha
actuado como correa de transmisión de la ideología del poder, sirviendo para
apuntalar los sistemas de opresión/explotación en torno a los que el mundo se
levanta. Es una noción histórica, lejana a la universalidad con la que han
pretendido revestirla. Por tanto, no hay una literatura sino infinitas
literaturas, tantas como textos, que apuntan hacia espacios éticos, estéticos e
ideológicos muy distintos.
A mí la literatura que
me interesa es la que, lejos de invisibilizar esa huella de la explotación
capitalista, colonialista y patriarcal, la saca a la luz. La literatura que me
ayuda a entender el mundo en toda su complejidad, señalando las trampas del
poder y apuntando hacia otros mundos posibles. Como marxista, me interesa la
literatura que es de un modo u otro revolucionaria. Esa literatura no ha de
tematizar forzosamente lo político, pero sin duda está atravesada por ello (un
poemario de Anne Carson o de Chantal Maillard me parecen en ese sentido igual
de iluminadores que el teatro de Bertolt Brecht o un ensayo de Angela Davis).
¿Si tuviera que elegir un título para este texto cómo lo llamarías?
Llegué sin reserva porque para eso
soy cliente habitual, pero no quisieron darme la única habitación que les
quedaba. A regañadientes me entregaron la llave y se ofrecieron a buscarme una
suite en otro hotel de la cadena, mas yo estaba muy cansado y subí sin hacerles
caso.
La decoración no era la misma de
las otras habitaciones: las paredes estaban llenas de crucifijos y los espejos
apenas reflejaban mis movimientos. Recién cuando me eché en la cama reparé en
la pintura del techo: un Cristo viejo y enfermo que me miraba sobrecogido. Me
dormí con la inexplicable sensación de sentirme amortajado.
Un clavo de frío me despertó, y
junto a la cama una mujer de niebla me dijo con infinita tristeza: «¿Por qué
has sido tan imprudente? Ahora te quedas tú». Desde entonces sigo esperando que
venga otro, para despertarlo con mis dedos de hielo y poder dormir de una vez.
Lo llamaría "La habitación"