SE LAMENTA EL TIEMPLO, por Isabel Rezmo



Se lamenta el tiempo en los dedos,
haciendo de la sentencia el  interrogatorio
de un sueño.

Almacena en el calendario
las ausencias limítrofes
con el cuerpo y tus labios,
peligran enmarañados en mi cintura.

Madrigueras que  deshacen  la boca
cubierta de cenizas, cuando la ceniza es polvo
que jalea en  la brasa.

Se lamenta la golondrina en el  aire de Mayo,
se lamenta del cambio de estación  que sufre
el latido, bajo la sal de la tierra invicta.

Se lamenta el surco, las hojas  del jazmín,
cuando aletea en la noche instigando  al amante,
dejar su lado cóncavo por el lado convexo.


SE LAMENTA EL TIEMPO, por Antonio Morillas Jiménez.




Se lamenta el tiempo
que espera luz en la casa,
donde verá sus ojos
en espejos que abrazan el mar,
en mujeres de Sorolla
que esquivan flores mustias en la playa,
en incas de piedra que desfilan
en el estante
junto a elefantes de ébano
que dan la espalda a la puerta.

Y verá sus manos en la diosa de terracota
que volvió del sueño
en un anticuario de Creta
y vuelve a lamentar
los pasos perdidos.

Son guardianes de historias inconclusas
sobre los puentes del agua
- Praga o París -,
bajo los arcos del aire
- Roma o Berlín -.

Y desgrana sueños
mientras la palabra se despeña en los labios
para estrellarse en la espuma
y bosteza
     en los arrabales del día
- los ojos cubiertos de harapos -.

Nace un grito.

(En el aire fluye la fuente

que aplaca la sed de los jardines).

EL LAMENTO, por Gloria Acosta.



  Se lamenta el tiempo. Examina cajones, armarios y alacenas. Escudriña en sus recuerdos para subsanar un error y su pensamiento gira y gira en espiral porque el tiempo es indetenible. Nace muriendo y muere naciendo, una y otra vez hasta el infinito. Últimamente le acecha la curiosidad de desaparecer, la necesidad de la nada. Revisa albaranes y cartas, quejas, reclamaciones y  agradecimientos. El regalo de una tregua a la enfermedad, las cien velas de una tarta, las firmas de acuerdos arrancadas al tiempo de las negociaciones, deudas saldadas fuera de plazo. No siempre acierta. ¡Se siente tan mayor!... y se lamenta.
  Pero como tiempo al tiempo no le falta, al fin esclarece su desatino. Entregó a ella la relatividad del tiempo que vuela y a él la del que no termina de pasar.

Lástima de pareja.

SE LAMENTA EL TIEMPO, por Luis Pérez Algaba Chicano



Se lamenta el tiempo,
me observa acallándolo
con su propio silencio,
contrariado,
se aparece dentro de mí
trucando mis tripas
con espejismos de culpabilidad.

Mas se ha de lamentar,
pues soy un creador,
y a su constante avance
y amenazas de muerte no temo.

Se ha de lamentar
de que haya aprehendido a convivir con él
y hoy
le esté agradecido, puesto que
sin su inercia en mí y escalofríos,
me sería imposible hilar con calor
los versos que hoy
le dedico.

Se lamenta el tiempo
de ser su amigo.

LAMENTO DEL TIEMPO, por F. Javier Franco.



Se lamenta el tiempo que sin ti estuvo,
me quejo de las horas secuestradas
por el tedio del vacío, congojadas
lágrimas el único río que hubo.

Se lamenta el tiempo que me retuvo
lejos de tus caricias deseadas,
nunca son iguales las llamaradas,
aunque el mismo rescoldo las contuvo.

Se lamenta el tiempo y yo lo maldigo,
a pesar del calor de tus sentidos
y que tu hogar es ahora mi abrigo.

Se lamenta el tiempo y desconocidos
son los fuegos que no encendí contigo,
hay otros, pero aquellos están perdidos.

MARGARITAS, por Tomás Sánchez Rubio.



“Se lamenta el tiempo de que no sabemos aprovecharlo...” Cuando mi amiga Teresa le escuchaba a su abuelo Ricardo estas palabras, se apoderaba de ella una cierta desazón. Admiraba y quería a su abuelo, pero ese razonamiento realmente la inquietaba.  Se imaginaba el tiempo como un anciano cabizbajo, sentado en el borde de un abismo frente a un perpetuo atardecer. Vestido, por supuesto, “a la griega”, sostenía con una mano un reloj de arena, y en la otra apoyaba su frente abrumada...
            Por otra parte, Teresa se preguntaba si también le “dolía” al domingo que hubiera personas a quienes sus tardes se les hiciesen interminables; si al dinero le afligía el hecho de ir de mano en mano sin parar... ¿Acaso se quejaría la fama de ser tantas veces poseída por individuos execrables? ¿Le quitaba el sueño a la honradez sentirse con tanta frecuencia despreciada...?
            En fin, el abuelo Ricardo era medio poeta, medio músico, medio artista... Se ocupaba -y preocupaba- de muchas cosas, pero, por encima de todo, se trataba de un hombre impaciente. Contaba innumerables anécdotas, a veces muy divertidas; otras, trascendentales. No era persona, como le ocurre a bastantes mayores, que rememorara una y otra vez los mismos hechos; no “se repetía”. Sin embargo, el tema del paso del tiempo le afectaba especialmente: le molestaba ver a sus hijos, y luego a sus nietos, mirando la televisión mientras cenaban, o bien “despilfarrando” la tarde asomados sencillamente al balcón en vacaciones. Qué hubiera pensado al contemplar las horas que pasan los hijos de sus nietos con los ojos fijos en el móvil y los pulgares en continuo y frenético movimiento...
            Al abuelo de Teresa le angustiaba aguardar más de la cuenta: le exasperaba la demora del autobús, montaba en cólera cuando consideraba que había esperado demasiado en la consulta del médico o que la cola del cine no avanzaba lo suficientemente rápido. Iba corriendo a todas partes y presumía de ser puntual, de tal modo que se indignaba cuando llegaba tarde tres minutos la persona con quien se había citado. Reñía frecuentemente con su mujer al considerar que ella siempre “hacía las cosas a su ritmo”, sin consideración alguna hacia él, sin respetar sus tiempos. 
En más de una ocasión, años atrás, se había visto obligado a llevar a su nieta Teresa al colegio. La niña se detenía a veces para coger una margarita de esas que asoman tímidamente por las grietas de la acera; seguidamente, con una sonrisa que dejaba ver algunos huecos, se la ofrecía a su abuelo. Este tomaba la flor de mala gana y, apretando la mano de la pequeña, aceleraba la marcha con aire de fastidio.
            Con frecuencia decía el abuelo Ricardo que “había que dar ejemplo a los hijos”. Efectivamente, los hijos tomaron buena nota de su impaciencia y resultaron tan poco tolerantes, en ese sentido, como él. Cuando iban de visita a su casa, lo cual no hacían con demasiada frecuencia, apenas permanecían el tiempo justo; por otra parte, si algún día salían a pasear en familia, los contrariaba que su padre cada vez caminara más lentamente. Una vez muerta su madre, apenas lo llamaban por teléfono: “no tenían tiempo...”

Cuando el abuelo Ricardo dejó este mundo –“ya estaba tardando”, según su hijo mayor−, solo le lloró su nieta Teresa, mi amiga y la única que se paraba a recoger para él las margaritas que crecían en las aceras.

SE LAMENTA EL TIEMPO, por Dori Hernández Montalbán.



Se lamenta el tiempo
en el líquido goteo del deshielo
en las manecillas del reloj se descuelga
                                                el tiempo
vencido por el tedio giratorio
en las señales del hambre, se lamenta
y aulla, el tiempo, devorado por el fuego.

Se muere de nostalgia en la efímera 
                             belleza de la rosa,
en el pliegue madre de la tierra
deja su rúbrica, su fosilizada huella.

Testigo mudo, se lamenta  el tiempo
de la afrenta: el cuerpo de Ofelia despreciado
flota inerte sobre el río.

Se lamenta en la espina de la muerte
mas ¿Qué hacer? también de tanto renacer
muere la aurora.

Se lamenta hoy en lluvia torrencial
y mañana en vendaval sonoro
tanto
en lo perenne, como en lo efímero
                                      se lamenta
como hace el relámpago apenas unos 
segundos en el cielo.

Se lamenta el tiempo, son las alas 
amputadas de los pájaros que siembran
el suelo de vuelos fallidos...
Todas las aves de la tierra han muerto ya.

Las alas esparcidas en las aceras
¿qué vienen a anunciarnos?

LOS LIBROS, por Carmen Hernández Montalbán.



Se lamenta el tiempo de que aquellos libros llamados por todos de caballería, ardieran apilados en la hoguera que los hubo de tornar en ceniza. Pues has de saber, Sancho, que los libros son como las criaturas: ninguno hay igual a otro, aun cuando fuera la misma mano la que empuñara la pluma de aquellos que por dos veces se dieran a estampa; ni la tinta es la misma, ni el pliego en que se asientan las letras repiten por igual las marcas de agua. Los libros, como tales criaturas, hablan cada uno su propio lenguaje, que no se ha de repetir, una vez son devastados.

Si como afirman, fueron los libros y lo que en ellos se contiene, los causante de todos mis desvaríos, mejor hubieran hecho en llevarlos lejos del alcance de mi mano; dejarlos en depósito en conventos y universidades o venderlos en almoneda. Quien destruye un libro arruina una memoria.
¿Cuánto saber no se malogró  en aquel incendio de la gran biblioteca de Alejandría? ¿Cuántos sabios no tendrían que nacer de nuevo para volver a parir tanto conocimiento fenecido?. ¿Cómo no lamentar aquella quema de libros en la plaza de la Bib-Rambla de la sin par ciudad de Granada?

No, Sancho, ninguna excusa vale la destrucción de un libro: ni la patria, ni la fe, ni la razón. Pues son los libros testigos del pensamiento y el trascurrir humano. Ellos nos recuerdan lo provechoso del saber cuando este fuera bueno, así como nos advierten de lo que no ha de repetirse por dañino o pernicioso. 
Has de advertir, Sancho, esto que ahora te digo, postrado y flaco de salud como me hallo, aunque sano de juicio, como nunca antes me parece haber estado.

TU MARAVILLOSO AMOR, por Esneyder Álvarez





Se lamenta el tiempo, aquel que paso sin poder conocer  nuestro amor,
Se lamentan mis labios, por no haber disfrutado más tiempo de tus besos,
Se lamenta mi mano, por no poder sentir la tuya mientras camino,
Se lamenta mi piel, por no sentir más tu calor,
Se lamentan mis días, por no disfrutar de tu ternura,
Se lamentan mis ojos, por no refrescarse admirando tu belleza,
Se lamenta mi corazón, por no poderte expresar mi amor,
Se lamenta mi vida, por no sentir más tu maravilloso amor.

NIMIEDADES, por Isabel Pérez Aranda.




Se lamenta el tiempo por no saber retener los instantes mas queridos,
por perderse en nimiedades que aceleran su más preciado ser,
por no pararse a desojar la margarita,
ni saber abrazar los soles vividos.
Se lamenta de amarrar las cometas y no dejarlas ir a la deriva,
de recluirse en la esfera cada sol y cada luna,
de haber sido tanto y tan poco
y empeñarse en ir siempre en linea recta,
de ser eterno y efímero a la vez,
de sentir y hasta de no ser.
¿Oiga usted? ¿Me dice la hora?

EL TIEMPO ACENTUA LA ESTROFA, por Consuelo Jiménez.




El tiempo se lamentaba de su mediocridad,
implacable ensayo escrito bajo el suspiro de las saetas del reloj,
que giran y giran,
segundo a segundo en la oquedad de las horas.
El tiempo se entrega al tiempo,
nos vigila sin reservas,
sólo el ansia de un mar de enarboladas olas,
nos aleja de la desmallada isla de la ausencia.
Se ha quedado cojo el destino,
que le reclama tiempo al tiempo.
No conforma mi sed lo no creado,
mis sentidos parecen haber sido sembrados en la nada,
la curiosidad sigue planeando sobre la estrofa de acentos deseados,
que se va acercando a la orilla del abandono.
Y me pregunto,
¿tendré todavía tiempo de saberme conociendo?
¿es tiempo ahora de crear?
Tal vez la tarde sea la diosa de todos los principios sorteando los finales,
y mi estrofa llegue a ser leída.  

jueves, 2 de mayo de 2019

BASES DEL III CERTAMEN DE POESÍA POR LA AGRICULTURA 2019.



La Asociación para la Promoción de la Cultura y el Arte “La oruga azul” en colaboración con LA Asociación CO-MARCA GUADIX NATURAL con la finalidad de promover la creatividad literaria y apoyar los productos de nuestra tierra. Convoca el III Certamen literario y artístico “Poesía por la agricultura".

1. Podrán participar en este certamen todos los escritores que hayan nacido o residan en España.

2. Los trabajos literarios tendrán una extensión máxima de 30 versos, en letra tamaño 12, Arial, originales, rigurosamente inéditos y no presentados a otros certámenes.  El tema de las obras será la agricultura y su ambiente, se enviarán al correo: laorugazul2013@gmail.com.

3. El plazo de presentación comienza el 3 de mayo y finaliza el 2 de julio de 2019.

4. Un jurado compuesto por personas relacionadas con la literatura y la agricultura valorará los trabajos. 

5. De todos los trabajos presentados, se seleccionarán 20 que a criterio del jurado tengan mayor calidad, entre los que se escogerán los ganadores. Los 20 mejores trabajos literarios, serán publicados en el blog de “La Oruga Azul” 

6. Premios: Se establecen dos premios.

• 1 Premio: recibirá un lote de productos y un lote de libros.
• 2º premio: un lote de productos.

El fallo del jurado se dará a conocer el día 16 de agosto de 2019 a las 20 h. en un acto público organizado por ambas asociaciones convocantes.