Se
lamenta el tiempo
que
espera luz en la casa,
donde
verá sus ojos
en
espejos que abrazan el mar,
en
mujeres de Sorolla
que
esquivan flores mustias en la playa,
en
incas de piedra que desfilan
en
el estante
junto
a elefantes de ébano
que
dan la espalda a la puerta.
Y
verá sus manos en la diosa de terracota
que
volvió del sueño
en
un anticuario de Creta
y
vuelve a lamentar
los
pasos perdidos.
Son
guardianes de historias inconclusas
sobre
los puentes del agua
-
Praga o París -,
bajo
los arcos del aire
-
Roma o Berlín -.
Y
desgrana sueños
mientras
la palabra se despeña en los labios
para estrellarse en la espuma
y
bosteza
en los arrabales del día
- los ojos cubiertos de harapos -.
Nace un grito.
(En el aire fluye la fuente
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