Eva, por ANTONIO PELÁEZ TORRES.


   
Cuando nació a la adolescencia Eva no sentía el pudor de su desnudez porque nadie le dijo lo que era malo y lo que era bueno ya que el mundo carecía de lenguaje. Se alimentaba de lo que encontraba en el campo y estaba siempre expuesta a ser devorada por alguna fiera. Tenía diez mil años o muchísimos más. Bebió la sangre y comió la carne de los animales que cazaba junto con su hermano Adán.
   El Paraíso, donde vivía, era un lugar tan poco poblado que las miles de frutas que sobraban servían para fertilizar la tierra, y muchos animales morían de viejos. Por los cocodrilos, se bañaba con precaución en los bajíos del Tigris y Éufrates cuyas aguas cristalinas le purificaban el cuerpo y ponían una nota de inocente bullicio a la orilla. Tuvo millones de hijos con su hermano que se multiplicaron y se expandieron buscando nuevos Paraísos para que la caza y las frutas no sufrieran el agotamiento.
   Cuando llevado por la avaricia o por la soberbia, uno de sus hijos, Caín, mató a Abel se hizo necesario inventar el lenguaje para justificar semejante atrocidad.
   Las palabras entonces empezaron a rebotar en la piel desnuda de Eva y notó que unas le provocaban frío y otras, calor. Instintivamente se cubrió las partes más delicadas. Su hermano Adán no solo la imitó sino que la culpó de ser la causante de este castigo que los obligaba a la turbación y a la vergüenza.
   Eva, de carácter bondadoso y pacífico, aceptó ante los furiosos dientes de su hermano la cruel acusación.

   Eva no puede morir pero su corazón, como una manzana, sigue atravesado por aquellas palabras envenenadas de su hermano.

Mujeres destacadas, por MARÍA ELENA LEYVA MIRANDA.

Eva, costilla de Adam
fuiste la mujer primera
y por tu desobediencia
trajiste muerte a la tierra.

Agustina de Aragón
Juana de Arco también
fueron mujeres valientes
lucharon por su ideal
no importándoles su vida
ayudando a los demás.

También fue una gran mujer
quien gano dos premios Nobel
gracias, a madame Curie
que por su entrega a la ciencia
nos dejó, una gran herencia.

Nuestra gran reina Isabel
valiente y conquistadora
que quería unir a España
y no, lo que hacen ahora.


También me viene a la mente
nuestra Teresa de Ahumada
fundadora y andariega
por los caminos de España.

Hay aun ,muchas mujeres
guardadas en el tintero
el nombrarlas, una a una
seria, un imposible hacerlo.

Pero, la mejor de todas
es nuestra Virgen María

que nos trajo, al mismo Dios!!
¡¡para salvarnos la vida!!

Silencios, por TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO.


                        Dedicado a Helen Keller

Tocaré la luz y sus notas
con dedos seguros
y manos limpias.

Hablaré el lenguaje de los niños
que ríen piruetas de colores
cuando se sientan a la puerta
de las caricias.

Será mi regazo la medida
de todo un universo
que despierta
al amparo
de una estrella

arrebolada.  

Pasión inconformista, por ISABEL PÉREZ ARANDA.



Hay un clamor que emiten desde un tiempo inmemorial,
un seudónimo en sigilo desmontando falacias
innombrables en un mundo de hombres.

Duras como piedras de diamantes,
mujeres de su olvidada historia
que emergen sin prejuicios
a la entrega absoluta del saber por convicción,
con la entereza que supone defender que existen,
que palpitan cada vez más fuerte, que conquistan
 y liberan los espacios tortuosos en favor de
sumar y sumar una y otra vez a través de los siglos.

Hay un clamor que ya no para,
claramente porque estuvo alimentado de heroínas con coraje,
que sufrieron el peligro inquisitorio.
Pisadas, anuladas, olvidadas, oprimidas,
jamas derrotadas.

Sus ensayos elogiados, sus logros defendidos
ya sin tregua, florecen como hierba inmortal,
sus mentes renacen en nuevas mentes,
se injertan, se aúnan por inercia de pensamiento
y conforman un clamor sin filtros,
cada una en su medida,
suscitando una pasión inconformista
que cambiara el mundo.


ÁNGELES IRISARRI (escritora)


Mi felicitación a los componentes del Grupo la Oruga Azul, por editar ABSOLEM; especialmente a Carmen Hernández Montalbán, la factótum, sin duda, de las letras virtuales de vuestra revista. 
Gracias, porque, entre todos, hacéis más grande la ciudad de Guadix. A la par que  proporcionáis una gran alegría a los que, de un modo u otro, participamos en este bello proyecto que viene durando en el tiempo y que goza de excelente salud. 
Saludos muy cordiales

Ángeles de Irisarri 

CURRICULUM

Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza, está casada y es madre de dos hijos. Ejerció como profesora, archivera y en una agencia de publicidad como jefa de medios y administradora. Colabora habitualmente en la prensa aragonesa.

Ángeles de Irisarri es un caso atípico como escritora ya que empezó a publicar novelas y cuentos en la madurez, pasados los cuarenta años. Posee un dominio del lenguaje que sorprende por su originalidad y un fino sentido del humor, así como el profundo conocimiento de la época histórica en la enmarca sus obras: la Edad Media. Es característico de su estilo unos toques de fantasía mágica con una ingenuidad que surge de la tradición o superstición popular, propios de la época en la que se mueven los personajes. En la novelas ambientadas en la Edad Media, la utilización de un lenguaje un poco arcaizante, da la narración un matiz muy personal a la vez que contribuye a la creación de ambientes y situaciones. Sus protagonistas son eminentemente femeninos y atípicos en el sentido de imponerse a los convencionalismos de la mujer medieval, haciéndose dueñas de su destino. Es poseedora, entre otros, del Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio. Se dedica sobre todo al género narrativo.

 *Toda, Reina de Navarra, 1991
 *El estrellero de San Juan de la Peña, 1992
 *Lisa-Gioconda y otros cuentos, 1992
 *Trece días de invierno y otros cuentos, 1994
 *Ermessenda, condesa de Barcelona, 1994
 *El año de la inmortalidad, 1994
 *Siete cuentos históricos y siete que no lo son, 1996
 *Diez relatos de Goya y su tiempo, 1996
 *El viaje de la reina, 1997
 *Moras y cristianas (en coautoría), 1998
 *Las damas del Fin del Mundo, 1999
 *La cajita de lágrima, 1999
 *La reina Urraca, 2000
 *Historias de brujas medievales, 2000
 *Trilogía de Isabel, la reina, 2001
 *América, 2003
 *Romance de ciego, 2005
 *Te lo digo por escrito, 2006
 *Gentes de las tres religiones, 2007
 *La artillera, 2008
 *Perlas para un collar (en coautoría), 2009
 *La estrella peregrina, 2010




(Fragmento)

Doña Isabel, reina de Castilla, de León, de Aragón, etcétera, indagó un tanto más en el negocio de la luna roja, pero nadie sabía nada e, cuando la nombraba, ya fuera a hombres sabios o a sus damas, la miraban como si se lo hubiera inventado, como si no existiera. Por eso hizo contemplar a sus camareras la luna roja de abril de aquel año y admiró con todas ellas el magnífico resplandor del astro y la singularidad de su colorido. Doña Beatriz incluso dijo:

—Hoy es un buen día para que los poetas canten a la luna, pues luce más hermosa que nunca. E la reina apuntó:

—Tienes razón… Sería bueno que practicaran con los metros italianos, ésos que ha traído don Marineo Sículo… —Que se emplearan escribiendo sonetos, como los del maestro Petrarca —apuntó doña Clara. E sí, sí, preciosos sonetos hubieran podido escribir los poetas de haber contemplado aquel día la luna roja de abril. Doña Isabel dejó el asunto porque no creía que la luna roja de por sí trajera bondades ni maldades, a más por no poner en brete a los hombres sabios que la rodeaban, pues que su capellán preguntó a unos y otros y nadie sabía palabra. Es más, muchos no se habían siquiera fijado en la luna roja de abril o de Otros meses, lo cual venía a decir que estaban tan pegados a las Vanidades del mundo que tan siquiera eran capaces de levantar la vista y ver lo que había en el ancho cielo. A más, que don Hernando se enojaba:

—Sepa la mi señora doña Isabel que un doctor de Salamanca ha respondido a mi carta sobre la luna roja de abril diciéndome que se llama luna parcal, que lo dijeron los antiguos griegos… Pero se ha extrañado mucho de mi pregunta y me ha demandado para qué lo quiero saber y dicho que, si lo deseo, consulta a un nigromante, y hasta ahí podíamos llegar, alteza… Que nunca se ha de terminar en estos reinos con las supersticiones…

—¡Téngase fray Hernando, que lo de la luna roja es cuestión baladí…! Lo que me preocupa es la guerra de Granada y el matrimonio de mi hija, la infanta Isabel, pues quiero casarla bien… Y , en esto, entró Gonzalo Chacón en el aposento para decirle:

—Don Muley Hacen, rey de Granada, ha dejado la ciudad… Va muy enfermo camino de Almuñécar… La población, a instancias de los alfaquíes, se ha presentado en la Alhambra a pedirle cuentas y, al saber que no estaba, ha armado algarabía…

—¡Magnífico, don Gonzalo! —Los ha recibido la reina… —¿La reina? ¿La renegada o la madre?

—La renegada, alteza. Pero no ha conseguido apaciguarlos, pese a que dijo que su marido el rey estaba enfermo de cuidado… El pueblo cree que ha huido y no quiere tal rey.

 —¿Será verdad lo de la enfermedad o será un cobarde el señor Muley?

—No se sabe, pero doña Zoraya ha asombrado a todos… Es mujer varonil… Dicen las cartas recibidas que no se amilanó delante del pueblo e que mandó llamar a su hijo e que se encaró con los alborotadores: «Si no queréis por rey a don Muley Hacen porque está enfermo, aquí tenéis a su hijo. Proclamadlo rey…».

—Como cualquier madre quiere ver rey a su hijo antes que a Boabdil, pero no cuenta con ése el Zagal, que es gobernador de Málaga y hermano de don Muley, y que allí hereda el hermano e no el hijo… ¿Dónde está don Fernando?

—Está en Málaga viendo aquello para ponerle sitio…

—¿Qué ha pasado por fin en Granada?

—Los granadinos no han querido al hijo de la cristiana… —Los castellanos tampoco hubieran querido al hijo de una mora del soberano.

—Lo que dicen las cartas es confuso.

—¡Escriba don Gonzalo al rey con estas nuevas por si las desconoce e despache mensajero de inmediato…! Doña Isabel, ya con sus damas, comentó que momento era de hacer grande guerra a los moros, de conquistar Málaga para neutralizar la ayuda que los musulmanes recibían de los musulmanes del Magreb y de poner sitio a Granada. Dijo de levantar un campamento en la Vega y de ir ella para, amén de controlar la intendencia y el gasto, poner orden entre nobles y capitanes para concertar las acciones guerreras, pues que, yendo cada uno por su cuenta, se perdían vidas y dineros. Añadió que podría hacer buen papel en la retaguardia interrogando a los cautivos moros que hicieren, e preguntó a sus camareras si conocían alguna dama de alcurnia que supiera árabe para llamarla a su lado y que interpretara lo que le dijeran los prisioneros. Las damas repasaron los linajes de Castilla, Alba, Pimentel, Medina Sidonia, Infantado, Cádiz, Haro, etcétera, e no hallaron a ninguna dama que pudiera saber árabe, e fue la misma reina la que apuntó, pues que había pensado en ellas recientemente, a las marquesas de Alta Iglesia...

Entelequia, por GLORIA ACOSTA.


( Catalina Lercaro, hija de una adinerada familia de comerciantes genoveses, vivió en el palacio Lercaro de San Cristóbal  de La Laguna a finales del siglo XVI. Cuenta la leyenda que se suicidó arrojándose al pozo que se encuentra en la parte trasera de la vivienda el día  de su boda acordada por su padre con un cacique de la isla de avanzada edad. La iglesia prohibió su sepultura en camposanto y sus padres la enterraron en una de las estancias. Según afirman algunos testigos, el fantasma de Catalina deambula por la casa)


   Te veo desde la calle. Yo ando desconcertado mientras tú me miras desde la ventana.
  Hoy no temo esa visión espectral, ni la sutil complicidad con que me regalas tu ilusoria presencia. Pero no te engañes ni trates de confundirme. Tú ya no estás, y aunque tu tiempo se haya cruzado con el mío, la extraña calle  por la que transito ya no es tu calle. Estás condenada a no ser y yo a no volver.
  La ciudad te olvida  a este lado de los muros de tu casa genovesa. No tienes historia, ni siquiera mi grotesca historia. Tu etérea figura es una simple historieta, una burda leyenda.
  Cuántas veces recorrí las estancias por las que lloraste tu infortunio, tratando de arrancar sombras a las paredes, lamentos a los corredores, huellas a las viejas maderas. Pero nada de eso sucedió. La casa encantada llenó folletos y acaparó visitas que compraron humo. El fantasma de un fantasma, una bella entelequia.
  Me pregunto qué fuerza nos empuja a no cejar en inanes quimeras y ahora, al pasar bajo la cornisa que ostenta el escudo de tu linaje, no me sorprende tu presencia en la ventana.

   Solo tú Catalina, puedes ayudarme a entender por qué me alongué tanto para buscarte en el pozo.

A Teresa Mancha, mi amiga, amante de Espronceda, por JOSEFINA MARTOS PEREGRÍN.

                           
        
(Muerta  en 1839, a los 28 años de edad)


Teresa, apenas queda tu sombra
oculta tras la sombra del poeta.

Apareces
en las páginas de un libro,
en la desesperación de un canto,
en cada criatura que escapa
de la red
y sueña.

Teresa huida,
sé tan poco de ti
que todo lo imagino:
El viaje
desde la raíz de la aurora
a las ramas más negras de la noche.
Tu angustia de madre             
que rehúye a los ángeles
para volar hacia las nubes.

Tiempo de luz,
pies cascabeles,
sábanas felices,
ventanas claras,
el arrebato de un vals en la cocina,
el patio florecido de poemas.
Pero después…
La alfombra sucia de insultos,
el carnaval  cobarde,
la almohada áspera de dudas.

Arrepentida
de haber amado tanto
a quien no lo merece.
Pero  quizá  lo merece:
también él pagó su rebeldía.
Aunque  tú pagaste más,
por el derecho
no de amarle a él,
sino de amar en libertad.
Nadie lo entendió –pocos lo entienden−
y perdida entre  muchedumbres
de  almas fingidas
averiguaste
todo el peso del desprecio.

No reniegues de tu libertad,
no te arrepientas, Teresa,
no te acuses de necia:
hubo un tiempo de amor
y un tiempo desesperado.

Y algo más:
Unos ojos
mirando tras la reja tu cadáver,
unas manos frías,
un llanto sin lágrimas
en la noche sin estrellas.

Y también mi amor, Teresa.




Tu vientre, por CUSTODIO TEJADA.



Del libro Recuerdos y coordenadas
                  (A mi madre)

Por mi tu vientre
se hizo barro, jardín frondoso
o mina a cielo descubierto.
tu vientre me creó a imagen tuya
haciéndome carne de tu alegría,
blanco eslabón de tus gestos
y latido de tu misma carne.
Allí permanece mi regocijo
navegando por aquellas benditas aguas
y su oleaje.
Tu corazón dio luz a mi corazón,
y tu cuerpo (hecho regazo de nube)
fue la tierra prometida
que pisaron mis pies recién nacidos.
En tus brazos tomé conciencia de mi energía
y descubrí el camino de fuego
que dejaste a propósito condensado en mis pupilas.
Fue tu voz y fueron tus besos
los que me convencieron
de que esta vida no es tan mala
como a veces la pintamos,
como a veces nos la pintan.
Me lo diste todo sin pedirme a cambio nada,
y sin escatimar ningún esfuerzo
te entregaste a mí en ofrenda permanente

y cobijo eterno.

A Virginia Woolf, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.


Tu espíritu fue un manglar acostumbrado a mareas
pero acechabas desconfiada el movimiento de las olas.

Fue el recuerdo persistente de pausados naufragios...,
tu corteza desconchada de madero a la deriva,
no resistió el último envite.

Virginia,
tu nombre de vestal era un escarnio
a tu corazón de amazona,
latiendo enfebrecido con la pluma.

Amaste a partes iguales,
fuiste Orlando insomne,
levadura del amor y de la muerte.

No fue, tu casa, caparazón de tortuga,
sí fue, tu alma, acantilado pulido
por la furia del océano.

Tus alas eran de papel
donde la tinta soñaba
con una habitación propia.

¿Por qué historia de las mujeres y no mujeres en la historia?, por MARIBEL DÍEZ JIMÉNEZ.



Sin lugar a dudas la preocupación y elaboración de la Historia de las Mujeres ha sido una necesidad ante la descarada y vergonzosa marginación e ignorancia de la disciplina a la mitad de la población, exceptuando alguna que otra biografía de mujeres excepcionales. Michelle Perrot, profesora universitaria en Paris, en el curso 1973-1974, tituló su asignatura “Les femmes ont-elles une histoire?” (¿Tienen las mujeres una historia ?).

Se trata de mostrar que las mujeres han sido ciertamente sujetos de la historia, actrices de la historia con el mismo título que los hombres. Muchas investigaciones han tomado como objeto la mujer víctima, rota, abatida, humillada, prostituida. Esto es, sin embargo, una historia de la dominación y de la opresión que se ha escrito, más que una historia de las mujeres propiamente dicha. Al lado de esta corriente “victimista”, también ha habido interés por las mujeres excepcionales, activas o rebeldes, dando sin embargo, una visión parcial de la historia de las mujeres. Poco a poco esta se ha ido desmarcando y poniendo el acento en los “roles naturales” de la mujer, con investigaciones centradas en el cuerpo femenino y la reproducción, los trabajos domésticos, o las ocupaciones específicas de las mujeres. Por otro lado y al mismo tiempo, también se ha propuesto un acercamiento más cultural.

Como los ámbitos o especialidades, en cuanto a la propia historia de las mujeres, son múltiples, nos vamos a centrar en el del trabajo, que es actualmente el que me preocupa y ocupa. Y valga como ejemplo. Tanto las primeras historiadoras de las mujeres que publicaron en torno a 1900 (Ivy Pinchbeck, Alice Clark…) como las que en los años 70-80 constituirían propiamente la disciplina (Joan Kelly, Joan Scott, Natalie Z. Davies, Michelle Perrot…) otorgaron un lugar privilegiado al estudio del trabajo de las mujeres. Ello fue por razones tanto de índole política, por lo del derecho al trabajo, como meramente historiográficas, donde la historia social era la perspectiva dominante en historia. Durante esos años la difusión de investigaciones previas poco circuladas y de las nuevas investigaciones ensancharon significativamente nuestro conocimiento de las actividades económicas de las mujeres. Por otro lado, se empezaron a explotar de otra manera las fuentes, haciendo lecturas diferentes de las mismas, o buscando donde en apariencia no había (Arlette Farge…). De este modo empezaron a construir un aparataje teórico, que permitiera explicar por qué y cómo era desigual el acceso a los recursos de mujeres y varones.  Sin embargo, a partir de la última década del siglo XX, los giros historiográficos y el creciente predominio de la historia cultural, va a ralentizar las investigaciones centradas en la economía, aunque no desaparecerán.

En el caso de España, donde los proyectos y las investigaciones académicas feministas empezaron una década más tarde,  la preocupación primera por la problemática del trabajo y la propiedad se puede constatar tanto en reuniones científicas (Jornadas Interdisciplinares) como en publicaciones (Cristina Segura Graiño, Mary Nash, M. Teresa López Beltrán…) sin embargo, también aquí los cambios historiográficos van a rolar a lo cultural, lo  que frenará en seco la investigación sobre economía y trabajo. Y como en otros países va a concentrarse en la época contemporánea y en las profesiones liberales (sanitarias, educativas y científicas).

Otro ejemplo de la necesidad de otras perspectivas y miradas ante la Historia, nos la ofreció Merry Wiesner al indicarnos que las mujeres están en el centro mismo de la economía y no pueden ser relegadas a sus márgenes. Ella propone prestar atención al predominio femenino dentro de un área frecuentemente pasada por alto, pero crucial en la economía urbana moderna: la producción y distribución de bienes y servicios. El comercio no es solo el gran comercio internacional, es también, e imprescindible, el pequeño comercio de la ciudad. Pero aún más,  ese papel central de las mujeres en la economía no es solo porque ocuparan trabajos imprescindibles sino porque la economía más básica -explotación campesina o taller artesano- se fundamenta en el trabajo de la familia-casa (esposo-esposa-hijos-criados). Y ese trabajo, facilita el resto de actividades económicas, es decir, para que un hombre pueda ir a su puesto de trabajo, alguien, una mujer, se ocupa de los trabajos de reproducción, cuidado, producción y consumo del grupo familiar y social. Este papel de las mujeres en la economía sigue aún oculto, de ahí que una parte de la tarea a realizar, si queremos hacer una historia crítica, es situar a las mujeres en el centro de la producción económica de cada periodo y lugar.

Se insiste hoy en la necesidad de no analizar más la vida de las mujeres de forma aislada y confrontarla a la de los hombres. Es decir, ver cómo se jerarquizan los roles, como se articulan las unas con los otros para reconocer conflictos, concurrencias y solidaridades. Este acercamiento nos llevaría a la historia de género –de las mujeres y los hombres-, la cual demostraría que estas relaciones no son resultantes naturales de las diferencias biológicas, sino más bien construcciones sociales que evolucionan, se modifican, se deconstruyen y de reconstruyen. Particularmente, no tengo claro si es conveniente pasar a una historia de géneros, con las lagunas que aún tenemos en cuanto a la Historia de las Mujeres.