Recuerdos y coordenadas es una carta de navegación por los laberintos de la memoria,
donde la infancia va marcando un sendero de luz reveladora. Es en la infancia
cuando el alma se impregna de experiencias y emociones que determinarán la
manera en que afrontamos la vida. En esas vivencias participan de igual modo,
tanto las personas que nos rodean, los lugares, como las circunstancias en que
se desarrollan. A lo largo de nuestra vida, especialmente en la edad madura,
habremos de desandar el camino buscando los recuerdos, porque al encontrarlos,
si estos son agradables, nos sentiremos acunados y confortados. Si por el
contrario no lo fueran, también hallaremos la fuerza para combatir a los
fantasmas y en ambos casos para comprendernos mejor como personas.
En el poema titula Introito,
el poeta dice:
Es cierto que una parte de mí
se quedó intacta en aquella cueva del
tesoro,
esperando que algún día,
mi alma regresara para habitarla de
nuevo con agallas.
La niñez reside en cada uno de los
versos de este poemario, cada poema es un santuario que atesora los recuerdos
de la infancia. El tiempo es un perito que va trazando las coordenadas, esas
que la memoria recorrerá con cada lectura.
Recuerdos y coordenadas es un cordón umbilical de palabras, la raíz que alimenta la
añoranza de aquellos días, que el poeta ha conseguido desempolvar.
La infancia es un eco que nunca se
extingue, es un crisol de emociones donde las cosas nos parecen más grandes,
singulares y luminosas, casi mágicas. Con la edad se va haciendo pequeñas,
múltiples y banales. Sólo la creatividad, si es que tenemos la sabiduría de
potenciarla, puede en muchos casos modificar esa percepción y hacerlas de nuevo
especiales, marcando nuestra experiencia, ayudándonos a componer este
complicado puzle que es cada vida
humana.
Dice Custodio:
Nuestra memoria es un rompecabezas
al que le faltan piezas
Y le sobran despedidas.
La poesía de Custodio Tejada en este
nuevo poemario nos invita a encontrar nuestras propias coordenadas, cada poema
es un detonador de sinestesias que desata en el lector el nudo de la añoranza, Recuerdos y coordenadas huele a junco y
alameda, sabe a melocotones y a miel de caña, tiene la luz de la nostalgia,
Purullena y la vega de Guadix laten en él. Recordar sí, para después levar el
ancla, pues el tiempo apremia o como dice el título de otro poema: Cronos se
frota las manos.
Cronos se forta las Manos
Cuando miras atrás,
el ocaso envuelve con barniz de anticuario
las pertenecias que una caja fuerte custodia
con delicadeza de relojero.
El tiempo jamás demora la vida,
en todo caso la devora como Saturno
y luego la escupe sujeta en un sudario.
Las huellas que el destino deja sobre la piel
marcan una ruta de viaje hacia lugares
que ya no encuentras en los mapas,
que sólo existen en la memoria,
que tanto tienen de uno ahora mismo.
Crecer es tomar conciencia
del tiempo,
del cuerpo,
de una época.
Crecer es sentir el choque de las horas sobre tus sienes
y conservar entre las manos el impulso de los afectos
y el tacto del equipaje.
El resto de la carga
es un espejismo que nos contaron
y que nosotros dimos por válido
sin hacer demasiadas preguntas.
Pequeñas teselas cuidadas
que forman un mosaico antiguo
de un dios ingenuo que vive de su pasado.
(del poemario "Recuerdos y coordenadas")