domingo, 18 de mayo de 2014

A modo de “eprílogo”, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.



No hay teoría, simplemente escucha. La fantasía es la ley.


Bajo el título Oscuro parentesco, Eduardo Moreno nos presenta esta antología de relatos urdidos con las hebras de la fantasía terrorífica. En ellos, la luz y la sombra se entremezclan para crear esa atmósfera onírica tan característica del autor albaceteño. Durante su lectura, la tensión se insinúa al inicio como un presentimiento, que se precipita y hace patente en cada final, siempre impactante. La inquietud es el sonido apenas perceptible de la gota que un grifo averiado va dejando caer hasta anegar la superficie en que vierte su frío pálpito.
Relatos como La hija de Molinari  o El pozo amargo, son una auténtica alegoría de la pasión y el deseo, cuyas raíces se alimentan de la trasgresión. Ambos están tan cargados de simbolismo que harían sonreír al propio Freud.
En El figurante y Mala caída, dos cuentos extraordinarios —en el amplio sentido de la palabra—, es donde mejor puede rastrearse el germen de la angustia y el suspense. El tiempo parece detenerse y, a la vez, expandirse en el transcurso de la historia; la atmósfera se espesa y se enrarece hasta tornarse grasienta, opresiva, irrespirable.
La isla Dorada y La ofrenda de Pakal, más cercano al relato de aventuras el primero, y al de la ciencia-ficción el segundo, nos sumergen en escenarios insólitos y misteriosos, inspirados en la Historia y la Mitología. Escritos con la maestría de un alquimista del lenguaje, nos envuelven en un cosmos de exotismo, de arcanos fascinantes.
            El relato que da nombre a la obra, Oscuro parentesco, bebe de un pensamiento filosófico: el nacimiento y la muerte forman los dos polos de todas las manifestaciones de la vida. Las luces y las sombras no son la una sin la otra; no existe gozo sin pena de contrapeso. Por eso, el título escogido no puede ser más acertado.
Querido lector, tienes la suerte de tener entre tus manos un libro que propone infinitos viajes. Con él, has adquirido un pasaje hacia rutas desconocidas. Deberías estar inquieto, pues ¿quién no se estremece ante lo desconocido?

Carmen Hernández-Montalbán.



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