CARTA A "LA LIBERTAD DUELE" DE F. J. FRANCO-MIGUEL, por Isabel Pérez Aranda.

   


 Es cierto que el dolor nos modela hacia una libertad que siempre debió de ser innata en el ser humano, pero el proceso de la fragilidad, de lo físico, de no poder ser, porque el dolor lo dificulta, quizás sea al fin y al cabo el detonante de la superación, lo que nos hace perder miedos. La poesía no se explica, porque en sí, tiene múltiples  ventanas a múltiples paisajes, lo que implica un mundo de posibilidades, y tú poesía, que habla de dolor, del olvido, de hojas, esas que apartamos de niños  como canicas, y que naufragan como olas repetidas,  una y otra vez y que no por ello se muere en la espera. Tú poesía es veraz, y empuja a seguir leyendo, a presentir los recuerdos y sonetos que atrapan, para contar sus sílabas, por pura manía.  Al leer tus perseidas me vienen a la mente las cometas en aquellos cerros, donde los universos siempre buscan orígenes y destinos, y otra vez vuelven los sonetos con sueños de poetas, y así el otoño y sus hojas se manifiestan en silencio.

 Presiento las arenas, las espumas y ese mar de gaviotas que también es mi mar, que poco a poco te va acercando al destino, ese que tanto amamos y no nos dejará ni un instante, por muchos caminos que recorramos y playas que nos susurren gemidos del pasado. Pero no, no lo creo, nuestra generación no deja de luchar, de mil maneras y a pesar de todo regresamos atraídos por los olores y sabores mirando al infinito, donde la soledad espera  a que decidas , mientras la libertad duele.

 No entiendo otra forma de sentir un poemario, y el tuyo se hila de principio a fin con un sutil y a la vez veraz sentimiento de fragilidad y futilidad que llega.

"PALABRAS COMO VÉRTEBRAS DE AMANDA GAMERO", por Isabel Pérez Aranda.

 



Cuando leo un poemario, me dejo llevar por la palabra, lo que me quiera contar, en segunda lectura atisbo conexiones agazapadas, que encuentra la manera de salir, esa sutil sincronía cobra sentido en "Palabras como vértebras" desde lo personal, se abre paso hacia la piel que zurce un corazón que sacude el dolor de los días. Mientras el buzón del tiempo acapara, trashumancias, sapos croando, tierra y regaliz, todo por un óvalo de luna, y pétalos que caen por el camino,

donde las margaritas soportan el dilema.

De costuras y pespuntes la memoria infantil, nexo materno que hilamos en nuestros versos.

Cada poema, a veces solo un verso, el instante preciso en que el jazmín se mece entre la hierba, y el silencio es un grito de horizontes presos, entonces sin prisa, se cosera por el llanto de la vida, por honrarla, por un tropel de palabras susurradas, por las mismas grietas de la vida, donde todo el invierno cabe en tus ojos.

De seguro que una lectura en tiempo futuro, me traerá, algún que otro mar desconocido, un porvenir de fados, equivalencia de universos que conectan sin más.

Pensar de otra manera , no me nace,

cuando el verso se muestra, el trance lo es todo.

De una lectora que siente. 


“ASTROLABIO”, UNIVERSO DE CUENTOS, por Carmen Hernández Montalbán.

 


Los títulos de todos los libros de Ángel Olgoso son, por sí mismos, células de cuentos. Los lectores sabemos que un buen título es como un imán que nos atrae hacia la lectura del libro, sea cual sea el género en cuestión. Pero la elección del título de un libro de cuentos breves, como es el caso, es algo que merece cuidado. El título nos orienta y, sin él, las historias pueden producirnos desconcierto, sobre todo a los lectores menos avezados. El título de este libro, “Astrolabio”, cumple más que en otro la función que debe, porque la palabra astrolabio nos lleva a pensar en el objeto al que alude; algo que nos sitúa, nos orienta, nos advierte que existe un universo por descubrir.

Olgoso ha sido, ya desde el inicio, un maestro del cuento breve. Sus relatos y microrrelatos han servido de ejemplo en numerosos talleres y cursos por su singularidad, y por ajustarse a las características del microcuento o el microrrelato.

No es únicamente en la brevedad en la que se define un microrrelato, como se pudiera erróneamente pensar. Cualquier texto breve no es un microrrelato. Podrá ser un aforismo, un poema, una idea, un apunte, una noticia, una carta..., el microrrelato es un subgénero complicado que requiere destreza y precisión.

Un microrrelato es un texto hiperbreve que nos cuenta una historia y debe tener la capacidad suficiente para turbar al lector.  En este tipo de textos, lo que se insinúa o como lo llama la hispanista Irene Andrés-Suárez: “los espacios de indeterminación” cobran doble importancia.

Un ejemplo taxativo de microrrelato lo tenemos en el titulado “Cuenta atrás” de este libro:

 

Cuenta atrás

Siete decenios. Seis trabajos. Cinco infidelidades. Cuatro operaciones. Tres hijos. Dos latidos. Un suspiro.

 

O el extraordinario microcuento “Todas hieren”..., con el ingrediente prodigioso que distingue a la mayoría de los cuentos de este libro.

 

Todas hieren.

El reloj de pulsera finge que es un inofensivo accesorio, un adminículo útil, un satélite diminuto y encantador. Su apariencia no sólo no resulta amenazadora sino que, a modo de lisonja, parece prestarte brillo, distinción y un poder absoluto sobre el tiempo. Sin embargo, sin que sospeches nada, y mientras las manecillas distraen tu atención, él se aferra codiciosamente a la muñeca, se prende a la piel atraído por el rumor de tu sangre, devorando tus latidos, cebándose en tus sueños, palpitando al unísono con tu corazón de incauto. Debes saber que, aunque apenas se le pronuncian los colmillos, toma siempre la precaución de insensibilizar la zona para volver imperceptibles sus dentelladas. Y un día, completamente succionado por él, ya no te necesita, y hay gente alrededor que habla a media voz mientras alguien lo desata de tu muñeca inerte.

 

Este microcuento, en mi opinión, contiene implícita la advertencia del paso ineludible de las horas. Esa es otra característica propia del cuento: contiene una sentencia, una enseñanza que nos lleva a la reflexión. Todos los cuentos de astrolabio cumplen ese cometido.

Este universo literario está poblado de mundos. Cada relato es un mundo en el que viviremos experiencias inquietantes, prodigiosas, iniciáticas..., basta con afinar el telescopio de la lectura. Dejarse guiar por este astrolabio olgosiano es fascinante, pues los mundos que señala siempre nos resultarán sorpresivos. Parábolas orientales, metáforas del fin de los tiempos, ecos metaliterarios, imágenes poéticas, metamorfosis..., todo un cosmos por revelar.

Aconsejo su lectura como aconsejo la de cualquier otra obra de este creador de mecanismos literarios de precisión, este mago de la agudeza narrativa que es Ángel Olgoso, ante quien me quito el sombrero.