miércoles, 29 de diciembre de 2021

IN MEMORIAM, por Pepe Velasco Romero

 


<<Cuando amas a alguien nada te estorba más que lo que te conviene>>.

 

—¿Te he asustado?

—¡No, ni mucho menos, solo pensaba!

—¿En qué pensabas, en mí?

—¡Mis pensamientos fueron, han sido, son y siempre serán para ti, desde el mismo día en que te conocí!

—¡Anda ya, no seas lisonjero!

—¡Por qué habría de serlo! ¡Digo lo que me sale de muy dentro, te lo aseguro! ¡Sabes que me emociona sobremanera tu forma de escribir! Tu apego y compromiso para con el vía crucis que de forma inexorable siempre les toca pasar a los perdedores.

—¿De veras te emociona?

—¡Hasta lo más hondo de mí! Haces vibrar cada centímetro de mi ser. ¡Tanto como hombre, así como poeta!

—¿Tanto transmito?

—¡Mucho, te lo aseguro!  Siempre te supe sensible, pero nunca supuse que llegaras a serlo tanto. No sé por qué, pero no me esperaba de ti que comunicaras tanto con las letras.

—La escritura para mí es un bálsamo, una prolongación de mis sueños y un escape para mi desengaño e impotencia con la arbitrariedad y la injusticia.   

—Eres alguien muy especial, transmites tanto que apabullas.

—¡Bueno, yo no diría tanto! Más que transmitir, trato de ponerme siempre de parte de los más débiles, de los menos afortunados, de los más pisoteados y agraviados.

—Vamos, que se podría decir que “novelas la épica de los perdedores”. Eres escritora de los relegados.

—Bueno, si lo quieres considerar así.

—¿Te da miedo el amor? —cambió el otro ahora radicalmente de tema.

—¡Jodido poeta, que tú me quieres engatusar! Pero no me gusta eludir los envites, por tanto, contestando a tu pregunta, te diré que el amor nunca debe dar miedo. El amor debe dar vida, vida para vivirla y beberla sorbo a sorbo a cada instante, todo el tiempo. Desterrando de su lado la maldad, la aprensión, el miedo, la lasitud y el tedio. ¡Cuando el amor aflora la razón calla y los sueños nacen, y la esperanza impera y la vida toda es fuego de artificio, color, belleza y más belleza! Ten en cuenta que “la historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales”.

 

 

 

 

—¡Escúchame bien, empedernido rapsoda! Yo siempre he soñado con un mundo sin barreras. Ni fronteras, ni odios ni rencores. Un mundo donde todos tuvieran cabida sin importar raza, credo, ideas u otras zarandajas.  No creas, a pesar de que siempre he soñado horizontes de luna, he soñado con paz de agua de quieta laguna, con noches de hechizo y de sueño, y con barreras ninguna. Naturalmente también he soñado con intrincados caminos, con noches de plomo bañadas de sueños de lágrimas y pobladas de alambre de espinos. Con negras noches, noches largas de manto eterno. Noches de frío plomo; noches prolongadas y eternas de triste invierno. Pero ¿sabes qué?  También he soñado que volaba en caballos de espuma, en mis sueños y a lomos del viento, libre y sin entorpecimiento. Pero por desgracia estaban allí los vedados caminos, los sueños de lágrimas y los alambres de espinos. Aunque en mi hálito de vida y en un remanso de mi sueño truncado, prosiguieron tenaces los horizontes de luna. Los caminos libres y largos, las noches de utópicos sueños y las barreras, ninguna. Porque el viento poeta me dice siempre que no desfallezca en mi sueño, y el agua del río me cuenta un cuento, el sol de fuego se retira despacio y los flecos de luna acarician mi sueño. Por tanto y partiendo de esa premisa, ofrezco mi sentimiento y escritura a los sometidos, a los sacrificados, a los supervivientes.

Ella se fue de forma inesperada del lado del bardo soñador. La muerte le arrebató el amor con premeditación y alevosía superlativa, dejando un vacío inmenso en aquel corazón enamorado de la generosa sensibilidad y del compromiso grande de ella. El silencio dejó un pozo insondable. Y en su último adiós le fue dedicando recuerdos de poeta enamorado, de compañero desesperado que comprende con rabia que ha perdido para siempre a alguien que lo perfeccionaba, que le daba vida, que cada día le hacía ser mejor. Por tanto, despacio y apenas musitando, le va dedicando una sentida plegaria: <<Paso firme, andar despacio. Mal camino, hiriente paso. Tirar palante, murmullo y cántico, pena grande, tañido lúgubre, salmodia y llanto. Y dentro de la madera fuerte, la madera negra. La madera grande; la madera barnizada y brillante. Extinguida vida, ilusión perdida. Esperanza rota; felices recuerdos de días pasados; amor tan grande>>.

 

En estas compungidas reflexiones va divagando su mente ida, entretanto acompaña en su ultimo adiós a su enamorada, compañera impregnada por siempre de un perenne ingenio independiente y sumamente libre.

Ella fue para él alguien muy, muy especial. Aunque se haya ido siempre vivirá en su corazón enamorado, y piensa que pasará a la posteridad como la gran mujer que fue. Porque la libertad, piensa, no es la ley del más fuerte, ni del más bruto, ni del más ladino. Ella, que supo evocar, que supo rescatar la memoria de todos los olvidados. Con ella y a través de ella permanecerán siempre en su memoria y en la de toda gente de bien. Y por supuesto, todos con ella, siempre tendrá un lugar capital en su corazón ahora roto, pero que aprenderá a reconstruir a través de su perdurable recuerdo.

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