miércoles, 29 de diciembre de 2021

HABLANDO DE LETRAS CON EDUARDO MORENO ALARCÓN


 

Eduardo Moreno Alarcón nació en La Roda (Albacete) en 1974. Es licenciado en psicología y autor de varios libros. Entre ellos cabe destacar su primera novela, Entrevista con el fantasma (Premium, 2014), Finalista del VIII Premio de Novela Corta Encina de Plata en 2014, La proeza de los insignificantes (Premium, 2021), XIV Premio de Novela Corta Encina de Plata, La fuente de las salamandras (Alféizar, 2017), Sonata de mujer (Ojos Verdes, 2018), Finalista del XXXVII Premio de Narración Corta Felipe Trigo y merecedora Finalista del XII Premio de Novela Encina de Plata, y Apuntes del espejo (Tandaia, 2019), Premio Jerónimo de Salazar de Novela Histórica.

Ha obtenido otros muchos reconocimientos literarios de ámbito nacional en su carrera como escritor, entre otros el de Finalista en la IV edición de los Premios Mallorca Fantástica en 2011, Tercer Premio en el Concurso de Relatos Víctor Chamorro en 2012 o ganador del II Certamen de Relatos de Terror “Sueños de opio” en 2013. Con su relato Visionarios fue uno de los seleccionados en el Certamen de Relatos de Ciencia Ficción Apolo 11 conmemorativo del 50 aniversario de la llegada a la Luna para formar parte de la antología Efeméride (Premium, 2020).

Premiado además en los Naji Naamen Literary Prizes del Líbano en 2019, es uno de los escritores de novela corta más reconocidos a nivel internacional y un autor íntegro como persona y consagrado a su oficio como pocos.

Colabora en medios digitales como la Revista Literaria HEBRA de Guadix (Granada). También ha publicado en los espacios culturales del periódico accitano Wadi-as y la Revista OP Machinery. Es guionista en dos proyectos artísticos con la Orquesta Sinfónica de Albacete: El regalo de Silvia (2018) y el musical infantil El Guardafuentes, historia de un tritón (2019). Desde marzo de 2018 coordina el club de lectura de literatura fantástica en la Casa del Libro de Albacete.

 

Eduardo, gracias por atender nuestra entrevista.


¿Cómo fue tu aproximación al mundo de las letras?

Desde temprana edad me aficioné a los tebeos y a los cómics de superhéroes. Más tarde, con catorce años, un compañero de instituto me descubrió la literatura adulta a través de los cuentos de miedo y fantasía. Recuerdo mis primeras lecturas: Edgar Allan Poe y una antología de relatos de terror seleccionados por Rafael Llopis. Aquellos libros supusieron una verdadera revelación. Me fascinaron hasta el punto de atraparme para siempre.

 

Sabemos que comenzaste escribiendo relatos de corte fantástico y misterio. ¿Por qué esa atracción por estos subgéneros?

Mi gusto por el género fantástico viene precisamente de aquellas lecturas de adolescencia. Los cuentos de terror son mis raíces literarias. «El germen que fertilizó mi imaginación», en palabras de Miguel Delibes. Les tengo un cariño especial. Esa atracción no ha dejado de crecer y acompañarme a lo largo de los años. Gracias a ello, he podido descubrir talentos y obras maestras.

 

Tus novelas, desde la primera, han sido todas reconocidas con un premio o accésit ¿Qué ha significado esto para ti?

Me considero muy afortunado, pues llegar a ser finalista (y no digamos ganador) de certámenes de ámbito nacional no es nada fácil. Haber obtenido el Premio de Novela Corta Encina de Plata, en particular, es un sueño convertido en realidad. Un verdadero privilegio. El reconocimiento al trabajo literario es un acicate para seguir tejiendo historias que emocionen, para seguir aprendiendo, mejorando y, sobre todo, disfrutando.

 

¿Qué es lo que más te gusta del mundo de la literatura y qué es lo que menos?

Lo más hermoso, sin duda, han sido las personas que he ido encontrando en el camino de las letras. Poder compartir pasión literaria (o de cualquier otra clase) es un regalo. En cuanto al oficio artístico, nada me llena tanto como escribir. Para mí es una necesidad. Pasión y vocación. No me gustan los egos ni la competitividad tan frecuentes en el mundo del arte. Otro aspecto que me desagrada es el poco valor que se da al trabajo literario, al esfuerzo por lograr una escritura de calidad (afortunadamente hay excepciones). En general, si no vendes, parece que no existes, no eres nadie. Y eso, para mí, no tiene nada que ver con la literatura. Hay editoriales que hasta te piden que hables con amigos para que te hagan reseñas favorables y «no personales» a fin de que parezcan objetivas. Resulta descorazonador. Por desgracia, vivimos en un mundo en el que importa más el continente que el contenido. El libro se convierte con frecuencia en un producto de mercado donde sólo importan las ventas y en el que cualquier famoso mediático, por el mero hecho de serlo (aunque no haya leído un libro en su vida), arrasa en Ferias y librerías. Por suerte hay editoriales (especialmente pequeñas y medianas) que apuestan por una literatura de calidad alejada de estos parámetros comerciales.

 

Sabemos que te sientes atraído por otras disciplinas artísticas, además de la literatura, como la música y el teatro ¿Cuál de ellas te atrae más?

Yo creo que todas las artes están íntimamente ligadas. De un modo u otro se tocan; forman parte de un impulso creativo que se expresa con variantes de un mismo lenguaje. La música es parte de mi vida, me viene de familia. Desde muy joven estudié solfeo y clarinete (si bien no acabé la carrera). He tenido la suerte de disfrutar tocando en bandas de música y espectáculos teatrales.

El teatro me encanta. Me parece terapéutico. Procuro asistir a menudo. He tenido el privilegio de acceder a este mundo, desde dentro, gracias al poeta Frutos Soriano y a la sala independiente EA Teatro (una «familia teatral» que me acogió en 2016). Nunca pensé que pudiera subirme a un escenario junto a profesionales. Aprendo y disfruto con cada nueva puesta en escena, no sólo como actor, sino también en mi faceta literaria. Es una escuela excepcional. Escribir textos teatrales dista mucho de escribir narrativa, pues sus códigos son muy diferentes. La guinda ha sido poder trabajar en los últimos años con la compañía Thales.

 

Si tuvieras que quedarte con una de tus novelas ¿con cuál sería y por qué? ¿y de tus relatos?

Cada una de las cinco novelas que he escrito forma parte de mi vida y, por tanto, tiene algo especial. Pero si tuviera que elegir, me quedaría con La proeza de los insignificantes. Además de ser la que más he disfrutado escribiendo, la considero una catarsis personal. Un viaje liberador. Creo que es la que mejor refleja mi forma de escribir y comprender la literatura.

Respecto a los cuentos, hay uno en particular que me sigue emocionando años después y que acaso sea el más redondo que haya escrito: Dama de otoño. La mayoría de mis relatos se los debo a la revista Absolem, con la que colaboro desde 2013. Sus propuestas creativas siempre han supuesto un estímulo para seguir cultivando este género tan querido.

 

¿Qué aconsejarías a una persona que se inicia en el mundo de la escritura?

La escritura es una carrera de fondo. Requiere tiempo, constancia y paciencia (también una pizca de suerte). El talento hay que pulirlo y trabajarlo, no basta por sí solo. Humildad. Fe en el trabajo. Leer todo lo posible. Olvidarse del dinero y de las ventas (no deberían anteponerse a un proyecto literario). Disfrutar ante todo. Y como dice Luis Landero: «¡Cuidado con el éxito!».

Gracias.

A ti, Carmen. Y a todas las personas que mantenéis viva la llama de la cultura con propuestas como Absolem.

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