A Samuel, aunque este poema fuese escrito con anterioridad a la tragedia.
Y, en general, a todos los que han luchado en defensa de unos derechos
fundamentales e inalienables, que, precisamente por ello, necesitan ser
enaltecidos –al menos– una vez cada año.
No mires con quien voy del brazo en Chueca,
no te asombres de a quien bebo mis besos,
no te pares en fútiles sucesos,
que labio en labio por amar no peca.
No me descubras al gritar «¡eureka!»,
porque están descubiertos y aun ilesos
mis sentimientos ya, estos procesos
no son de oscuridad de discoteca.
¿Son amores anfibios?... Calenturas
que quizá se tatuaron en la mente.
Somos aventureros, hay aventuras
con que nacimos en el inconsciente,
qué importa quién, cómo, si maduras
están las frutas del amor valiente.
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