domingo, 28 de febrero de 2021

DE PALABRAS Y BAGATELAS, por Gloria Acosta


 

Horacio coloca la canga de tiro a sus vacas cuando aún no ha amanecido. La palmera maravilla a la derecha, y la panadera a la izquierda. Con las primeras luces despierta  a su hijo y se dirigen a las tierras del alcalde. El muchacho puya a las reses con la punta metálica de la  vara de madera.

—¡Goj!— Al golpe, las bestias se ponen en marcha.

—Flojo Juanito que son mansas y quieren cariño. Controla a la trigueña, que no se abra.

—¡Vamos!—esta vez el toque  acarició el lomo.

Mientras el padre asurca la tierra, el hijo esparce estiércol y guano. Siembra de media en media las papas bonitas, las azucenas y las coloradas.

Ya baja el sol trasluciendo las montañas. Los pinares silban a retirada. La tierra ampara la semilla y se preña hasta el verano.

—¿Nos regalará unos sacos papá?

— Me ha dado su palabra.

 

 

                                                                      * * *

 

 

Aristarco ordena los pergaminos por género y nombre de autor. Hay trabajo acumulado con el  cargamento del puerto. Demasiado esfuerzo  para un  bibliotecólogo. Conoce cada papiro y el lugar donde se aloja. Guarda tablillas y rollos en arcones, jarros, cestos, nichos y anaqueles. Ayuda a los filólogos a copiar los manuscritos confiscados. Guarda el original y da la copia al propietario.

  Aristarco escucha disertar a los sabios que acuden a la Biblioteca. Aprende rápido de lo que ve y de lo que oye, pero sobre todo de lo que come. Hace tiempo que por su boca salen palabras que su mente desconoce. Lo descubrió por casualidad cuando decidió alimentarse también de palabras. Al principio las tomaba de rollos defectuosos y las soltaba en cualquier conversación, sin venir a cuento. Ahora las domina y las usa en tiempo y forma. Los filósofos le escuchan con admiración. ¡Cuánto aprende Aristarco!

De unos meses a esta parte descubre que algunas le producen temblor y le incitan a la acción. Quiere probar con los textos prohibidos, las del rollo  “Verba venire”, seguro que le valdrá el respeto de la Reina y será  profesor de príncipes.

Es el día del asedio. Aristarco temeroso toma una lámpara de aceite y se esconde en la sala prohibida. A lo lejos se oyen las órdenes de César. Las naves del puerto arden.

Apresurado las engulle por decenas. Esta es extraña. Pirómano. Traga sin masticar. De repente el temblor.

 

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