domingo, 14 de julio de 2019

VEREDA FLUVIAL, por Isabel Pérez Aranda.




Estaba ahí, junto a la orilla
arrodillada en guijarros y arcillas prehistóricas 
saturada de soles extremos con lunas granas,
donde tu cuerpo inclinado exhalaba un sollozo angosto,
haciendo brotar las pompas del jabón a un ritmo acelerado
salpicando y cubriendo las manos de asperezas incurables,
y el alma, ¡ay el alma!,
ahogada en la vereda fluvial
presa de ignorancias y olvidos
ante miradas libres y aladas.

Cuando estabas ahí mujer, junto a la orilla,
se hacían las horas decorosas, parlanchinas,
que a soles y a lunas tendidas, su piel estirabas,
sobre mimbres y espartos, yacían ausentes, almidonadas,
secas y bien dobladas,
junto a las penas,
todas las penas,
almacenadas.

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