domingo, 15 de julio de 2018

LUCÍA, por Tomás Sánchez Rubio.






Llegó sin avisar. Al abrir los ojos, Lucía lo vio sentado en una silla al pie de la cama, muy derecho pero a la vez con gesto cansado. El sol de abril le bañaba el rostro. Al principio contempló su perfil, pero el joven volvió la cara de pronto y la miró sonriente. Era como si hubiese presentido que por fin ella había despertado. No sabía cuánto tiempo llevaba en el hospital. Su último recuerdo es que estaba lavando los cuatro cacharros de la semana, en su banquito frente al fregadero -dichosa artrosis...-, y se puso todo negro... Había sentido, durante todo el día, un fuerte dolor en el pecho... Habría cogido frío seguramente...
“La saqué a paseo.
Se me constipó...”

Le era familiar esa frescura en la mirada: unos ojos claros, alegres, fijos en los suyos. Aunque estaba sentado, lo adivinaba alto, como ella: la “larguirucha” de la clase...

“Eres alta y delgada
como tu madre...”

Su presencia, no sabía bien por qué, le recordaba aquellas tardes a la salida del colegio junto a sus compañeras; un colegio que pronto  fue obligada a dejar por la muerte de su madre. Tenía que ocuparse de su padre y de sus hermanos. 

“Debajo un botón, ton, ton,
que encontró Pachín, chin, chin...”

Después se casó, pero Juan la dejó pronto. Se reían sus vecinos porque era más bajo que ella; sin embargo, se trataba de un ser de corazón enorme. A diario se acordaba de él...

“Yo soy la viudita
del conde Laurel...”

Pasó el médico y le dijo que estaba recuperada, que esa misma mañana le daría el alta y podría volver a casa. No, no tenía hijos. Solo un sobrino que de vez en cuando la visitaba. Sin embargo, su vecina, Asunción, estaba siempre pendiente de ella... Asunción, que tenía una llave, fue quien la encontró “caída a todo lo largo” en la cocina...

Bueno... La verdad es que “casi” tuvo un hijo. Se malogró poco antes de cumplírsele los seis meses de embarazo: una caída en la azotea mientras tendía la ropa... Ahora sería un hombre alto, moreno como ella...

¿Dónde está? ¿Lo ha visto usted, doctor? Estaba ahí sentado. No, no era familia...

Adiós, adiós....

“Mambrú  se fue a la guerra,
Mire usted, mire usted, que pena... “


1 comentario:

  1. No tiene parangón el perfil de tu pluma, amigo mío. Sinceramente, una preciosidad que, como siempre, me emociona.

    Un beso.

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