lunes, 15 de mayo de 2017

En el blanco nos encontramos, por JAVIER GONZÁLEZ DELGADO.



    Era una fría mañana de invierno, los corredores se iban agolpando poco a poco buscando una buena posición de inicio. Los más rezagados se estaban despojando del chándal y todos ya sentían la ansiedad que precede al disparo de salida después de semanas entrenando en solitario. En camiseta y pantalón corto todos eran iguales, no había diferencia, ni siquiera entre hombres y mujeres, a todos les une una misma pasión por la recompensa al esfuerzo, cada cual tiene la suya propia a su medida, todas diferentes y todas iguales. Adham no pensaba en esas cosas, había llegado con tiempo, corrió un poco, hizo algunos estiramientos y pasó por el lavabo portátil. Pepe tampoco pensaba en lo que se oculta en el correr por correr, llegó después, estiró y bebió una bebida energética, siempre lo hacía en previsión de que le faltara hidratación como una vez que orinó sangre, no quería que le volviera a suceder. Adham miró su cronómetro y se dirigió a la recta de salida, allí se topó con Pepe, los dos se quedaron un instante sin saber qué decir, después llegó el abrazo fraternal y la alegría por lo inesperado del encuentro. Charlaron a contrarreloj, faltaban dos minutos para que empezara la media maratón.

    Adham miró a Pepe y éste le devolvió la mirada en el mismo instante en que se dio la salida. Adham seguía teniendo el mismo aspecto de inapetente de siempre, Pepe sin embargo había ganado en todo, en altura y en anchura, lo suficiente como parecer el hermano mayor de su mejor amigo de la infancia. Hasta el kilómetro cinco coincidieron en un mismo ritmo que les llevó hasta el avituallamiento, a partir de ese instante Pepe fue perdiendo fuelle, al contrario de Adham que se fue acercando a la cabeza. Después de primaria cada uno fue llamado por destinos diferentes, uno hizo bachillerato y fracasó en el intento de acabar una carrera debido a sus deberes en la empresa familiar, el otro hizo estudios profesionales que le sirvieron para acabar realizando un oficio distinto. En el segundo avituallamiento la distancia entre ambos era mayor, pero aunque Pepe no lo sabía Adham comenzaba a desfallecer por el sobresfuerzo de la primera mitad. Cuando acabó la carrera retomarían la conversación como si no hubieran pasado veinte años desde que se despidieron a la salida de la escuela del barrio, hablarían de cómo les había tratado la vida y de las dificultades que conllevaba tener familia propia. En eso iba pensando Pepe cuando en el tercer avituallamiento localizó con la vista a su amigo, se acercó a pocos metros en el cuarto, y antes de que cayera el último kilómetro de la media maratón se colocó a su altura. Pepe miró a Adham y éste le devolvió la mirada y sin quererlo marcaron una misma zancada que les llevó al final del recorrido sin posibilidad de discernir quién llegó antes, quién era más fuerte, quién más sabio, quién era el negro y quién era el blanco.




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