jueves, 19 de junio de 2014

“Nocturnos” de Josefina Martos Peregrín, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.



Nocturnos es el título del último libro de la escritora Josefina Martos Peregrín; una cuidada edición de trece relatos publicados por la Editorial Nazarí, escritos con una agilidad narrativa magistral. La autora  ya nos mostraba su talento en sus dos obras anteriores Myriastérides y otros relatos y La cumbre del silencio.
En esta ocasión, sus relatos nos sumergen en una atmósfera inquietante, construida de personajes y escenarios singulares, inspirados sin embargo por grandes dosis de realidad. Josefina, observadora voraz, coleccionista impenitente de recuerdos, va tejiendo estas historias con el hilo conmovedor de la emoción.  No hay un solo párrafo en esta obra que no haya conseguido despertar en mí un sentimiento de añoranza, sorpresa, ternura, indignación, admiración, tristeza…, no hay un solo párrafo que haya podido dejarme indiferente.
En Nocturnos encontrareis de todo: el miedo sobrecogedor y obsesivo de una insomne trastornada por el llanto de un niño… “Yo soy la que escucha en la noche. Escuchando, escuchando sin alivio ni fin, se inició mi naufragio, mi rastreo estéril de una voz, de un llanto; mi enlace a un mascarón de proa tenebroso y vivo”, la infancia florecida, cuya inocencia asomada a la ventana, es amputada de golpe por el serrucho de la tosquedad de los adultos… “Cuando vi aquel brote florido sobre la coqueta, acomodado en una jarra de cristal y reflejándose en un espejo, me contenté: cortado no era menos bello. / La primavera capturada para siempre, eso creí, que aquellas flores durarían siempre.”  O la muerte agazapada en una colcha donde duermen una camada de gatos recién paridos: “Acudieron en su ayuda, a despojarla de la muerte que aquella noche se había empeñado a dormir con ella. Inesperada, insistente… y tan trivial.”, también el cine como analgésico de un ambiente de posguerra, va forjando la amistad entre una puta y un sereno… “Ninguno lo cree, ni su parecido con Gilda ni su futuro en el cine, pero a la música de sus palabras el nilón se transforma en seda y su cabello mal teñido, en la mágica cascada de Rita Hayworth.”, la guerra y sus miserias, sus vilezas que atropellan vidas y destruyen futuros, como el de Malaika, la niña Iraquí… “Plena noche quebrada, estrellas despavoridas, súbito trueno de cristales rotos, motores crueles, gritos imprecisos, arrastrados, un hilillo de sangre que ahora las primeras palabras, la voz estremecida del hermano mayor…”. El cuento tradicional de Perrault  resucitado de nuevo, una versión de Caperucita roja que se aproxima más a la original que las innumerables adaptaciones posteriores: “La miraba y sentía deseos de abrirle la ropa en canal y palparla entera, pero se conformó con sentarla en sus rodillas y sobarle disimuladamente los muslos. Azorado por su excitación, evitó verla de nuevo”. Así mismo se adentra en el mundo del llamado síndrome de Diógenes, o de la soledad, o de una historia de carencias acumuladas…” Comprar sin necesidad, incluso, incluso de modo compulsivo, resulta enfermizo, pero tolerado y muy frecuente; en cambio almacenar lo rebuscado por las calles se juzga locura humillante.”.  El prodigio toma forma en el relato titulado De madera, donde se cuenta los avatares de una virgen tallada que perdida en una cueva, olvidada de la humanidad,  es visitada por el duende: Se acostumbró agradecida al duende y a su charla inconexa, como se acostumbró a toda clase de visitas y compañías”  o las memorias de un morisco que tras el destierro, se refugia en una cueva, antiguo silo… “- Eso mismo, como yo, que me transformé en cordero, cordero de Cristo. En mala hora, pues mi juventud entera la cubrí con caparazón y máscara ante los míos.” Para terminar con una Danza de escorpiones, una pareja condenada a encontrarse cada verano unidos por un juego sexual  sadomasoquista: “Imaginando aguijones viajeros, peligrosas travesías a lo largo del cuerpo sometido, comienzan a enredarse en caricias, en oscuras incursiones, lentas condenas sembradas de asfixia y gritos.”

            Todo un mundo, contenido en trece relatos impecablemente escritos, pequeños mundos albergados en este libro que he terminado de leer con deleite y admiración por la autora. Estoy segura, que aún en una segunda lectura, no dejaría de sorprenderme. Enhorabuena Josefina.

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