viernes, 14 de marzo de 2014

Escena, por AlICIA MARÍA EXPÓSITO.


La  escena está completa.
Dentro del velador
la noche se resiste a irse,
auxiliada por la opacidad oportuna
de los setos que rodean la estancia.
Los relojes andan entre silencios.
Temerosos, acallan sus latidos
porque saben
que la única música de la que gustan
los que aman
es el acompasado respirar del otro.
Los cuerpos,
que andaban no hace mucho confundidos,
dispuestos a una pasión que abrasa,
brillan,
blancos de sal,
encendidos de espuma.
Entre el cielo y la tierra,
suspiros y silencios.
El tiempo y el espacio
no han existido nunca.
Quietud.
Un ansiado reposo de guerrero
continúa
a la batalla que el amor presenta.
A poco,
con las últimas briznas del sueño
entre los ojos,
ella extiende su mano,
abanico cargado de caricias….
¡Despierta!
No hay que hacer caso de fantasmas
del sueño de una noche de verano.



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