viernes, 14 de marzo de 2014

Dos locos alienígenas, por CUSTODIO TEJADA



En los jardines de un sanatorio mental situado a las afueras de Guadix, un día nublado a la espera de que salga el sol, Juan y Lucas, dos locos borrachos que se piensan alienígenas venidos de un planeta lejano llamado Parrasyrah 1, de la galaxia ultrasideral Granvía Vinicolae, hablan sobre ciencia-ficción  tumbados sobre  hamacas de pvc de color blanco.

­_ ¿Tú qué piensas sobre la ciencia-ficción, Lucas?
_ Pues que gracias a la brillante imaginación de los seres humanos se han creado personajes y superhéroes, mundos paralelos, fantasías interestelares, realidades virtuales, se ha contactado con civilizaciones alienígenas, las agencias de inteligencia y espionaje han copiado ideas y han desarrollado teorías, se han inventado nuevos aparatos y un sinfín de cosas más. Verdaderamente la ciencia-ficción es algo apasionante y curioso, algo que nos acompaña a todos los seres inteligentes (humanos o no) casi desde el comienzo de los tiempos, casi desde que empezamos a pensar y a romper el cascarón de la animalidad.
_ Mira lo que te digo Lucas, te estás rayando como un disco de vinilo. Si la realidad supera a la fantasía no entiendo para qué queremos tanta ficción. Con la realidad nos basta y nos sobra. No necesitamos más aliños.
_Juan, la ciencia-ficción siempre va por delante, abriendo camino, es el adalid de los acontecimientos y de las revoluciones. La ciencia-ficción es como la utopía.

Lucas y Juan llevan ingresados en este hospital siquiátrico casi diez meses. Desde su ingreso no oyen otra música que los Ketama, en especial el tema que dice: “No estamos locos, sabemos lo que queremos”. Al cabo del día pueden escucharla más de cincuenta o sesenta veces, es como si fuera su “om” espiritual, una especie de mantra sagrado.
         En realidad, Juan y Lucas, son dos paisanos de Guadix, uno del barrio de San Miguel y el otro del barrio de Santana, ambos bastante aficionados al tintorro y  las bodegas desde muy jovencitos.
_ ¡Acércate! –dice en voz baja Lucas.
_ ¿Qué quieres, alienígena? – le contesta igualmente Juan hablando casi al mismo tiempo.
_ No se lo digas a nadie; pero te voy a contar en primicia un secreto, creo que el director de esta nave espacial es un robot – dice Lucas susurrando.
_ ¡No jodas, Lucas! ¿Por qué?
_El otro día le sorprendí en su despacho y observé que le salían dos cables de sus orejas, parecía que hablaba solo. Además estaba colorado como un pimiento morrón.
_ Eso serían los auriculares o el manos libres del teléfono móvil; ya sabes tú que es un gran forofo y le gusta escuchar el fútbol por la radio. Y su afición por el güisqui también es de sobra conocida.
_ Pues yo juraría que es un robot de última generación, no ves que tiene cara de pocos amigos y siempre está enfadado. Y habla solo. ¿Sabes una cosa, Juan?
_ ¿Qué?
_ Que si la montaña no puede venir a la ciencia-ficción, tranquilo que, la ciencia-ficción irá a la montaña.
_ Cierto es, alienígena – dice Juan que hace un gesto afirmativo con la cabeza para seguirle la corriente.
_ ¿Cierto? ¡No! ¡Ciertísimo! ¡Tan cierto como que  soy un extraterrestre! La ciencia-ficción mueve montañas.
_ ¿Querrás decir la fe?
_ Sí sí, por supuesto, la fe. Ahí quería llegar yo. La fe es la mayor prueba de que la ciencia-ficción mueve el mundo. La fe es su máxima expresión, la piedra  Rosetta de las verdades reveladas por la fantasía de la ciencia-ficción.
_ ¡Con la Iglesia hemos topado, querido extraterrestre! – le contesta Juan con tono sarcástico. ¿Adónde quieres llegar, compañero de fatigas? – dice Juan mientras se gira en la hamaca como un pollo en el asadero a punto de ser trinchado.
_ Juan, ¡espabila coño! ¿Acaso no pueden entenderse todas las religiones del cosmos como la suprema confirmación de la fantasía humana y del triunfo de la ciencia-ficción sobre las demás sabidurías? ¿Acaso Dios no puede entenderse como el superhéroe más poderoso y conseguido de todos cuantos existen, y el que controla y mueve más voluntades que ningún otro?
_ ¡No desvaríes más, Luquitas,  si no fuera porque yo también estoy aquí dentro contigo diría que estás como una auténtica regadera! ¡Vamos, como una cabra! Esperemos que no nos escuche el señor director las conversaciones que tenemos, porque si lo hace no salimos de aquí ni haciendo el pino con las antenas; pero bendita ciencia-ficción si con ella somos más felices, somos más libres y nos hacemos mejores personas.
_ Juan, y qué importa lo que diga un loco aquí dentro.  Ahí fuera hay muchísima gente que dice verdaderas locuras y; sin embargo, nadie les cuestiona su liderazgo. No olvides, querido Juan, que el presente siempre será de los cuerdos; pero el futuro siempre estará en manos de los locos.


         Sobre las 13:45 horas, cansado de ver pasar nubes, Juan y Lucas deciden ir al comedor a reponer fuerzas porque saben que con el estómago vacío no hay cerebro que funcione ni ciencia-ficción que valga. Cuando ambos entran al comedor, el camarero encargado del servicio saluda atentamente diciendo: ¡Buenas tardes, señor Joaquim, que tenga un buen almuerzo! Éste, mirando con asombro,  continúa su camino hablando solo.

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