Creo recordar
que existe un ranking de los mejores inicios de la novela de la Literatura
Universal, siempre encabezado por Tolstoi, Cervantes, Gabo o Nabokov. Cuando
tengo un libro en mis manos me fijo en ese primer capítulo, no tanto como
lector sino como escritor. He escrito extensos artículos sobre cómo incentivar
a la lectura y he dado unas cuantas charlas. Recordemos el dicho “la primera
impresión es la que cuenta”. A través de esas líneas es cuando el lector medio
y no tan medio decide si debe continuar. Esto es fundamental para afianzar y
recuperar a los lectores remisos que andan pegados a sus móviles y sus
innumerables trampas.
Cuando cayó en
mis manos “Todo acaba en Marcela” de Sergio Barce, supe que esta novela corta
podría entrar en ese exquisito ranking. Desde sus primeros párrafos el autor
perfila una historia que te va envolviendo hasta que no puedes dejar de leer.
La trama te atrapa, los personajes principales y secundarios empastan muy bien
con lo que quiere contar y el lenguaje fluye como un río caudaloso limpio y
fresco, pero al mismo tiempo negro y turbio como la terrible y magnética
historia que nos narra. En las primeras líneas asistimos al sangriento
asesinato de Marcela a manos de su ex novio, cruel y sanguinario como él solo.
Ella deja de existir en los primeros párrafos -no estoy destripando nada-; sin
embargo, como la Rebecca de Hitchcock, es la protagonista absoluta.
Una señal de
identidad de la estructura de dicha novela es la unificación de la narración,
descripción y diálogo. Esto no se prodiga en exceso pero impele verdaderamente
a una lectura fluida y briosa como un torrente. A mí siempre me ha disgustado
el uso y abuso de los guiones de los diálogos. Aquí no hallamos ninguno. Todo
está imbricado en los mismos períodos oracionales. Creo que, incluso para el
lector convencional, resulta beneficioso. Dicho esto, podría ser una magnífica
lectura para los centros donde se imparte bachillerato, ya que condensa todos
los alicientes que favorecen la rica y beneficiosa lectura, esto es, novela
breve, uso correcto y apropiado de la lengua y el lenguaje, trama adictiva,
personajes bien dibujados y combinación correctísima de de los ingredientes de
la novela negra y policial. Además, se desarrolla en Málaga.
Son muchos y
buenísimos los autores malagueños que voy descubriendo año tras año. Todos
ellos de excelsa prosa y laboriosa narración. Entre ellos destacaría, sin duda,
Antonio Soler. Hay que recordar a nuestro -recientemente desaparecido- Pablo
Aranda. La nómina es extensísima e interesantísima: Miguel Ángel Oeste, Juan
Madrid, Rafael Ábalos, Carlos Sisí, Muñoz Rengel, García Maldonado o el
famosísimo Javier Castillo entre otros muchos. A Barce lo descubrí cuando fue
galardonado con el Premio de la Crítica de Andalucía. Con esta última novela se
consolida como uno de los grandes narradores malagueños.
Todo acaba en
Marcela de Sergio Barce no da tregua al aburrimiento. Es de esas novelas que se
leen en dos tardes por su dinamismo, intriga e interés. El malo malvado, el
villano de toda la vida, llegas a cogerle tal asco que lo encerrarías de por
vida bajo una alcantarilla. Una de las cosas que más me ha sorprendido de Barce
es su versatilidad para adaptarse al género en cuanto a los códigos utilizados.
Conocía a otro Barce desenvolviéndose excelentemente en otra estilística, no en
vano sustenta numerosos premios y reconocimientos. Esta novela (corta) es ideal
para un viaje o para llevársela a la playa y desconectar y para saborear algo
parecido al cine negro, pero en Málaga.
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