Veo fotografías y estás en ellas...
Estás triste, mirando al interior de tu alma,es la mirada de la ausencia, de la incomprensión,
es el espíritu atormentado, desconsolado,
sin norte,
es la aflicción de la soledad.
Estas con tu hijita de dos o tres añitos,
pero no aquí, sino allá,
lejos de la realidad,
huido, dolido, estrellado
no por las estrellas del cielo
ni los querubines de las iglesias
sino por tu sangrante duelo
el de tus padres, creo yo,
el de haber sentido que tu papá se fue
cuando tenías sólo nueve añitos
nueve añitos nada más
nueve añitos en los que se te derrumbó el mundo
se abrió un huraco misterioso y negro
incomprensible para un niñito de nueve añitos nada más.
Recuerdo tu mirada de niñito de nueve años,
la tengo sembrada en mi piel, en mis carnes, en mi cerebro,
y me duele, me ha dolido siempre,
me ha herido sin posibilidad alguna de sanación,
siempre sangrante, escurriendo rojo intenso,
costra que se levanta, se seca, y reaparece,
pero, a diferencia tuya, tengo, de pronto,
un mayor poder de ocultamiento,
un hipócrita escondido,
un derrotado inderrotable,
un ausente presente.
En cambio, tú, hijito de nueve añitos,
sacabas a flor de carne
tu dolor de soledad
tu esperanza perdida
tus sueños derrotados
tus caricias sin caricias;
el no sentir las manos del padre
la voz del padre
la amorosidad del padre.
¿Está allí el origen del todo?
¿He ahí la paz vencida?
¿El hueco lo perturbó todo?
No sabes, y ya no podrás saberlo porque te fuiste para siempre,
si allí, en ese huraco, en ese agujero negro que todo lo chupa,
se halla el origen de las especies.
Aquí, sin ti, sin esperanza alguna de recuperarte
porque te fuiste para siempre.
Frente a mi escritorio, viéndote, recordándote,
con la botas que tenías puestas cuando moriste bañado en sangre,
las botas negras, de cuero,
que conservan el olor de tu cuerpo,
esas botas parecidas a las de un soldado
—lo fuiste, porque te obligué—,
botas que a diario miro
y ya no estas en ellas,
ya no cubren tus pies
ni protegen tus callos.
Botas negras que me acompañarán hasta mi muerte,
botas que nunca botaré pues quiero morir con ellas puestas,
para sentirte, cuando brote mi último estertor,
sentirte en mi tumba muy junto a mí.
botas que a diario miro
y ya no estas en ellas,
ya no cubren tus pies
ni protegen tus callos.
Botas negras que me acompañarán hasta mi muerte,
botas que nunca botaré pues quiero morir con ellas puestas,
para sentirte, cuando brote mi último estertor,
sentirte en mi tumba muy junto a mí.
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