Mar, siempre mío,
ensoñación salpicándome
y asomando al sol
de tu voz de oropéndola.
Ven y hazme primavera de
cereza.
Transformación que palpa mis
tobillos,
besar tu blancura ardiente que
respira
codiciando la belleza anidada
en las caricias.
Revelación junto al calor de
la sangre;
mi rosa sonora en tus orillas,
concédeme en la luz de tu
latido
volar en tu alma de gaviota.
Amor de tango y de azul,
Amor de calma inacabada,
aquí ante el poder de tu
vaivén
se presiente el origen de tu
territorio,
y llevas un susurro de lilas y
rocío
escarbando en sal de los
silencios.
Amor contra la herida al filo
de cuchillo,
Amor desnudándose en las
soledades,
amor te recibo para borrar las
guerras,
los fríos párpados de los
niños sin nombre,
y de los cuerpos inmóviles que
gritan en las arenas,
llamando con los ojos la Paz
de las estrellas.
Amor no te duermas de llanto,
todavía,
que estés aleteando en lo
sagrado,
en floración eterna de brisa y
de catarsis,
imperturbable desde el tallo a
la espiga
mirando hacia el mar de tu
existencia.
Amor, ansío tu danza
desplegada de profeta,
eres arrancándote del corazón
al descubierto
esa certeza flotando del cáliz
de tus sílabas,
ahora que aguardas en el miedo
del mundo
ser esa senda clara que seduce
de esperanza,
como el recuerdo de un pájaro
cantando,
posándose en el palpitó
aliento de un sueño.
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