Juan Vida Arredondo (Granada, 1955) es un pintor español conocido principalmente por su obra pictórica aun cuando también ha hecho aportes en el campo del diseño gráfico.
Estudió Geografía e Historia en la especialidad de Historia del Arte y desde 2001 es académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de Granada. Desde 1968 ha venido exponiendo su obra que, a lo largo de su trayectoria, ha recibido numerosos premios y distinciones en el ámbito de la pintura. Ha participado además en diversas exhibiciones internacionales de arte, y ha realizado variadas exposiciones individuales en Europa y Estados Unidos.
Es uno de los representantes de la figuración, teniendo su pintura una marcada tendencia narrativa de forma espontánea, sin dejar de lado el elemento pictórico. En lo conceptual, su pintura siempre se ha alimentado de la memoria, apareciendo articulados en ella una serie de elementos que despiertan en el espectador determinados resortes de esa memoria a la vez personal y colectiva. El marcado carácter autobiográfico de su obra se hace presente en sus cuadros de gran formato, quizá una de las influencias más apreciables fue la llegada de su hija, siendo su última exposición “Un cuento chino” testigo de ese cambio personal y artístico.
ENTREVISTA
Querido Juan, gracias por aceptar
nuestra invitación.
Gracias a vosotros, siempre. Es
un placer.
¿Cómo y cuándo comenzaste a
pintar?
Verás, creo que he pintado
siempre, o por lo menos casi siempre. Mis hermanos mayores pintaban,
especialmente Pepe, que es uno de esos dibujantes extraordinarios, y en casa de
mis padres siempre hubo óleos y pinceles a mi disposición. Cuándo ellos dejaban
los materiales llegaba yo y me ponía a pintar, con mayor o menor acierto, pero
con una predisposición natural a interpretar en imágenes lo que ves y lo que
recuerdas que has visto. De manera que el pintor nace y se hace. Luego, ya en
primero de Bachillerato, que entonces se hacía entre los diez y once años, tuve
de profesor de dibujo a Miguel Ruiz del Castillo –también vocal del Centro
Artístico y Literario de Granada–, que había ideado una campaña de acercamiento
de los alumnos de los Escolapios a museos y salas de exposiciones, a la que
llamó “Sembremos nosotros para que recojan ellos”. Aquel buen hombre vio en mí
la posibilidad de materializar su cosecha y me organizó una muestra individual
en una de las salas del Centro Artístico, sin duda el mejor sitio para exponer
en la Granada de 1968. La exposición la componían 28 cuadros y en uno de los
balcones que daban a Puerta Real se colgó un cartelón en el que se anunciaba la
exposición de “Juan Vida, pintor de 13 años”. De ahí que durante mucho tiempo,
mis amigos y los no tan amigos me llamaran “el niño pintor”. Lo cierto es que,
desde entonces, para mí exponer ha sido habitual.
¿Cuáles son tus pintores más
admirados?
Los buenos pintores. Desde los de
Chauvet, Lascaux o Altamira y generalmente aquellos que empiezan a pintar desde
una imprimación oscura a la que le van sumando claridad. Por ejemplo Rembrandt,
el Greco, Goya… Pero también los que lo hacen desde una fondo gris, qué
tontería. Bueno creo que admiro a los mismos que todo el mundo, como digo, a
los buenos pintores, empiecen como empiecen, porque lo que importa es el resultado
final, el cuadro solo colgado en una pared por los siglos de los siglos. Además
de los que admiro también están los pintores que me importan. En esa lista, que
puede ser interminable, escogería a Touluse-Lautrec, Picasso, Matisse, Kirchner,
Grosz, Miró, Sorolla, Zuloaga, Hopper, de Kooning, Rauschemberg, Hockney, Kiefer…
Y por encima de todos a Velázquez el extraterrestre.
Tus pinturas están cargadas de
simbolismo ¿En qué temas te inspiras?
Trato de pintar cuadros que
cuenten algo que me está pasando. Es lo que en arte se conoce como la verdad
del artista. Es decir, cuando cuentas algo que de verdad necesitas contar. No
quiero decir que no haya pintado cuadros que no van de esto, ni que sea
necesario contar lo que te está pasando para hacer un buen cuadro o un buen poema,
el arte es por definición una mentira, una trampa al ojo, pero cuando esto pasa
te puedo asegurar que el espectador lo nota, lo ve, lo siente.
Lo importante es tener la
habilidad para que eso que es tuyo sea también de todos. Pasar de lo personal a
lo universal.
Mira, hay una norma en el
simbolismo de Mallarmé que es definitiva para entender de qué va la cosa. Dice
así: “Aludir, eludiendo”. Es decir nombrar si nombrar o mejor dicho, nombrar
nombrando las cosas que hay alrededor del sujeto. De eso se trata, de colocar
sobre el lienzo los argumentos necesarios para que cada espectador complete el
cuadro, lo interprete a su manera, le evoque algo de su vida como si fuera
verdad.
La exposición “Un cuento chino”
ha recorrido numerosas salas de nuestra geografía
Esa exposición, que estuvo en
2015 en Guadix, en el Palacio de Villalegre, siendo alcalde González Alcalá, que
también es padre adoptivo, es un buen ejemplo de eso que te digo de la verdad
en el arte. La muestra la forman 13
cuadros y sus correspondientes textos que dan cuenta de las emociones del viaje
hacia la paternidad que hice entre 2004 y 2005. Como bien dices, sigue exponiéndose
por nuestra geografía, la última vez fue este mismo año en la Fundación Antonio
Gala de Córdoba.
¿qué significa para ti este
trabajo?
Ya te digo que se trata de una
necesidad que creció en mí al pasar por el proceso de adopción de mi hija. La
conmoción fue tan fuerte que empecé a pintar cuadros que iban contando esas emociones.
Además, y de forma paralela a las pinturas, fui escribiendo un pequeño relato sobre
las mismas sensaciones, que no era ilustración de los cuadros ni los cuadros lo
eran del texto. Cada cosa por su sitio de forma paralela, que dieron lugar a la
exposición “Un cuento chino”.
Tu obra tiene un marcado carácter
narrativo, todas parecen contarnos una historia que no tiene por qué coincidir
con la que tú pretendías contar. ¿Te interesas por la impresión que los
visitantes de tus exposiciones tienen de tu obra?
¿En qué momento, la pintura pasa
de ser una técnica de representación a ser un lenguaje?
Esta es una pregunta compleja y
sencilla a la vez. La pintura es un lenguaje por definición. Un lenguaje que
tiene unas reglas, una sintaxis y una morfología que se soportan sobre una
técnica. Pero la técnica no es solo el soporte, sino que también es
significado. Pensemos en la pastosidad circular de la pincelada de Van Gogh
para expresar la tormenta que crecía en su cerebro, o en la pincelada lenta y
corta de Hopper para expresar la lentitud de las horas perdidas en la
habitación de un hotel. Eso es muy importante de comprender, porque no es solo
estilo, no es únicamente recurso técnico, sino que ese recurso, esa determinada
forma de aplicar el color y la línea, son también significado. Es decir, no se
pueden separar el uno del otro de la misma manera que no se puede separar el
canto de la voz que lo canta.
Excelente JuanVida...
ResponderEliminarAmén
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