El
campo, es nuestra cuna, es el regazo de una madre que da a luz a su primer hijo
y lo mece cariñosamente en sus brazos mientas le cuenta cuentos de dragones y
princesas y le canta nanas que nos inspiran compasión.
En los
últimos años, nuestra madre agricultura y nuestro padre campo han vivido y
observado cómo sus polluelos echaban a volar para dirigirse a grandes urbes
donde parece que la gente no tiene el demasiado tiempo de pararse y escuchar el
sonido de los pajarillos o de ver cómo el tejón crea su madriguera.
La
vida de la urbe es una vida acelerada y llena de prejuicios, donde el caballo
Estrés cabalga a sus anchas y dónde la palabra tiempo no tiene lugar.
Por
suerte cada día vemos como todos esos polluelos que dejaban su nido en el campo
para volar a las altas cumbres de un edificio en la ciudad regresan a su tierra
natal para disfrutar de su gente, de sus paisajes, de sus animales y en general
de su tierra.
Y sí,
no podemos negar que las oportunidades laborales de la ciudad son mayores a las
que podemos encontrar en nuestro entorno rural, pero la calidad de vida
disminuye de una manera considerable.
Aunque
se diga lo contrario en el medio rural hay las mismas actividades de ocio que
en la ciudad pues cada verano vemos como miles de antiguos vecinos que ahora
viven en tierras lejanas vuelven a la comarca para disfrutar de sus orígenes,
de sus gentes y de sus tradiciones, pero bueno eso ya es lo que sabemos todos.
Lo que
no sabemos es que sin el campo no somos nadie, a lo largo de los tiempos el
campo ha sido una actividad vital muy respetada por todos, porque una cosa si
tenían clara:
Sin agricultura y sin ganadería nuestra mesa
está vacía.
Ha
sido desde hace un tiempo hasta esta parte, donde el campo se ha visto un sitio
hostil donde vive una especie humana distinta a la cual llamamos con apelativos
tan cariñosos como cazurros, catetos, toscos, bastos, paletos y demás
sustantivos que nacen fruto de la total ignorancia que sufren las gentes de las
ciudades y las cuales se creen que funcionamos como un extraño objeto de
diversión al cual visitan entre una y dos veces al año para que les aliviemos
sus insípidas vidas aburridas con nuestras “catetadas de pueblo” y para que
ellos puedan regalarnos de una forma ineficiente sus conocimientos sobre algo
que ya sabemos o sobre algo que llevamos haciendo aquí durante años pero que ha
llegado a la ciudad de una forma novedosa bajo un nombre en inglés o cualquier
otro idioma extranjero.
Muchos
de ellos ya los conocemos, por ejemplo, el ir de running o ir a hacer footing
de toda la vida ha sido ir a correr o irse a darse una vuelta por el campo.
También
he de decir que algunos de nuestros antiguos vecinos se han vuelto de esa
manera, pero deben de recordar todos los beneficios que les proporciona el
campo.
Pero
bueno, he de decir también que la gente del campo somos la más fuerte pues no
muchos son los valientes que se atreven a irse al campo a trabajar desde las 5
de la mañana hasta las 8 de la noche en un pleno mes de julio o de agosto donde
ya aprietan las calores. Mucha de esta gente como no está asegurada por los
caciquillos que son terratenientes de estas tierras son considerados por las
gentes del del exterior como vagos los cuales no aportan nada a las arcas
públicas, déjenme decirles, desde mi humilde opinión de cazurrillo, que estas
gentes que nos recogen a todos la cosecha para que luego ustedes la puedan
disfrutar en su mesa, son los que más peligro corren, pues están en el riesgo
de contraer alguna gripe o algún catarro, o incluso tener el infortunio de
tropezar y tener un aparatoso accidente que los lleve al despido sin finiquito
ni demás temas burocráticos quedándose sin poder llevar en la mayoría de casos
el único sueldo a la familia.
También
quiero hacer un llamamiento a las demás gente joven de nuestros espacios
rurales, muchos de ellos no conocen los maravillosos enclaves naturales que se
esconden en nuestras vegas y cerros pues en lo único que piensan es en haber
cuando llega el día para poder salir de este infierno como ellos así le llaman
y diciendo que no van a volver, para después repetir el mismo proceso de las
generaciones antecesoras de volver en verano tirándose el visto de sus grandes
conocimientos que le ha aportado ese lugar de caos al cual llaman ciudad. Pero
bueno, como parte del colectivo de gente joven de la comarca, a estos les
invito, a que antes de que tomen la decisión errónea de irse por lo menos
tengan la oportunidad de salir de sus smartphones de última generación y
descubrir nuestras maravillas escondidas, siempre y cuando se comprometan a
respetarlas y cuidarlas, pues creo que no soy el único que al pasear por la
orilla de nuestro río Fardes o al caminar por uno de los senderos de nuestro
maravilloso entorno ha visto botes de plástico, vidrios, botellas y demás
objetos contaminantes ajenos al paisaje y ecosistema de la zona.
Me
gustaría añadir, que deberíamos disfrutar de las maravillas que nos proporciona
el campo, pues nacer aquí o es ningún castigo divino, sino un regalo fruto de
la mano de Dios nuestro señor el cuál debemos disfrutar al máximo. Esta última
característica se acentúa si vivimos en un sitio como nuestra comarca. Dónde
disfrutamos de paisajes maravillosos, de una paz alucinante y de poder
disfrutar de tener un montón de sitios a los que ir.
Si
queremos playa, la tenemos a una hora en coche, si queremos montaña, la tenemos
justo a nuestro frente, pues vivimos a los pies de Sierra Nevada.
Disfrutemos
del campo, de sus privilegios, y de nuestra comarca.
ME HA GUSTADO este texto, y hace una importante reivindicación del valor del campo, de la agricultura y de los hombres y mujeres que día a día trabajan para que la agricultura y ganadería no se pierda.
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