miércoles, 30 de marzo de 2022

LA BOFETADA, por José Luis Raya.



Hacía tiempo que algo tan banal no copaba todas las portadas —con la que está cayendo— de todos los noticieros, periódicos, radios o televisiones de todo el mundo, generando acalorados debates, cuya argumentación básicamente se reduce, como siempre a derecha o izquierda. Si estás a favor del bofetón, te has posicionado a la derecha del Dios Padre, si te posicionas en contra ya estás en la siniestra, con todo lo que ello lleva implícito. Muchos nos estamos hartando y nos cruzamos de brazos para ver cómo discuten y discuten sin llegar nunca a un punto de acuerdo. El placer por discutir y enervarse a muchos ya nos cansa y preferimos oír, aunque sean estupideces, verdades a medias o los creativos memes, donde todo esto, amalgamado, constituye una suerte de posverdad con la que estamos conviviendo día y noche, hasta convertirse todo ello en “El gran teatro del mundo” del genial Calderón de la Barca, donde Dios es el director que escenifica el orden del mundo como un teatro. Así es, cada uno de nosotros representamos un papel. El mismo papel que cada actante ha desempeñado para levantar un espectáculo que estaba en decadencia y de camino —se agradece hasta cierto punto—desviar la atención de tanto Covid y guerra despiadada que a todos nos tiene el corazón en un puño, sobre todo cuando alguien pronuncia el tabú de III Guerra Mundial o ataque nuclear.

Quizás esta anécdota sea un minucia, pero nos está dando un respiro. Pero, al mismo tiempo que respiramos, deberíamos reflexionar, es más, no son actos incompatibles.

Somos muchos los que nos desvelábamos con aquella irrupción de aquella pandemia letal, que supuestamente acabaría con la Humanidad, y ahora las mascarillas empiezan a brillar por su ausencia en muchos lares, puesto que el miedo se ha trasladado a un posible ataque nuclear, el cual, en treinta segundos podría exterminar a Varsovia o Berlín.

Parece como si alguien, ese Creador del gran teatro del mundo, quisiera mantenernos permanentemente acojonados, puesto que el miedo es un arma de control. No quiero guiñar, bajo ningún concepto, a esa caterva de gurús que pululan por las RRSS, Youtube o TikTok —no sé si se escribe así ni me interesa—y, a su manera, van formando una serie de rebaños que luchan contra otros rebaños y discuten, incluso, sobre la forma de la Tierra. Por esas mismas RRSS he visto a jóvenes, y no tan jóvenes, defendiendo acaloradamente la planicie total de nuestro planeta. Durante la Pandemia, que va variando según la óptica, —ahora se ha travestido en gripe— un científico aseguraba que aspirar dióxido de cloro acabaría con el bicho. He de confesar que estuve tentado. Nunca se pierde nada probando. Pues sí que se pierde. Se pierde nuestra capacidad para pensar o razonar y nuestra debilidad para seguir a un santero. También se llenaron cientos de informaciones falsas (memes) puestas en boca de científicos y filósofos, todos ellos exhibiendo su premio Nobel, que servían para que los negacionistas esgrimieran sus irrefutables argumentos. Curiosamente coinciden con los que repudian la guerra y al mismo tiempo comprenden los motivos  de Putin. Y ya, más de uno, nos derrumbamos ante tanto disparate y tanta estulticia.

Por otro lado, mucha gente está percibiendo que estamos entrando realmente en un nuevo estado de guerra de información o desinformación, según se mire.

Muchos nos estamos planteando si estamos siendo informados objetivamente. Incluso la objetividad se está replanteando, fulminando de un plumazo ciertos principios y valores universales, empezando por el Bien y el Mal

El ciudadano medio, formado meridianamente, debería reinformarse y filtrar muchas de las cosas que vemos o escuchamos. No es fácil. Todo el mundo ha enviado o reenviado, alguna vez, una información falsa. No sé quién o quiénes están detrás de todo este tinglado de posverdad, desinformación, memes, verdades a medias u ocultas. Ignoro si el fin consiste en crear un nuevo mundo distópico donde todos estemos controlados por el miedo, la cólera hacia algo o alguien y las pesadillas nucleares o víricas.

El mismo aspaviento de la Kidman se debió a la alegría que experimentó al ver a su querida Jessica Chastain y no por ese bofetón en medio del escenario. Supongo que nos enteraremos que todo sigue siendo un cuento inventado por grandes actores y que aquella bofetada fue impostada para acaparar la atención de un show que se encuentra en horas bajas.

Creemos que nos informamos correctamente y en ello consiste este mundo incoherente, pues hasta la misma coherencia ya resulta ambigua. Justificamos la agresión, ya que ha sido motivada por un hiriente chascarrillo, lo mismo que, a gran escala, muchos justifican la agresión soviética. El asunto se desnivela porque no ha sido un blanco el que ha abofeteado, menos mal que son de la misma raza. De repente, el foco se centra en Jada Pinkett porque ha sido defendida por su macho-alfa, en tanto ella se ha convertido en una muñeca de porcelana. De ahí a poner un burka hay un abismo. ¿O no? Las feminazis se alteran y las feministas también, pero vemos cómo Will Smith se ríe a mandíbula batiente antes de actuar, lo mismo que Bardem le sigue el rollo, después de haber seudomencionado a su muñequita de porcelana. Vivimos en un mundo de grandes machos alfa, sean de izquierdas o de derechas. No lo estoy aseverando, simplemente lo estoy interpretando, como este Gran Teatro del Mundo, donde uno ya no sabe lo que es y lo que no es.

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