domingo, 27 de febrero de 2022

AMOR EN LA ARCILLA (LEYENDA DE LA TIERRA), por Pepe Velasco Romero

 


Tierra de crepúsculo agridulce sobre el valle tostado de sus senos; con viento de fragua ruda que recorre su vientre yermo. Agua que resbala y enjuga sus prematuros pliegues; cuarteada de papel donde se plasma aguada tenue. Música de gemidos monocordes y suspiros de viento de nevada; aspereza de tomillo con amargura de retama. Maraña mínima sobre monte imberbe. Espesura de juncos junto a hendidura soberana que la riega el amor de primavera, y en el estío la corean legión de canto de cigarras. Frío de manto de mármol y fría su hendidura sazonada de mil sensaciones imposibles donde los sentidos estallan cuando un amante experto y apasionado acaricia con premura su piel de arcilla y su quebradura sazonada de mil sensaciones imposibles donde los sentidos estallan, y luego admira su amanecer de crepúsculo agridulce. Su monte de maraña mínima, su viento de fragua que recorre su vientre yermo y humedece sus poros y sus sentidos hasta la locura de desear amar y ser amada.

Parajes de páramos yelmos de vida escondida en tierra de sedientos y resecos parajes de arcilla, donde un sol de plomo y el tiempo inmisericorde en su constante devenir levanta esfinges de arcilla modeladas por viento tenaz y lluvia torrencial y efímera. En las nítidas noches de cielo transparente y límpido donde se dan cita miríadas de estrella, saetas fugaces cruzan el cielo de la tierra de greda y una luna hechicera vigila escondida tras una gran mole de vida. Entonces, en el entorno embrujado, como por ensalmo, cinco proscritos comienzan a rasgar la noche agridulce con ahogados quejidos de poesía. Entretanto, se desliza el amor de forma furtiva por veredas sencillas, y tras centinelas de adobe se manifiesta el candor de vida que empieza y de pasión que nunca termina.

 —¡Dime, amor mío! ¿Por qué has venío?

—¡Porque aquí dentro yo lo he sentío! –dijo él exultante exhalando un gemío—. ¡Tú bien sabes que a ti siempre yo te he querío!

 —¡No te expongas de esa forma!, ¿y si nos ve mi marío?

—¡Yo por tu amor traspaso barreras! Y a nada ni a nadie miedo yo nunca he tenío.

—¡Amor mío, calla tus labios y sella los míos! Deja que acaricien mis manos tu cuerpo y acaricia tú el mío hasta que nuestros corazones latan al unísono, con un solo latío.

 

 La tarde en deceso siembra de sombras aquel lugar escondío y un susurro de besos se encuentra la noche como resuello tardío. La luna acaricia con risas, festejando la dicha de aquel amor prohibío. Y los silbos del viento extienden y esparcen el gozo y la dicha por aquellos seres sentíos. En la madrugada viene la calma, la luna triste se esconde y el viento cesa en su soplío. Ya la tragedia se masca en la sombra, como untura espesa de puchero esaborío. La noche se rasga de fuego y las notas de muerte hacen su recorrido. La aurora se tiñe de sangre y el aire se espesa, propagando la muerte con terrorífico aullido. El amor yace a los pies del verdugo; entrelazados los cuerpos, en sus caras, como un rictus de culpa del posible pecado cometío. Pero no hay tal pecado, solo el amor desbocado, impregnado de pasión y de lumbre, de dos seres que se han amado con un amor correspondío.

Ya la noche se desliza con su manto de vieja y los cinco proscritos prosiguen rasgando el cendal de la noche ahora con sones de pena. Más tarde, una luna de plata juega con las sombras de las exiguas veredas y el amor, al principio candoroso y alegre, se diluye ahora en madrugada de velo tenue, y las notas se esparcen y se mecen en aurora de sueño. Los cinco proscritos callan ya extenuados y un silencio espeso se extiende por la ladera de arcilla hasta llegar al cauce de agua rala que se enerva y proclama, con voz monocorde y quebrada, que ella ha contemplado una noche de amor trágica con balada de pena y es  coreada por los álamos de la orilla. Y pájaros madrugadores le preguntan a ella por la infausta noche de amor de los dos churumbeles allá tras los centinelas de adobe y bajo el cielo de arcilla. Pero el agua altiva los ignora; y continúa su periplo con su loca coplilla, y cuando ahíta y cansada en el remanso se para, le dice al sauce que se yerga y no llore, porque ella ha visto la noche pasada en su alta ribera, como dos churumbeles con loco ahinco se amaban en hoya de vega de ensueño, tras centinelas de adobe y sones proscritos con luna de plata y parajes de arcilla.

Y el mirlo alcahuete sobre los pasos del agua vuelve; contando con su voz chillona a todo el soto de vida, desde el chopo a la breña, la funesta historia de amor que el agua cuenta en su remanso del llano al sauce que llora y que sueña.

Que sucedió una noche de embrujo en hoya de sueño y sones proscritos, tras centinelas de adobe y parajes de arcilla, que dos churumbeles con loco ahinco se amaron; gozando el amor aun despreciando la vida. Y con su grito monocorde y su errático vuelo, tras traspasar las laderas de arcilla y los centinelas de adobe, llega hasta la cuna del agua la mole de vida que, tras escuchar el relato, pletórica de alegría, se viste su manto de blanco encaje y vierte sus lágrimas sobre la rala espesura. Y tras cruzar de nuevo la llanura, vuelve hasta las laderas de arcilla y centinelas de adobe a contemplar el lugar en que dos churumbeles con loco ahínco se amaron ensalzando el amor y despreciando la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Un relato poético y descriptivo que nos sumerge en un amor verdadero aunque clandestino, que encuentra su final a manos de la doble moral donde el amor herido no es más que posesion y venganza. Relato que con mínimas frases nos hace reflexionar.

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