sábado, 29 de enero de 2022

ELLAS, por María Pizarro.



 

Solo el cielo parece unirnos a la tierra

ese ya no tan cálido cielo de los amaneceres de septiembre

que vislumbra la humedad de las hojas antojadizas de la escarcha

con el rocío temblando en sus puntas.

El cielo es de las dos, aunque sea ella quién conduzca y el suelo

parezca desprenderse de las ruedas, nos levante en alguna de las curvas.

Nos hagan levitar estas cuatro ruedas como si consumieran marihuana.

Una manada de vacas transcurre por la dehesa: son de un intenso color rojo.

Pero yo siento solo la extraordinaria mirada redonda

de las que van en el camión directo al matadero y nos adelantan.

 Algunas tienen el color de los caramelos ingleses

aunque también podrían ser el de la canela. Sin la piel tendremos el mismo color.

Nosotras y las vacas.

Empaquetadas en la zona fría de los supermercados.

Enfundadas en un sudario delante de la mesa de disecciones.

La carne es así.

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