domingo, 28 de febrero de 2021

LILITH Y EL ÁRBOL DE LAS PALABRAS, por Dori Hernández Montalbán.

 



Hace miles de millones de años, cuando todavía los hombres no habían poblado la tierra, ni dado nombre a todo lo creado; cuando la atronadora tempestad de los océanos devoraba los cielos; cuando la vida apenas consistía en un leve temblor de galaxias; cuando el atlas de la tierra no era más que un vasto espacio de incógnita libertad; cuando no existían más arquitectos que las abejas y los ángeles abrían sus majestuosas alas  sobre las montañas, en aquel remoto tiempo, fue cuando se escuchó por primera vez el nombre de Lilith.

Y allí, bajo el amparo del árbol de las palabras, Lilith era el nombre que mejor sonaba. Allí donde el sonido de las palabras parecían semillas de luz que germinaban en el cielo, se escuchó el nombre de Lilith.

Lilith se llamó al ángel más hermoso entre los ángeles, el ángel de voluptuosos pechos como nidos de agua; el ángel hembra cuya misión sería la de poblar la tierra con semillas de vida. Lilith apareció como el eco de los océanos, y habitó el paraíso junto a otro semidiós llamado Adán. Hasta que un día Lilith escuchó desde el fondo de su corazón la palabra “rebelión”, la pronunció porque no venía razón alguna para aquel sometimiento exigido por Adán contra su voluntad. Así es que Lilith abandonó voluntariamente el paraíso y alzando sus esplendorosas alas, se dirigió al Mar Rojo. En aquella región Lilith fue conocida por como “la mujer pájaro”, aquella que, a las orillas del Éufrates, desafió al creador y, al hacerlo, rompió las cadenas y el sometimiento que el hombre debía al creador.

Lilith caminó durante días junto al espíritu del viento y a la hora en que el sol se oculta, cual virgen desolada, para visitar el sueño de los hombres solitarios y darles compañía. Como Lilith conocía todas las palabras que debían pronunciar los hombres, gustaba de nombrarlas. Lilith nombraba – río – y el río le respondía fluyendo en cascada sonora y serpeando, abriendo cauce al azar.

Todos en la región conocían el nombre de Lilith, incluso la gota de agua que manaba de la estalactita, en el fondo de la caverna para repetir su nombre al caer acompasadamente. Lilith amaba a los pájaros y los llamaba haciendo sonar un cuerno de concha marina desde el otro extremo del mar conocido. Lilith nombraba –colibrí- y el colibrí le respondía libando de la flor más hermosa del jardín.

Lilith también fue conocida como la amazona que dormía junto al león sin necesidad de darle caza. Por todo ello, Lilith fue amada y odiada a partes iguales, pero sobre todo por pasear su desnudez sin culpa alguna.

Lilith pronunciaba – tucán- y el tucán le respondía danzando de rama en rama, exhibiendo su plumaje iridiscente. Lilith lleva en sus dedos los anillos de Shem, porque este es el símbolo de que ella ya ha cruzado la inmortalidad y será por los siglos la guardiana del espíritu de las palabras.

Lilith alcanzó la sabiduría del árbol del conocimiento, amputó sus alas de semidiosa para así poder vivir como mujer entre los hombres y no ser reconocida por sus enemigos, los dioses.

Pronunciamos, pues, todas las palabras, también la palabra -Lilith- porque gracias a ella perdurará el eco de todas las palabras pronunciadas por la remota raza de los Asbag.

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