Probablemente sea la la rosa la
única flor que por su perfume, belleza y forma, sea la más empleada
simbólicamente en todo Occidente. Al igual que en Asia la flor de loto, aquí es
la rosa la que está muy cercana al
símbolo de la rueda. El rosetón gótico y la rosa de los vientos muestran de
forma clara el paso del simbolismo de la rosa al de la rueda.
El aspecto más general de este
simbolismo está en la manifestación floral de salida de las aguas primordiales,
por encima de las cuales se eleva y se abre.
En la iconografía cristiana la
rosa es la copa que recoge la sangre de Cristo, interpretada de dos formas:
bien la transfiguración de las gotas de esta sangre, o bien el símbolo de las
llagas de Cristo. También en la India, donde la rosa cósmica Triparasundari
sirve de referencia a la belleza de la madre divina. Designa una perfección
acabada, o una realización sin falta. Simboliza la copa de la vida, el alma, el
corazón y el amor. Se la puede considerar como un mandala y considerarla como
un centro místico.
Otra atribución simbólica de la
rosa es el poder de la regeneración e iniciación de los misterios. El Asno
de Apuleyo recupera la forma humana al
comer una corona de rosas bermejas, que le presenta el sacerdote de Isis.
También en los textos sagrados la rosa se une al color verde, motivo que
confirma la interpretación de la regeneración.
En el mundo griego la rosa era una
flor blanca, pero cuando Adonis, que era protegido por Afrodita, es herido de
muerte, la diosa corre hacia el, se pincha en una espina y la sangre tiñe las
rosas que le estaban consagradas. También en el mundo de la alquimia la rosa es
una de las flores preferidas, la rosa blanca como el lis está ligada a la
piedra al blanco, fin de la pequeña obra; mientras que la rosa roja se asocia
con la piedra al rojo, fin de la gran obra.
En la actualidad, y simplificando
mucho, se sabe que las rosas rojas representan el amor, pero también la pasión.
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