Tuve miedo de caer en las tinieblas que se esconden en la
oscuridad otra vez, pensaba la luna mientras dormía. Ese lugar donde sólo ves
tu dolor, donde no existe nada más y ya nada importa, y lo único que deseas es
no volver a despertar. El cielo se había nublado tan rápido que apenas pudo
darse cuenta de que ya se estaba dirigiendo hacia ese abismo.
Pero
cuando estaba abriendo los ojos y perdiendo el miedo, entre aquellas nubes
negras pudo ver un poco de luz, y su instinto impulsivo le hizo girar hacia
ella ignorando el destino que marcaría el rumbo de su elección. De
repente, el cielo se cerró por completo, y la explosión de un rayo cayó, que
con la fuerza de su temblor la empujó al lado más doloroso de ella que a veces,
le complica tanto estar donde siempre. Acomplejada por su oscuridad, y las
gotas de esa lluvia tan fría, le hicieron sentir más sola que nunca, envuelta
en el centro de aquella de tormenta. Pero la luna, con todas sus fuerzas, pidió
ayuda al viento para que alejara de allí aquella catástrofe que no quería
sentir, negándose a que todo tomase de nuevo ese tono gris, donde no puede ver
los colores de la vida y lo bonito que puede ser estar donde está, deseando
experimentar de nuevo la libertad que siente cuando existe la paz en lo más
profundo de su alma y su corazón late fuerte porque se siente a salvo.
En
esos momentos tenebrosos que acompañaban aquella noche de frío, hasta la gota
más insignificante le pesaba tanto que la inercia le estaba arrastrando hacia
ese típico pozo sin fondo donde caer y caer parece no tener fin. Pero no pasa
nada, porque ella, la luna, tiene el suficiente coraje para negarse a darle
ventaja a la muerte que estaba empeñada en no dejar que su luz brillara como
llena que estaba. Cabizbaja, mirando al suelo desde tan lejos, entre las zarzas
de las sombras observó que había una pequeña flor de color rojo, igual que el
de la sangre de sus lágrimas, mientras iba cayendo en su agujero negro. En esa
flor, vio la vida de nuevo, porque solo existía dentro de su corazón. Entonces,
miró hacia arriba, y volvió a sonreír, más radiante que ayer. Y volvió a sentir,
con más intensidad de la que antes podía. Y el viento, que la vio brillar de
nuevo, decidió acompañar su valor y sopló con todas sus fuerzas para poder
pelear junto a ella esa batalla a la que vio lidiar con tanto coraje para que
no le ganara. Y una vez más, lo consiguió.
- Tuve miedo de caer en las tinieblas
que se esconden en las oscuridad otra vez.- Contaba la Luna a Marte. - Pero no.
No volveré a ese lugar nunca más. Porque aunque la vida me arrastre hacia sus
puertas, ya me sé el camino de vuelta. Ahora en la oscuridad, brillo junto a
las estrellas, iluminando esas noches negras y peleando porque no me escondan
las tormentas, porque no me siento sola. Así que, si tengo que elegir entre la
pena y la verdad, lo que es coherente o lo que no, la tristeza o el valor… Yo,
ya he decidido. Me quedo conmigo, así, tal y como soy.
Y
de esa forma la luna consiguió sentirse llena, en esa noche de fantasmas, donde
el ruido escalofriante de aquella tormenta, insistía en apagar su luz. Y feliz
de ser quien era, dejó paso al sol, y dio lugar a un nuevo amanecer. Y ese día,
nació una nueva flor, agarrándose fuertemente a la tierra y alimentándose con
el agua de aquella fuerte lluvia que había caído, consiguiendo así resplandecer
con sus colores, mas vivos y radiantes, que las del día anterior.
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