Tuve miedo de caer en
el aura de calma que lo invadía todo.
Miedo de perturbar el canto de cigarra,
de perder de vista este mar de almas caminantes,
e incitar a que todo
discurriera a destiempo,
de salir sin encontrar al creador de los olvidos.
Tuve miedo de caer y no saber
atrapar los matices verdaderos.
Y todo por anticipar
cambios que siembren la idea,
que inconclusa,
se
filtrara dentro y culmina fuera.
Ese propósito ensordecedor por el
que estar.
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