Estaba
lloviendo a cántaros,
sentía
el dolor de una herida en el
costado,
pero era el tiempo.
Estaba
lloviendo,
mientras
la caracola
dormía
debajo de un tiesto.
Mientras
los charcos gritaban en medio
de un
carnívoro gesto de imprudencia;
violaban
los recuerdos.
Imposible
descontar las horquillas que
tiritaban
de frío en la memoria.
Los
alfileres masacraban el gesto
invadiendo con osadía, la memoria
Esa
memoria que
disculpa,
pero hace juego con las sombras,
tras la
tormenta.
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