Nunca supo el secreto de la levitación de su hermana. Eran mellizos pero él era
más viejo porque añadiendo con este hecho contradictorio que todo el mundo da
por bueno, un nuevo secreto, ella debía haber nacido media hora después que él.
No era consciente de que las dos cunas estuvieran separadas pero cada vez que
miraba fuera de su entorno, veía la de su hermana vacía y a ella levitar por el
estrecho habitáculo… como si estuviera en una atmósfera líquida y densa que la
mantuviera, con movimientos pausados, suspendida en el aire; como nadando.
No se lo contó a nadie…ni a nadie se le ocurrió preguntárselo. Fue pura casualidad que se enterara de boca de una tía indiscreta, que tuvo una hermana melliza que murió en el parto. Muchas veces, más de las que hubiera deseado, cuando cerraba los ojos para dormir, justo en el momento en que se pierde la conciencia, la veía flotar. Así toda una vida. Antes de morir, con el último latido de su corazón descubrió el secreto: Dios había decidido que él, al igual que lo hacía su hermana, también levitara… Solo que ochenta años después. La media hora tampoco importaba demasiado.
No se lo contó a nadie…ni a nadie se le ocurrió preguntárselo. Fue pura casualidad que se enterara de boca de una tía indiscreta, que tuvo una hermana melliza que murió en el parto. Muchas veces, más de las que hubiera deseado, cuando cerraba los ojos para dormir, justo en el momento en que se pierde la conciencia, la veía flotar. Así toda una vida. Antes de morir, con el último latido de su corazón descubrió el secreto: Dios había decidido que él, al igual que lo hacía su hermana, también levitara… Solo que ochenta años después. La media hora tampoco importaba demasiado.
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