Deja que el tiempo no vaya tan deprisa.
Deja que las horas muertas discurran lento.
Deja que se extienda el día
como mi deseo, largo.
Déjame
acariciar la luz que habita,
entre tus ojos y el mundo.
Aguarda, ve despacio,
que tus
manos germinen como yemas,
sobre mi cuerpo
sean ofrenda y misterio.
Deja gastándose la llama
mansamente, que sus restos aviven
el soplo que precede a la esperanza.
La vida es don sólo si la abrazamos.
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