Atrapada en el blanco sucio de
gastadas paredes,
enhebro la silueta de tu
recuerdo.
Allí, justo en la sosegada
sombra del verde olivo,
hermoso paraje enraizado en tus
venas,
existe una doncella bendecida
por la flor de la ternura,
los suspiros le besan los
labios.
Cálido pecho, racimo de fieles
latidos,
trenzan su melena con los
cabellos del viento.
En sus ojos, todos los rubores
sin escribir,
colores que la saben dama de
sana fragancia.
Roja amapola, dócil amante del
tiempo,
paloma de cautivas alas bajo la
fronda del apego.
Cielo de fino velo, diáfano
color,
mar donde las olas se pliegan y
te encuentro.
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