lunes, 15 de mayo de 2017

Los colores azules del cielo, por FRANCISCO JOSÉ SEGOVIA RAMOS.

              


  El cielo es tan azul, mamá. Pero no es todo del mismo azul; hay diferentes tonalidades que las ligeras nubes bañan con una pátina blanquecina. Aunque, a pesar de eso, sigue siendo tan azul como siempre, mamá.
  Me encuentro a gusto, y nada me importa ahora. Todos mis sentidos se han marchado, como si alguien les esperase en algún otro lugar. Solo quedan mis ojos, que no pierden ni un detalle de ese firmamento que tengo encima. Tan lejano y al que he querido llegar con ardor infantil.
 Siento bajo mi cuerpo la capa azul turquesa que cogí del viejo ropero de la abuela. Una capa grande, hermosa, con dos lacitos de algodón en unos de sus extremos que me vinieron bien para atármelos alrededor del cuello.
 Ese cielo, mamá… ese cielo tan alto. Yo quise volar; imitar a mis ídolos de los tebeos y de las películas, rescatar a chicas en apuros y detener a los villanos que amenazaban el mundo.
  Pero la capa azul de la abuela no me sirvió, mamá. El cielo, en el que pueden verse muchos azules diferentes, está lejos, cada vez más, y se ennegrece. Porque ahora está oscureciendo, mamá. Y luego está la gente ¿Qué hace aquí toda esa gente que me rodea? ¿Y por qué se escucha el sonido de las ambulancias?
   Quise volar, como mis amados superhéroes, pero ni la capa ni mis brazos de niño lo consiguieron, y eso que los agité con fuerza.
  Quise volar, mamá, y por eso me arrojé desde nuestro balcón del sexto piso…

    ¡Pero son tan bonitos esos cielos tan azules, tan azules…! 

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