(“…de
la sequía que en mi conciencia y en mi espíritu existió durante aquella larga
época…” (La Dama del Viento Sur, Javier García Sánchez)
Puede que haya sequías que asolen
nuestros campos. Puede que nuestro paisaje sea árido y marchito. Puede que el
estío dure más cada año y las cosechas sean insuficientes. Y no es que esto no
sea importante. Comer es el motor de la vida, para crecer, para reír, para
soñar, para ser felices.
Pero esto tiene mejor arreglo que otra
clase de sequía a la que yo llamo “sequía emocional”. ¡Qué bien lo describe
Javier García en el encabezado de este artículo y de su maravillosa novela!
Atrás quedaron las tardes de lluvia tan
serenas, tan llenas de misterio, tan buenas y benditas para el campo. El cambio
climático nos está complicando un poco la vida, ¿o somos nosotros los que hemos
complicado dicho cambio? Seguramente, con nuestra tozudez.
Pero no tiréis los paraguas, no, nos
hacen cada vez más falta. En un mundo sin sentido donde nos pueden apedrear por
cualquier motivo, donde no se respetan creencias ni valores, donde ya no se
valora el mérito, la lealtad, la emoción de una nueva y maravillosa amistad.
Hasta en la última campaña televisiva de
Ikea han tomado nota y venden más vajillas y mesas y sillas de comedor a costa
de la inexistente relación entre los miembros de una familia. Promocionan las
cenas en familia que en España se perdieron hace mucho… como tantas cosas que
nos están obligando a perder ahora.
Es como si un ente invisible nos hubiera
programado para crear una cápsula del tiempo en la que hemos metido no lo que
es habitual en estos casos: recuerdos, cartas, un mechón de pelo, una cinta,
una foto… No, hemos metido el amor, la alegría, la sensatez, la generosidad, la
nobleza, la pasión, la ternura, la voluntad, la grandeza, el desinterés, el
altruismo, la franqueza, el valor, la prudencia, la reflexión, la sabiduría, el
equilibrio, hasta los recuerdos y la nostalgia. Hasta la hermosura y la
galantería. Y, por si fuera poco la hemos clavado a martillo implacable para
que la pobre Pandora no la abra jamás. Hemos cavado la tumba de nuestro
peculiar estuche para sepultarnos nosotros también, ya de paso…
Y vivimos en plena, peligrosa y feroz
sequía emocional. Como hemos enterrado nuestra cápsula del tiempo en los
confines de quien sabe qué bosque, pues sólo tenemos la vileza, la cobardía, la
envidia, la mezquindad, el interés malsano, el egoísmo, la indiferencia, la
sordidez, la necedad y la precipitación (y no en forma de pequeñas esferitas de
agua limpia y clara que a veces cae del cielo). Vegetamos junto al olvido, el
abandono, la ligereza y el atolondramiento. ¡Qué ingratos y despreciables
somos! Pensando, erróneamente, que eso nos hará perdurables, ¿se puede ser más
necio? ¿Dónde quedaron nuestros talentos?
Y es que podrá haber lluvia de
estrellas, noche de perseidas, lágrimas de San Lorenzo; podrá haber lluvia de
ideas en cualquier competitivo despacho de marketing; pero ya no hay lluvia de
besos, de abrazos, de solidaridad, de alegría o de agua limpia.
¿Por qué digo todo esto? Porque me cansé
de ser indulgente con quien no lo merece:
Porque no nos dejan expresarnos
libremente.
Porque no son capaces los que se hacen
llamar “nuestros gobernantes” de anteponer nuestros intereses a los suyos…
Porque la miseria atrapa cada esquina de
cada ciudad…
Porque no dejan de ocurrir catástrofes
que en pleno siglo XXI ya deberían estar controladas…
Porque estamos destruyendo un planeta y
un universo impresionante…
Porque dejó de asustarnos lo
sobrenatural…
Porque la belleza se ha convertido en
una guerra sin tregua de blogueras sin estilo ni elegancia, que se hacen hueco
en cualquier programa de televisión…
Porque las reyertas, cada vez más
frecuentes, entre padres separados, dan lugar a hijos infelices…
Porque vivimos aislados en el bucólico
paraje de nuestro hogar (los que tenemos la suerte de tenerlo) para que no nos
hagan daño…
Porque la emoción de antaño es la insensibilidad
de hoy…
Pero no teman, para esta lluvia ausente,
existe un paraguas poderosísimo, raro es que no lo hayan inventado los chinos
sino la psicología occidental, pero ya verán cuando se enteren, lo patentan, lo
hacen irrompible y vuelta a empezar.
Este paraguas es muy especial y está
presente en muchos momentos de nuestra vida, logró escapar de la terrible
cápsula del tiempo. Está hecho de un material tan poderoso que ríete tú de la
capa de Águila Roja. Crea felicidad dentro de cada uno de nosotros, nos hace
tener un pensamiento positivo, nos ayuda a no buscar la aprobación, a sentirnos
seguros de nosotros mismos y a aceptar con deportividad el fracaso; hace que
asumamos nuestras responsabilidades, que pensemos que siempre hay una solución,
nos enseña a sonreír, a relajarnos, a saborear un rico helado, un recién
horneado bizcocho; nos dice como abrazar desde el corazón y nos hace fuertes y
serenos ante los cambios. Si lo hubieran sabido en Star Treck… Un escudo así no
lo ha tenido jamás un superhéroe.
Y ahora dirán, ¿dónde lo compro? Yo
quiero ser feliz. Pues ese es el problema, no se vende, cada cual tiene que
fabricar el suyo. Pero les aseguro que el tiempo invertido en ello, el esfuerzo
y la constancia y poder contemplar nuestro paraguas terminado merece la pena.
El mío además está decorado con mariposas, le he puesto olor a galán de noche y
unos flecos muy bonitos con bolitas que me avisan cuando se acerca el viento… o
las tempestades. Y lo llevo siempre conmigo. Para que no se me olviden las
cosas importantes. Si lo abro y miro hacia arriba veo el mundo color de rosa.
¡Ánimo, a hacer paraguas anti-sequía emocional! ¡No más lluvia ausente!
Y ahora, antes de concluir esta
reflexión, permítanme dos licencias:
Una, escuchar a Silvio Rodríguez (lo
escondí bien para que no lo metieran en la cápsula del tiempo), necesito
emborracharme de cantautores, de letras con sentido. También he sacado a Alex
Ubago, a Jose Luis Perales, a Búmbury, por qué no, a Serrat, a Sabina, a
Jeannette y a Mari Trini, que me emocionan, a Mocedades, Ismael Serrano,
Marwan, Pedro Guerra, Rosana, Pablo Milanés, Taylor Swift, Missy Elliot y hasta
¡Kurt Cobain! (mañana resaca, pero de las buenas, de las que se curan con un
suculento “brunch”, una gran dormida y la garganta aguerrida de cantar con
ellos).
Otra:
Transcribirles aquí, porque no soy capaz
de sesgarlo, el poema de Federico García Lorca “La Lluvia”, ni uno sólo de sus
versos es capaz de no despertar en mí esas cosas que hace mi paraguas:
La
lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.
La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.
El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.
El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.
Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.
La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.
El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.
El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.
Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!
Esto sí es amor, ¡all you need is love!,
feliz septiembre.
Muchas felicitaciones, este artículo me emociono en sobremanera, las reflexiones para el lector son sutiles , la lectura es sencilla para cualquier persona que ama la buena lectura, y hacerla en un lugar cómodo de casa ambientada con un hermoso nocturno de Chopin.
ResponderEliminarMuchos exitos futuros.
Muchas gracias Paty Patricia, eres muy amable, y me alegro que te haya sentido sentir tanto...comparto contigo ese nocturno de Chopin, gracias por tus buenos deseos, Un fuerte abrazo!!! Merche Haydée
EliminarHe querido decir "te haya hecho sentir tanto...", y gracias Federico, siempre grandiosa fuente de emociones...
ResponderEliminarMaravilloso!
ResponderEliminarMaravilloso!
ResponderEliminarMuchas gracias Carmen, me alegro que te haya gustado, viniendo de ti todo un halago querida Directora, un beso enorme!!! Merche Haydée
ResponderEliminar